Campanas, procesiones y trenes: hacia unos inventarios del Patrimonio Etnológico

Los inventarios de Patrimonio Etnológico plantean numerosos problemas no sólo por la indefinición de este patrimonio, sino por los diversos prejuicios que deforman su contenido. Trataremos de enmarcar los inventarios como herramientas de gestión, que deben ser acompañadas de otras actuaciones para una eficaz protección de este patrimonio, siempre vivo y siempre renovado, a la par que moribundo y decrépito. Relacionaremos estos inventarios con los museos, las fiestas, las artesanías, y otras formas de vivir el Patrimonio Etnológico, especialmente en el ámbito de nuestras experiencias en la Comunitat Valenciana.

Inventarios o catálogos

Previamente queremos distinguir dos momentos diferentes del conocimiento, que van asociados a dos niveles distintos del saber: los inventarios y los catálogos.

Inventarios: herramientas de gestión

Los inventarios pretenden ser sistemas de identificación, descripción y localización, lo que constituye según palabras de CLEMENTE una "certificación de existencia": solamente "existe" lo que se encuentra inventariado, y este conocimiento permite actuar en consecuencia.

Los inventarios, inicialmente, tienen una vocación de documentación, seguida inmediatamente de una voluntad comunicativa y educativa, sin las cuales, como veremos luego, no hay protección efectiva del patrimonio.

En este sentido los inventarios pertenecen a la parte "impura" del conocimiento, a una ciencia aplicada, sobre todo al servicio de la Administración y de los poderes locales.

Catálogos: armas de conocimiento

Los catálogos constituyen una fase posterior, un nivel más alto de conocimiento. El contexto del catálogo es la ciencia "pura", la investigación académica en torno a una serie corta de objetos, ya conocidos y protegidos por inventarios anteriores.

En este sentido los "catálogos" no constituyen, como la Universidad misma, mundos separados de la vida cotidiana, de la gestión patrimonial, sino que pueden interferirse mutuamente - sin por ello dejar de navegar en niveles diferentes.

Mientras que el inventario pretende documentar lo existente, para poder actuar en consecuencia, el catálogo no necesita la conservación del objeto, sino que quiere prolongar el conocimiento en torno a él, más allá, e incluso a pesar, de su existencia.

Por tanto se trata de finalidades diferentes, y de intereses divergentes: el inventario, para la gestión y la difusión; el catálogo para el conocimiento.

El Patrimonio

Hay una conocida ampliación del concepto de los "bienes culturales", asociado a objetos únicos, con valor intrínseco propio (al menos supuestamente). Esta idea evolucionó hacia una concepción global mucho más amplia, la del "patrimonio", la herencia común, que es preciso preservar, para transmitir, mejorando lo que recibimos de nuestros padres.

Este "Patrimonio", fácil de distinguir en un ambiente arquitectónico, monumental, documental o artístico, presenta mayores dificultades de detectar en un contexto etnológico.

El Patrimonio Etnológico

Ante todo, ¿qué es el Patrimonio Etnológico? ¿Se trata de los rasgos culturales propios de los campesinos? ¿O son más bien unas tecnologías deficientes, y que a menudo han llegado a nosotros de manera decadente, incompleta y desfigurada, las que hay que salvar?

¿No se tratará del conjunto, íntimamente relacionado, de conocimientos, actividades, y objetos materiales, propios de una comunidad, en un momento dado? En consecuencia, a causa de los cambios - no siempre lineales, sino confusos, contradictorios, y casi nunca irreversibles - este Patrimonio Etnológico cambia con el tiempo, y con las necesidades del grupo que lo sustenta.

Nos gustaría poder ver a nuestros antepasados recientes (digamos un siglo o siglo y medio), de los que tratamos de "recuperar" su cultura: seguro que no se sentirían identificados con aquellos "signos de identidad" que presumimos suyos, la mayor parte de los cuales son de reciente creación, enmascarada por la leyenda y el olvido colectivos. No olvidemos que, al menos en nuestro contexto de la Comunitat Valenciana las principales "fiestas" que "configuran la identidad de nuestro pueblo" no tienen más de un siglo de existencia (aunque todas se han construido unos orígenes míticos y antiguos: el paso de los siglos, supuesto o real, confiere una mayor "autenticidad" a los ritos). Así, las "Fallas" o los "Moros i Cristians", en su estado actual, apenas superan los ciento veinte años, mientras que "les Fogueres de Sant Joan", de Alacant, son de los años veinte y la "Magdalena" de Castelló acaba de celebrar su cincuenta aniversario. No obstante todas estas fiestas constituyen elementos "antiquísimos" de identidad, que por lo que se ve, también está sujeta a la moda de los tiempos.

Y es que ese Patrimonio Etnológico es cambiante, mutable, variable en su coherencia: la comunidad guarda aquello con lo que se identifica, que no es necesariamente el significado original de la cosa o de la actividad conservada. Y ese "sagrado deposito imperecedero" cambia rápidamente de contenido, sin que sus propios protagonistas sean conscientes de ese cambio.

En consecuencia, la idea del Patrimonio Etnológico va íntimamente asociada - como ocurre con cualquier otro Patrimonio - con la consideración que se tiene de él. La paradoja es evidente: sólo es patrimonio (y de manera muy especial el Patrimonio Etnológico) lo que la comunidad considera como patrimonio - esto es algo que tiene, en un momento dado, y para un conjunto más o menos amplio de gentes, unos valores que trascienden más allá de su propio interés económico, y que vale la pena conservar por su significado: Patrimonio es aquello que significa más de lo que es, porque lo fue, lo es o lo será.

Patrimonio Etnológico rural y Patrimonio Etnológico urbano

Generalmente se asocia el Patrimonio Etnológico al mundo rural ya que se supone, según bien fundadas tradiciones, que dicho patrimonio se encuentra presente en recónditos ámbitos pueblerinos, donde aún permanece intacto de los ataques de la civilización descreída y consumista. Esto supondría algo así como querer encontrar, como pretendían los arqueólogos no hace tanto, en las culturas indígenas restos de etapas históricas pasadas.

En realidad se encuentran restos de actividades o de creencias tanto en el campo como en la ciudad. Sin embargo, y vista nuestra forma de vivir urbana - aunque lo hagamos en pequeños pueblos - el Patrimonio Etnológico está mucho más vivo, aunque parezca paradójico, en ambientes urbanos, donde existe una mayor conciencia de su existencia, un mayor interés en su conservación, y un renovado proceso de recreación y de innovación del Patrimonio Etnológico. Volveremos más adelante sobre esta paradoja, que aclara la mayor parte de nuestras dudas sobre el Patrimonio Etnológico, y se refiere a los constantes procesos de creación de este patrimonio.

Patrimonio Etnológico para el equilibrio territorial

Siguiendo con la propuesta más generalizada - aunque menos real - que el Patrimonio Etnológico se encuentra mejor conservado en aquellas áreas más desfavorecidas económicamente, su conservación y promoción puede servir al equilibrio de las áreas territoriales, especialmente las interiores y de montaña, más desfavorecidas y despobladas, que pueden basar su economía precisamente en la explotación, controlada y coordinada, de este patrimonio.

Ciertamente las áreas interiores, más desfavorecidas por la emigración o por las limitaciones del medio, han conservado algunos elementos formales (edificios, objetos) que consideramos que pueden llegar a constituir el Patrimonio Etnológico, pero la propia ausencia de habitantes, la falta de dinámica de sus poblaciones, supone la falta de tradiciones, el final de unos modos de vivir. Y no olvidemos que el Patrimonio Etnológico no sólo está formado por la cultura material (mueble o inmueble) sino, y de manera muy especial, por el uso que se hace de esos objetos, por la vida que tienen, para aquellos que los emplean.

Patrimonio Etnológico como objeto de consumo

En realidad el Patrimonio Etnológico es un objeto de consumo, aunque queramos elevar su dignidad por encima de las meras especulaciones mercantilistas: se trata de un objeto negociable, y en la medida en que sea apreciado y solicitado, crecerá su demanda, lo que activará su protección y desarrollo.

Pero aquí nos encontramos con un proceso contradictorio: ¿no hay demanda porque no hay consumo, o bien no hay consumo porque se ignora la existencia misma de este producto, llamémosle cultural?

Aquí cobra sentido el proceso constante de creación y de renovación del Patrimonio Etnológico.

El Patrimonio Etnológico y el Patrimonio Industrial

La inclusión del Patrimonio Industrial como parte del Patrimonio Etnológico plantea numerosas dudas y no pocos enfrentamientos teóricos entre los diferentes interesados.

Aquellos que estudian el Patrimonio Industrial definen su campo como "Arqueología Industrial", término rechazado ampliamente por los arqueólogos, ya que ni su metodología, ni su planteamiento coinciden en apenas nada. Los "Arqueólogos Industriales", sin embargo, se sienten agredidos cuando son incluidos en los inventarios del Patrimonio Etnológico, ya que significa, según ellos, que juntemos las grandes instalaciones industriales "con picos y con azadas".

Desde la perspectiva amplia de la Antropología que profesamos, no hay razón para excluir este Patrimonio Industrial del ámbito del Patrimonio Etnológico, ya que éste no se para ni en las puertas de Europa (como hacían los primeros antropólogos) ni en las puertas del campo (como hicieron los antropólogos europeos más tarde). De hecho, como afirmamos a lo largo de este escrito, la vocación del Patrimonio Etnológico no se limita a "salvar" el patrimonio que desaparece, sino a definir, para un momento dado, que elementos, inmuebles, muebles o de actividades, conforman y explican la sociedad de la que forman parte.

Por otro lado la propia conservación de ese Patrimonio Industrial plantea tantos problemas, sobre todo urbanísticos y financieros, que requiere un tratamiento específico, no tanto por su especificidad, que no es diferente del resto del Patrimonio Etnológico, sino por la magnitud de los costes.

Además parece que sólo sea Patrimonio Industrial cuando se refiere a tecnologías obsoletas o a grandes instalaciones industriales (como los Altos Hornos del Mediterráneo de Sagunt) que dejan de tener contenido económico y pasan a tener una carga simbólica, referencial, en el momento en que dejan de estar en activo. ¿No es lo mismo que ocurre con otras actividades productivas, que ellos denominan "etnológicas" solamente por sus pequeñas dimensiones y no tanto por su tecnología, a menudo más complicada?

La creación del Patrimonio Etnológico

En consecuencia el Patrimonio Etnológico no es algo estático ni permanente, sino que se va construyendo en cada momento de acuerdo con las necesidades, las carencias y las intenciones del grupo que lo sustenta.

Los inventarios se convierten, precisamente, en la herramienta previa para construir esa imagen colectiva, ese patrimonio compartido que está por reconocer, que permanece por tanto increado.

Los inventarios como procesos de creación de Patrimonio Etnológico

El interés de los inventarios radica precisamente en esa capacidad de "construir" el Patrimonio Etnológico - no tanto porque no exista previamente, sino porque, al detenerse sobre los distintos objetos - materiales o inmateriales - que lo conforman, los dota de existencia propia, de identidad.

Queremos insistir que no es la propia existencia del Patrimonio Etnológico lo que le confiere una coherencia propia y lo hace existir como tal, ni siquiera su continuidad, sino la conciencia de que tal actividad u objeto es "patrimonial", y por tanto digno de una mejor consideración.

Este proceso de "invención" del Patrimonio, en el sentido original de la palabra, este "encuentro" con el Patrimonio Etnológico no puede ni debe limitarse a "salvar" actividades "en peligro", a documentarlas antes de su "extinción": hay acciones u objetos que tienen una vida efímera, y no por ello dejan de existir. Pensemos en las procesiones, en las manifestaciones o en la pirotecnia, que tienen una duración tan breve, a lo largo del ciclo anual, pero que marcan unas limitaciones en el territorio y en los ciudadanos que no pueden ser ignoradas.

¿Documentación o inventario?

En este sentido yerra la Ley del Patrimonio Histórico Español, que confunde, a nuestro parecer, la documentación de actividades, de técnicas o de creencias, con su protección, es decir con su inclusión en un inventario.

La documentación es una actividad sin fin, que pretende conocer para comprender. Pero no todo lo que se quiere documentar es competencia de la Etnología. ni por tanto puede llegar a ser Patrimonio Etnológico: la documentación pasaría por un amplio campo de competencias, desde los documentalistas, bibliotecarios, historiadores, incluso hasta la propia prensa.

La documentación, por tanto, es una herramienta imprescindible para comprender y justificar el cambio incesante, pero no sustituye al inventario que se convertiría en una especie de selección de elementos para dotarlos de una trascendencia mayor, llenándolos de contenido para la comunidad.

Competencia sobre los inventarios

Sin embargo la selección de los objetos y/o actividades plantea un problema complejo: si el Patrimonio Etnológico se crea, a través de los inventarios, ¿quienes tienen la competencia para "crear" estos inventarios?. Como veremos ahora, según los distintos grupos, sus intereses se orientan hacia unos u otros aspectos del Patrimonio Etnológico.

La iniciativa de la Administración

Aceptando la propuesta que los inventarios, al crear el Patrimonio Etnológico, dotan de una herramienta para la gestión cultural, la Administración - tanto en sus niveles técnicos, más permanentes, como los políticos, más efímeros y cambiantes, - sería la primera usuaria, y por tanto quien encargaría antes la construcción de estos inventarios. Estos inventarios pertenecen a esa "ciencia impura", aplicada, y pueden tener numerosas consecuencias, sobre todo urbanísticas y ambientales.

No siempre ocurre así: en medio de las contradicciones que agitan nuestra disciplina, esta es la mayor, ya que muchas administraciones no encargan inventarios porque no son conscientes de que los elementos que los van a conformar puedan ser integrados en uno.

La falta de conciencia de un patrimonio, del que se desconoce la existencia implica una ausencia de interés, y por tanto no hay la necesidad de hacer inventarios para descubrirlo. Esta paradoja, que parece no tener fin, solamente puede ser resuelta desde fuera del propio círculo vicioso. Recordamos una encuesta, enviada por la Direcció General de Patrimoni Cultural de la Generalitat Valenciana, a todos los municipios de la Comunitat Valenciana, en la que se solicitaba a los ayuntamientos una somera relación de su Patrimonio Etnológico. De los cerca de 550 consistorios que consta la Comunitat, sólo contestaron algo más de la tercera parte, y por supuesto ninguna de las grandes poblaciones. Entre las respuestas estaba una de un pueblo del interior, cuyo nombre no viene al caso, que describió el patrimonio histórico como el documental como el Patrimonio Etnológico de la misma forma: "Ninguno". En una posterior inspección descubrimos no sólo más de una treintena de edificios de piedra, de aspecto muy singular, sino dos molinos, varias ermitas e incluso un antiguo reloj mecánico del XVIII, en estado de uso, incluso con cuerda, pero abandonado. La sorpresa de los concejales fue enorme ya que ellos pensaban que "Patrimonio eran los monumentos, y no eso". Afortunadamente reaccionaron de manera muy positiva, incluyendo los edificios con el más alto nivel de protección en los Planes de Ordenación Urbana, incluso los que se encuentran fuera del caserío. El conocimiento, traído desde fuera de la población, supuso un reconocimiento, un cambio de actitud, y en consecuencia una "invención", un encuentro con el Patrimonio Etnológico.

La iniciativa de la Universidad

El propósito de la Universidad, como es sabido, no se limita a reproducir su conocimiento mediante la enseñanza, sino a ampliarlo mediante la investigación. La finalidad de conocer no tiene un propósito tan directo como la gestión del patrimonio, que es competencia de la Administración, sino que pretende ampliar el propio conocimiento.

Aquí si podemos hablar, como apuntábamos antes, de "Catálogos", esto es de estudios, lo más amplios posible, en torno a actividades u objetos, sin que esto implique ni su existencia ni su conservación presente o futura.

La iniciativa de los particulares

Hay un tercer elemento que participa en la creación y en la demanda de inventarios: se trata de la iniciativa particular. Por un lado están las asociaciones, que reúnen a "aficionados" a un tema, tan peligrosas en ciertos ámbitos del conocimiento como es la Arqueología, pero que pueden ser un colaborador insustituible tanto para los inventarios como para los catálogos, es decir para la Administración como para la Universidad.

Estas asociaciones, de interés territorial o temático restringido, ordenan el tiempo libre de sus asociados, que son capaces de conocer, recoger y mantener objetos, actividades o tecnologías, en parte por el interés de la comunidad, pero sobre todo para su propio placer personal.

Hacia una estrategia de los inventarios del Patrimonio Etnológico

Puesto que los inventarios del Patrimonio Etnológico sirven, de algún modo, para crear este Patrimonio, se deberán aplicar estrictos criterios de selección, en vistas a la protección y a la difusión del mismo. Esta herramienta para la gestión debe acompañarse de eficaces medidas que permitan el conocimiento del Patrimonio Etnológico.

Criterios de selección

Los criterios de selección de los elementos a incluir en los inventarios deben ser técnicos. No obstante la teoría viene a menudo limitada por causas extracientíficas, como pueden ser la ausencia de elementos representativos o la falta de informantes.

A menudo no se pueden inventariar "todos" los elementos que conformaban el conjunto original - llámense molinos, máquinas de trenes o procesiones - sino que hay que limitarse a los existentes, que a menudo se han conservado por azar, o simplemente porque sus actividades, ya períclitas, no interferían con nuevos planes de desarrollo urbanístico.

En principio, por tanto, hay que inventariar "todos" los elementos existentes de una especie, y el conjunto será el que determine el interés de uno de sus componentes.

Esto no resuelve el problema: hay que inventariar todo, pero ¿qué todo? Si tratamos de introducir una objetividad en el conocimiento, y si por otro lado ya suponemos que cualquier actividad u objeto, pasados, presentes o futuros son susceptibles de convertirse en Patrimonio Etnológico, ¿supone esto que hemos de recoger e inventariar "todo"? Si, por otro lado, el Patrimonio Etnológico solamente existe cuando somos conscientes de él, ¿cómo podemos determinar qué puede ser Patrimonio Etnológico, si la comunidad que lo sustenta carece de su propia conciencia?

Aquí hay un problema aparentemente irresoluble, y que sólo puede ser dilucidado de manera incompleta, tanto por los intereses externos como por las limitaciones presupuestarias.

Por tanto habría que incluir en un primer inventario del Patrimonio Etnológico de una cierta comunidad, aquello que la propia comunidad considera como tal - sin demasiadas limitaciones, es decir incluyendo tanto el patrimonio mueble como el inmueble y el mal llamado inmaterial, esto es las creencias y las actividades. Sin embargo, en cuanto a éste último aspecto del Patrimonio Etnológico (creencias y actividades) sólo interesarían los objetos susceptibles de ser medidos y definidos: una tecnología, una procesión, en suma unas actividades que pueden ser determinadas tanto en los gestos como en el espacio y el tiempo.

Pero este inventario sería incompleto: si la comunidad, como vimos antes, no considera que ciertos objetos u actos forman parte del Patrimonio Etnológico, será preciso el recurso a elementos externos a la propia comunidad - y ahí es donde entran los dos niveles de conocimiento a que aludíamos antes: la Universidad con sus catálogos, las asociaciones privadas, con sus colecciones y sus repertorios.

Y por supuesto debe primar un conocimiento dirigido hacia la gestión del patrimonio: se trata de definir (y esto es valido no sólo para los objetos, sino para los actos), el contexto espacial y temporal de la cosa. Las medidas, en el espacio y tiempo de un mueble o de un inmueble, son tan objetivas como aquellas que se refieren a una actividad (cuando, como, quienes), que aparece y se ejecuta de forma regular, cíclica y ubicada en un territorio concreto.

No insistiremos sobre la protección de las actividades como un objeto más integrante del Patrimonio Etnológico: ya lo hicimos en nuestra comunicación al VI Congreso de Antropología en 1993 en Tenerife. Pero hemos de recordar que la Comunitat Valenciana, quizás por azar, tiene de momento la única actividad ritual que es Bien de Interés Cultural, el "Misteri d'Elx", que recibe el mismo tratamiento que cualquier otro monumento de la Comunitat.

La inclusión de una actividad en un inventario debe ser similar a la de un objeto mueble o inmueble: su simple descripción, su propio nombre, carece de interés, desde un punto de vista etnológico, si desconocemos el contexto espacio-temporal, es decir la comunidad y el momento preciso en que se desarrolló. Han pasado, suponemos, los tiempos en los que sólo los objetos únicos eran considerados Patrimonio, desgajándolos de su contexto, y privándolos de casi todo contenido: limitarnos al aspecto estético de una cosa, a la faceta "artística" es matar la poca vida que aún puede transmitir.

Las actividades, industriales o rituales, incluidas en un inventario del Patrimonio Etnológico, deben realizarse por tanto del mismo modo que cualquier otra inclusión, definiendo todos los parámetros que definen el objeto inventariado, y llegando a ese ideal que ya propugnaba MAUSS para el trabajo de campo: "No basta grabar, es preciso poder repetir".

Criterios de protección

Por supuesto, inventario no implica protección, aunque tampoco la impide. De hecho, la propia inclusión en un inventario ya supone una cierta "protección mágica": la cosa debe ser importante ya que forma parte del listado. Pero esa protección mágica tiene poco valor si no es divulgada y si no va acompañada de medidas correctoras.

Más adelante hablaremos de esas medidas concretas de protección, pero debe quedar claro, desde ahora, que la inclusión en un inventario no implica necesariamente ni actuar sobre el bien incluido, ni tampoco actuar con criterios de protección.

La inclusión en un inventario debe ir acompañada al menos de cuatro categorías adscritas al objeto o actividad:

Esta última categoría debe ser la mayoritaria en un inventario bien hecho, que trata de recoger, de la manera más amplia posible, todos los fenómenos materiales que lo delimitan. El conocimiento de "todos" los objetos existentes de una categoría, y su adecuada contextualización, debieran servir para adoptar políticas de gestión no sólo validas para la conservación del patrimonio o el equilibrio entre territorios, sino para un crecimiento armónico con una adecuada calidad de vida.

Criterios de difusión

Si la inclusión en un inventario ya supone un primer acto de conocimiento del Patrimonio Etnológico, solamente será posible su protección mediante un acto de reconocimiento: es preciso divulgar a la comunidad, administrativa, pero también científica y técnica, y sobre todo a la propia comunidad afectada, de la existencia del objeto inventariado - sobre todo de aquellos de mayor nivel.

Y es que la comunidad necesita hacer "suyo" un objeto, para protegerlo y dedicarle los recursos (tiempo, dinero, actividad), que conduzcan a su protección y mantenimiento: Todos conocemos ejemplos de objetos, incluso de gran valor, que han sido robados o destruidos porque la propia comunidad desconocía su valor, que consideraban como algo ajeno, distante e inútil.

Ciertamente esta participación del valor de la cosa ha de ir unido a la voluntad por mantenerla: no faltan casos recientes de pueblos movilizados en torno a unos objetos, que son indudablemente patrimonio de titularidad eclesial, que el municipio reclama como suyos, pero en los que no quiere ni pretende invertir caudales para su mantenimiento, difusión y goce.

Es decir, no sólo hay que difundir los valores positivos de un objeto, sino que hay que comunicar también sus cargas - y la comunidad, ya no a través de sus técnicos sino de sus representantes políticos, debe asumir su mantenimiento: el patrimonio es un lujo, que debe costar mantener, y seguramente el Patrimonio Etnológico es uno de los lujos más caros, puesto que se trata de conservar objetos, máquinas o actividades que, en muchos casos, fueron pensados para producir y no para ser conservados.

Inventarios de Patrimonio Etnológico en la Comunitat Valenciana

Los inventarios de Patrimonio Etnológico realizados hasta la fecha alcanzan dos ámbitos diferentes: los monográficos y los territoriales.

En un primer aspecto se han inventariado los molinos de viento, los pozos de nieve (inútiles desde hace años, por el cambio climático, pero que denotan que no hace tanto nevaba hasta unos 200 metros sobre el nivel del mar); los retablos cerámicos (nombre por el que reconocemos los conjuntos, generalmente devocionales, instalados en la vía pública, en casi todas las localidades de la Comunitat Valenciana); las máquinas de vapor expuestas en las vías públicas.

Estos inventarios monográficos, ya terminados, se extienden por todo el territorio y dan origen a una casuística diversa: los molinos desaparecieron a principios de siglo, y sólo queda parte del edificio pero nada de maquinaria, aunque se ha recuperado en la media de lo posible, el conocimiento oral de los últimos que los utilizaron. Los paneles cerámicos, varios miles, son de diversa calidad y procedencia, y generan varios problemas, relacionados tanto con la conservación como la protección y la titularidad: el inventario supone un conocimiento de la pieza, y gracias a eso ha podido recuperarse alguno, robado con posterioridad. También se ha conocido el estado de conservación y la necesidad de proteger no sólo el panel sino el contexto (el muro), con la colaboración mayoritaria de los municipios, que los han incluido, si no lo habían hecho, en sus planes especiales de protección. Pero este inventario ha despertado una problemática, que aún no ha podido ser definida, precisamente porte plantea problemas jurídicos aparentemente nuevos: se trata de la titularidad de los objetos, ¿pública, por encontrarse en la vía pública, y generalmente en la calle de su advocación, o privada por estar adosados a edificios "particulares"? Desde luego a nuestro parecer no hay duda que se trata de objetos comunitarios, por lo que están expuestos a la devoción y exposición públicas, pero esto parece contradecir un mercado, cada vez mayor, de estas obras cerámicas, en muchos casos de finales del XVIII.

También hay otro inventario monográfico, que está, como el de paneles cerámicos, realizado de manera territorial: se trata de las campanas y relojes públicos de la Comunitat, de los que hay ya tres comarcas terminadas. En este caso se intenta no sólo recoger el instrumento, sino sus posibles usos, para tratar de asociar unos y otros.

Hemos dicho que algunos inventarios, incluso monográficos, se realizan de manera territorial, tratando como unidad espacial la comarca. Este territorio, que carece de entidad política pero suele ser una unidad cultural y referencial, es útil a la hora de conocer el Patrimonio Etnológico de un país bilingüe como la Comunitat Valenciana, ya que las comarcas suelen compartir rasgos comunes, y en cierto modo diferenciados. En nuestro caso la provincia, de reciente implantación, no ha llegado a tener una asimilación cultural, y carece de utilidad, por su gran tamaño, a la hora de conocer el Patrimonio Etnológico o de poder actuar sobre él.

En nuestro título hablábamos de campanas, máquinas de tren y de procesiones. Con estos elementos queremos significar los ideales de unos inventarios del Patrimonio Etnológico. Por un lado, lo "que queda", y es el caso de las máquinas de tren expuestas, unas 20, construidas entre finales del XIX y principios de los sesenta. Hubo más de mil máquinas en funcionamiento, a lo largo de este tiempo, y sólo una cantidad mínima ha llegado, por azar, hasta nuestros días. Ni siquiera todas proceden de la propia Comunitat Valenciana, sino que hubo - y lo sigue habiendo - comercio de estos vehículos ferroviarios, que pasan de ser máquinas a "monumentos", tan vacíos de contenido que son privados de sus mecanismos internos, "para que no pesen tanto", y cuyas partes que faltan no son "restauradas" sino recompuestas, por herreros locales, para mantener, con más o menos documentación, los volúmenes originales. ¿Qué interés tiene entonces una máquina, que no sirve como máquina, que a lo mejor ni siquiera fue utilizada en el trayecto que se supone empleó, y que es reconstruida de modo que no suba gente a romperla o a "pincharse" en su interior? La verdad es que, desde el punto de vista patrimonial, el objeto, privado de sentido, se ha convertido en otro nuevo, simbólico, significativo, esto es en un nuevo signo de identidad, medio abandonado, que el óxido corroerá en pocos años... Quizás ese cambio de significado justifique su introducción en los inventarios, ya que documentan un momento - pasado o no -. No obstante, se aleja bastante del ideal que debiera presidir la confección de estos inventarios del Patrimonio Etnológico: objetos en movimiento, que aún puedan ser usados, y que documenten unos modos de vida y de producción no siempre actuales, pero llenos de significados...

Lo mismo cabe decir, como inventario ideal de las campanas: aquí - y esto vale para otros tantos elementos del Patrimonio Etnológico - no sólo vale el objeto (la propia campana) sino su contexto (la instalación, a menudo más antigua que la propia copa de bronce y que determina su sonoridad) así como su utilización (esto es, los toques, que dependen del sonido de la campana y de su colocación, y que están relacionados con diversas maneras de entender el tiempo, el espacio, la comunidad).

Les Corts Valencianes rechazaron recientemente un proyecto de Llei del Patrimoni Històric Valencià, por motivos técnicos, ya que no había tiempo parlamentario material para su tramitación en esta legislatura. La ley incluía un aspecto, creemos que novedoso, como era el considerar las actividades como un bien cultural más, del mismo modo que el resto del Patrimonio. En este contexto, y hasta la falta de ley que lo regule, la Ley del Patrimonio Histórico Español carece de fuerza, como ya hemos apuntado, para regular e incluir las actividades como hechos de valor etnológico.

Esta introducción tiene que ver con la inclusión de procesiones como (posibles) monumentos, hecho imposible hasta que lo defina la legislación, ya que la citada Ley del Patrimonio Histórico Español abriría la puerta, pero los juristas temen esta entrada de nuevos elementos patrimoniales en el campo de la protección. No hablaremos ahora de esos efectos jurídicos, sino que apuntaremos, reiterando lo dicho hasta este momento, que una declaración de procesión, por hablar de una actividad en la que no habría inconvenientes en declarar monumento, debe definir, igual que lo hace cuando se incoa un edificio o un objeto, espacio, tiempo, forma de construir la procesión, así como las servidumbres que implica esta actividad.

Por tanto, las procesiones, aún, no pueden ser reconocidas como integrantes, a pleno derecho, del Patrimonio Etnológico - a pesar de la existencia del "Misteri d'Elx" como BIC No es más que cuestión de tiempo.

Patrimonio Etnológico y calidad de vida

Quizás uno de los argumentos que sirva para convencer a aquellos que se sientan agredidos por los inventarios del Patrimonio Etnológico y su correspondiente gestión, sería incidir en el aumento de la calidad de vida, que estos aportan. Los valores del desarrollo ilimitado, propios de los sesenta, suponían que el mantenimiento del Patrimonio Etnológico contradecía la entrada en Europa, y la calidad de vida. No insistiremos en estos temas, sólo apuntaremos la relación directa entre ambos elementos.

Patrimonio Etnológico y signos de identidad

Sin embargo trataremos de remarcar la relación entre el Patrimonio Etnológico y los signos de identidad de las comunidades. Han pasado, cierta y afortunadamente las ansias de los primeros momentos democráticos por construir elementos de identificación y de diferenciación, necesarios sobre todo en aquellas nuevas Comunidades Autónomas sin existencia propia anterior.

Cuando suponemos que el Patrimonio Etnológico constituye un conjunto de signos de identidad no lo suponemos como elemento diferenciador de la propia comunidad, sea local o autonómica, sino más bien, y este nos parece su principal papel, como elemento integrador de sus propios componentes.

Es esta sensación de sentirse un pueblo, al menos alguna vez al año, que refuerza los lazos de solidaridad de sus gentes y construye la comunidad.

En nuestra Comunitat Valenciana tenemos experiencia de esta construcción, más o menos voluntaria, de los signos de identidad. Ya hemos apuntado que la mayor parte de las fiestas que ahora sirven de referencia, son "recientes", y todas tratan de integrar a las gentes en un conjunto, a veces local, a veces comunitario. No olvidemos que, por ejemplo ni la Magdalena en Castelló, ni Sant Josep en València son los patronos respectivos de ambas ciudades, aunque se trate, en estos momentos de algo que podríamos llamar las "fiestas patronales", o, al menos, las Fiestas Mayores. Tampoco olvidemos que, al menos para nosotros, las fiestas no son tiempo de desorden, sino que sirven para construir el orden ideal, la sociedad añorada y perdida (y que por cierto nunca existió): para los valencianos la "processó" o "la desfilada" son el momento central de las fiestas, y no los desórdenes (siempre controlados y rituales) de otros lugares.

Por tanto el Patrimonio Etnológico, a través de sus edificios, de sus objetos y de sus actividades, construye los elementos de identidad de la comunidad, y se realimenta de esta misma búsqueda de diferenciación: no olvidemos que precisamente la existencia del Patrimonio Etnológico está condicionada, según nuestra propuesta, por el propio reconocimiento colectivo.

El Patrimonio Etnológico y los museos etnológicos

Es difícil reconocer cual es el papel de los museos etnológicos, incluso desde nuestra experiencia más cercana, como coordinadores de estas instituciones en la Comunitat Valenciana.

De cualquier modo, estos museos se encuentran bastante lejos del papel ideal de conservar, investigar, difundir y educar. No se encuentran en ellos los siguientes rasgos:

No suelen ser lugares de "educación", es decir de transmisión del conocimiento.

Tampoco son lugares de "placer", es decir de muestra de elementos hermosos o interesantes.

Tampoco practican el "alejamiento" de la cosa, que sirve para valorarla - a través de la contextualización.

Menos aún, a pesar de reclamarlo insistentemente, son lugares de "memoria histórica", es decir contenedores de aquellos objetos que significan algo para la comunidad.

Lamentablemente, la mayor parte de los museos etnológicos - si no son todos - cumplen con el práctico papel de ser "vertederos culturales": aquel-lugar-donde-se-lleva-algo-que-ya-no-sirve-pero-que-nos-da-la-pena-de-tirar. Naturalmente así no puede llegarse a ninguna parte: las piezas proceden, siempre, de donaciones, y los generosos donantes, casi siempre, insisten en que su nombre destaque más que la procedencia, el uso, o el propio nombre de la pieza. Y no hablemos de su "instalación museográfica": siguiendo una estética de mesón turístico, en un amontonamiento estéril de piezas, que sólo significan algo para el que ya las conocía previamente, y que no pueden comprenderse por el ajeno a la cultura o a la tecnología mostradas. De algún modo, los museos etnológicos se podrían comparar a los mítines de los partidos políticos en campaña electoral: sólo sirven para atraer y confirmar su opción a los convencidos.

Quizás el papel del museo etnológico, en esta época en que los medios disponibles son cada vez menores, al menos por parte de la Administración, sea el de servir, por un lado, de "memoria histórica", de contenedores de aquello que-no-se-puede-guardar-en-otro-sitio (lo que presupone la existencia de otros museos "vivos", esto es de fábricas, de talleres en actividad, aunque no sean rentables económicamente). Por otro lado deben servir de estímulo para la curiosidad: lugares donde se descubren cosas (pero no en el estilo de los cuadernos didácticos al uso), y donde se sale sabiendo algo más que a la entrada. Por ello, el papel privilegiado de los museos debe ser el de contenedor-difusor cultural: lugares de memoria histórica (depósito de objetos) y lugares donde practicar (y saciar) la curiosidad: no sólo los objetos; las máquinas (terminales, bases de datos, exposiciones interactivas) que sirven para atraer la atención de los indiferentes y para completar las ansias de conocimiento de los iniciados.

Museos etnológicos en la Comunitat Valenciana

La Generalitat Valenciana tiene tres niveles de Museos, de acuerdo con una Orden de reconocimiento del año 1991:

Museos generales

Existe un solo "Museu Etnològic", de vocación nacional, aunque dependiente de la Diputació Provincial de València. Sus instalaciones, ubicadas en un amplio complejo museístico, varios cientos de veces millonario, se han inaugurado, en una primera fase, en los pasados días de abril.

Su contenido, su vocación de coordinación y de referencia científica, son poco conocidos.

Museos monográficos

La Generalitat Valenciana tiende a propiciar los museos monográficos: ante una proliferación de museos locales, que tienden a repetir indefinidamente la pequeña variedad, esta opción aparece como la más coherente, incluso desde un punto de vista de promoción de los propios museos. En efecto, si estos son muy diferenciados, podrán tener un amplio público, que se restringe a los especialistas o a los clientes locales en caso de museos de limitada vocación local.

Los museos monográficos, sin embargo, requieren elevadas inversiones, y una voluntad local no siempre compartida.

Recordemos el "Museo Valencià del Joguet", de Ibi, que en realidad contiene las Colecciones de Juguetes de Chapa de la antigua fábrica Payá, y que podría ubicarse en los locales de la propia fábrica, la única que existe en activo en la Comunidad Europea, y que ahora produce réplicas numeradas bajo control notarial de los antiguos juguetes históricos. En la actualidad sin embargo las instalaciones se reducen a una exposición temporal, provisionalmente permanente (desde hace ya más de siete años), que se limita a mostrar los ejemplares más bellos de unos juguetes que sólo se muestran como objetos parados y descontextualizados.

El "Molí de l'Oli", de Cervera del Maestre, ilustra bien la dificultad de proteger el Patrimonio Etnológico sin la colaboración local. La Generalitat Valenciana ha restaurado un gran molino de aceite, con una prensa de viga del siglo XVII, restituyendo las instalaciones y creando un recorrido que dota de sentido al edificio, incoado BIC. El Molí, que es de titularidad municipal, no se abre apenas porque el ayuntamiento, de un pueblo de pocos cientos de habitantes, no siente como suyo el museo, y se hace el remolón para que las instituciones, ya que están puestas a gastar, se hagan cargo también del encargado de atender al público cada día.

Hay otros museos especializados, entre los que destacan los de cerámica de Manises y L'ALcora, ambos municipales: aquí, por el contrario, la voluntad del ayuntamiento de construir un elemento de identidad, dota de medios, modestos pero muy eficaces, gracias a la acción de sus directores.

Pero también hay museos fruto de la iniciativa privada, que en algunos casos ha cristalizado en fundaciones de carácter privado (aunque curiosamente con participación de instituciones públicas): el museo del calzado de Elda podría servir de ejemplo.

Museos territoriales

Varios museos etnológicos nacieron con una voluntad territorial que no ha acabado de cristalizar, precisamente por la poca coordinación entre las instituciones (y la falta de medios públicos, todo hay que decirlo). Destaca el ejemplo de Dénia, que pretendió montar una red de museos en la comarca de La Marina, especializando cada uno de ellos en un tema más propio de esa localidad, y compartiendo sus colecciones con otros museos de la comarca: así están, más o menos dormidos, los museos etnológicos de Dénia (dedicado a la "pansa" o uva pasa), el de Pego (al cultivo del arroz), el de Benissa (más especializado en la fabricación de muebles), el de Orba (dedicado ala "terrisseria" o alfarería local).

También destaca la vinculación entre los museos de la Vega Baja, una comarca con una firme vocación museística (¡¡¡hay más museos en la comarca que en toda la provincia de Castelló!!!), aunque dicha coordinación se debe más a la voluntad colectiva de los directores de los museos locales (en casi todos los casos arqueológicos y etnológicos): Orihuela, Guardamar del Segura, Callosa de Segura, Pilar de la Horadada, San Fulgencio, Almoradí, Rojales...

De cualquier modo estas iniciativas, no contempladas por la Orden de reconocimiento de los museos, debieran de estar en manos de la Administración superior, para propiciar una coordinación de actividades y un mejor aprovechamiento de los numerosos e inconexos esfuerzos locales.

Los museos de memoria histórica

Muchos museos del siglo pasado, y de bien avanzado éste, nacieron con una profunda vocación de ser contenedores (o mejor "vertederos culturales"), donde se reunían aquellos elementos simpáticos que forman parte "importante" de la historia local: el chuzo del último sereno, la última tabla para fabricar alpargatas, o la llave de la puerta de la muralla, destruida hace siglo y medio.

Sin embargo, bien construidos, estos museos deberían ser el contenedor de la memoria histórica - donde también podría preguntarse sobre los objetos, los lugares y las actividades, no sólo desaparecidos, sino que aún constituyen elementos de identificación de la población, e incluso de un territorio más amplio.

Esta animación, sin embargo, requiere la actividad de un técnico, retribuido, que gestione y dinamice al museo. No olvidemos, como decíamos antes, que el patrimonio es un lujo cultural, que debe cuidarse, y que cuesta dinero, para que llegue a ser operativo.

La conservación del Patrimonio Etnológico

En consecuencia, la conservación del Patrimonio Etnológico no debe restringirse a los museos. Es más, tal y como están concebidos ahora, debiera ser el último lugar doinde conservar - y difundir - el patrimonio, pero a menudo la ausencia de otros medios de difusión, de conservación y de investigación, justifica su existencia como un mal menor.

De manera principal, la conservación del Patrimonio Etnológico debe pasar por los poderes locales, privados y públicos, mediante una creación de conciencia del propio patrimonio y mediante una adecuada compensación económica o fiscal

La creación de la conciencia del Patrimonio Etnológico

La difusión, el conocimiento del Patrimonio Etnológico debe dar, como fruto, la identificación del indígena, del habitante local, con su entorno cultural. Es sabido que el cambio de denominación de las cosas implica, sin la menor duda, la identificación con ellas: cuando se habla de algo que "han arreglado los de València" (antes era "los de Madrid", pero ahora "los otros" estamos algo más cercanos), se trata aún de una cosa lejana, de otro. Mientras que si se habla de "nuestro" molino", "nuestra" máquina de ten o de "nuestra" procesión, es la prueba de la identificación, de la asimilación del Patrimonio Etnológico.

Por supuesto no basta con difundir y proponer un elemento para que se integre automáticamente en los profundos arcanos de los signos de identidad de la comunidad: este es un misterio que los antropólogos y otros trabajadores de la Cultura deberíamos desvelar, como es que algunos hechos, algunas cosas, incluso recientes, se integran en el pensamiento comunitario, como si siempre hubiesen estado allí. Antes apuntaba que las "Falles" o los "Moros i Cristians" son unas fiestas recientes. Pero lo más sorprendente es que hace veinte años había cerca de 400 fallas en la propia ciudad de València, y apenas cuarenta o cincuenta en los demás pueblos y ciudades, incluso castellano-parlantes, de la Comunitat Valenciana. Ahora el proceso se ha invertido: este año había cerca de 400 en los pueblos y algo más de 350 en la ciudad, en un momento de expansión, que parece imparable.

Con los "Moros i Cristians" pasa lo mismo: de celebrarse en una docena de pueblos, en veinte años han pasado a ocupar las calles de más de cien.

¿Cual es el secreto de difusión de estos rasgos, que de pronto son aceptados, sin iniciativas oficiales, por las comunidades locales, y que son asimilados por ellas como si fueran "suyos", "de siempre"?

De cualquier modo, esta difusión, local y territorial, debe permitir, si está bien enfocada y gestionada, que el Patrimonio Etnológico, como los demás aspectos patrimoniales, formen parte de la propia identidad, y por tanto sean defendidos como cosa propia.

Las consecuencias de su conservación

Pero la conservación del Patrimonio Etnológico tiene graves consecuencias, sobre todo en el caso de las actividades, tanto productivas como rituales. Una perspectiva amplia, y una colaboración intensa entre las administraciones, debiera resolver estos casos.

Limitaciones constitucionales

La primera restricción que oponen los juristas a la consolidación como monumentos de las actividades se basa en que la declaración de un acto como BIC supone una limitación constitucional a los derechos de la persona. Pero esta lectura restricta constituye, a nuestro parecer, una apreciación equivocada. ¿Cuando se declara un edificio, o un entorno, BIC, no se está limitando los derechos individuales, también? ¿No se hace esta limitación en nombre de los derechos de la comunidad, que también existen? Y, ¿cómo se resuelve esta limitación a los derechos del titular? ¿Mediante bonificaciones fiscales y subvenciones!

Del mismo modo, la delimitación de una actividad como monumento implicaría una limitación de sus actores, que debería ser resuelta del mismo modo: mediante bonificaciones fiscales y mediante subvenciones. No olvidemos que estamos tratando de incoar como BIC no sólo las actividades residuales, a punto de desaparecer, a menudo poco trascendentes, sino otras "vivas" y boyantes - al menos en este momento, porque debemos encontrar una armonización entre la protección del Patrimonio y el derecho al cambio, la posibilidad de actuar sobre este Patrimonio Etnológico.

Esta apertura del concepto de Patrimonio Etnológico implica consecuencias urbanísticas, medioambientales y otras, relacionadas con otras instancias de la Administración y de la propia sociedad.

Integración con otras perspectivas

La protección del Patrimonio Etnológico en un sentido amplio, antropológico, implica no sólo a los ámbitos administrativos o académicos, sino a otras instancias. Pongamos por caso la procesión del Corpus de València. Al inicio de la misma desfilan entre nueve y diez carros triunfales, llamados "Rocas", de los cuales los seis más antiguos fueron construidos a principios del siglo XVI, mientras que dos de los restantes son de finales del XIX, y otros dos de los años sesenta una, y la otra "Roca" se inaugurará este mismo año. Las seis más antiguas están incoadas como BIC por la Generalitat Valenciana, y las otras tres inscritas en el Inventario General de Bienes Muebles, a pesar de su tamaño (tiene cinco o seis metros de largas, otro tanto de altas, y son tiradas por un par de caballerías).

Las más antiguas fueron rebajadas de un metro, a principios de siglo, para que no tropezasen con los cables de los tranvías, recién instalados. Los tranvías desaparecieron más tarde, pero las "Rocas" no fueron restituidas a sus proporciones originales. Incluso, las nuevas líneas de ferrocarriles urbanos se extienden por la periferia de la ciudad histórica, y no afectan al recorrido reglamentado de la procesión.

Ahora, cuando se plantea la restauración de esos monumentos portátiles, se asegura la imposibilidad de volverlas a su altura original, ya que eso "limitaría los derechos constitucionales de los propietarios de los cables (telefónicos, de alumbrado) afectados". ¿No es éste un caso típico de interdisciplinariedad, en el que se trata de encontrar una solución adecuada a los problemas de unos pocos afectados, para que unos muchos recuperen la armonía de las medidas y por tanto recuperen unos derechos perdidos? Por tanto en esta línea debiera trabajarse: la consideración de las actividades, eficazmente reglamentadas, como un hecho patrimonial, que generase obligaciones y derechos, no sólo a los posibles afectados, sino a toda la comunidad.

La necesidad de inventarios para crear Patrimonio Etnológico

Tras lo expuesto parece evidente que los inventarios, bien realizados y difundidos, son el modo más directo de "crear" el Patrimonio Etnológico, no tanto porque no exista previamente, sino porque carece de protección en tanto no es reconocido como tal.

Inventarios de Patrimonio Etnológico

Los inventarios del Patrimonio Etnológico no deben limitarse a los datos marcados por la Ley del Patrimonio Histórico Español, sino que deben ampliarse, especialmente en el caso de las relaciones de actividades, tanto productivas como rituales, a describir el contexto de modo que puedan identificarse y poderse reproducir, marcando los elementos que los constituyen así como aquellos otros que sólo los completan.

El papel de la Administración

El papel de la Administración es insustituible a la hora de elaborar los inventarios del Patrimonio Etnológico. La transferencia de las competencias en materia de patrimonio otorga este papel primordial a las Comunidades Autónomas, ya que las Corporaciones locales, incluso las provinciales, carecerían de la perspectiva necesaria para hacer un trabajo eficaz y útil para la gestión del Patrimonio Etnológico.

No obstante, estos inventarios, coordinados y en la medida de lo posible financiados por la Administración, deben tener en cuenta las actividades tanto científicas como personales de la propia Universidad así como de las Asociaciones Culturales reconocidas y activas: se trata de aprovechar los distintos recursos, públicos y privados, para lograr un necesario conocimiento del Patrimonio Etnológico y poder obrar en consecuencia.

Las bases de datos coordinadas

Estos inventarios del Patrimonio Etnológico deben coordinarse no sólo a nivel local, comarcal o regional, sino que debiera establecerse una coordinación más amplia, propia de la Administración Central, para establecer criterios más amplios dentro de la especificidad propia y de los intereses territoriales de cada Comunidad Autónoma.

La iniciativa privada

La nueva ley del mecenazgo abre las puertas, de una manera mucho más eficaz, a la participación de la sociedad civil en la conservación del patrimonio, y de manera especial del Patrimonio Etnológico, ya que no sólo autoriza las actividades de voluntarios o de mecenas, sino que dispone de ventajas fiscales, quizás la forma más efectiva en nuestro contexto histórico, de propiciar las inversiones de tiempo, de trabajo y de dinero en el patrimonio.

Asociaciones culturales: los voluntarios

En consecuencia las asociaciones de voluntarios pueden convertirse en el método más eficaz para seguir de cerca los avatares del patrimonio local y comarcal. Del mismo modo, aquellas asociaciones especializadas en temas muy restringidos, como pueden ser los ferrocarriles de vapor o los toques de campanas, pueden servir de apoyo a las instituciones, por la cantidad de datos, a menudo en estado bruto, que pueden aportar.

El mecenazgo

La nueva ley abre el paso a la participación del mecenas en la financiación de actividades tendentes a la conservación del Patrimonio Etnológico. En la Comunitat Valenciana tenemos el caso reciente de la restauración de los "Aljibes de Gasparito", en Rojales, a través de la Fundación Banesto, que ha permitido recuperar estos edificios de almacenamiento de agua, que se encontraban en ruinas hasta hace pocos años. La posición de las Administraciones tanto local como autonómica, ha sido de mediación, y en menor parte, de participación del Ayuntamiento en los gastos de restauración. Estos edificios no hubieran sido reconocidos y restaurados in una previa inclusión en un inventario, llevado a cabo por los aficionados locales, y asumido y ampliado más tarde por las propias administraciones.

Patrimonio Etnológico y una fiscalidad abierta

La conservación del Patrimonio Etnológico pasa, necesariamente, por una lectura amplia de las leyes, también en un plan fiscal, que resuelva las limitaciones de una legislación pensada sobre todo para la conservación, el conocimiento y la difusión de los grandes patrimonios artísticos.

A modo de conclusión

Creemos haber definido la complejidad de los inventarios del Patrimonio Etnológico. Estos inventarios no se refieren a campos del conocimiento bien delimitados, como pueden ser los inmuebles o los propios objetos artísticos, sino que tratan de edificios, objetos y actividades, a menudo de escaso valor económico, pero que solamente pueden ser comprendidos, y asimilados como elementos propios de la historia y de la identidad local, a través de una conservación lo más íntegra posible, a través de la comprensión de todos los elementos que los conforman.

Bibliografía

Hemos utilizado, con aprovechamiento, las diversas comunicaciones presentadas sobre el tema El Patrimonio Etnológico - VI Congreso de Antropología - nº 6 - Tenerife - 1993, y coordinadas por LLORENÇ PRATS I CANALS y MONTSERRAT INIESTA I GONZÁLEZ.

También seguimos el espíritu de las propuestas de MARCEL MAUSS Introducción a la Etnografía Colección Fundamentos nº 13 - Ediciones Istmo - Madrid - 1971

LLOP i BAYO, Francesc
Generalitat Valenciana (1996)
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