Tiempo, espacio, tecnología:
El descubrimiento de la cultura tradicional en los pueblos y ciudades de nuestro entorno

Viajeros Ilustrados: el descubrimiento del "otro".
La sorpresa de los viajeros

El Manual del Viajero

En 1796, VICENTE DEL SEYXO, un escritor Ilustrado, publicaba un libro, con un largo título. Editado en Madrid, mide tan sólo 15 x 10 cm. , un tamaño muy apropiado para llevar en el bolsillo de un Viajero. Del Seyxo propone la necesidad de realizar Viajes, para observar países poco o mal conocidos. Las observaciones cuidadosas del Viajero permiten sentar unas bases racionales para poder reformar el País viajado. Dicho de otra manera, para gobernar un territorio, es preciso conocer antes sus condiciones culturales y ecológicas. Se trata de conocer toda la realidad para, una vez conocida, modificarla. Es decir, hay que conocer la ocupación social del espacio, la población y su organización, sus ritos y creencias, sus leyes, las características de los distintos grupos. También es preciso conocer las características geográficas y físicas, la fauna, la flora y los minerales. Todo este mundo natural se investiga para su posible aprovechamiento, para el beneficio social de esos recursos.

El Viajero trata de conocer la Naturaleza y de conocer el grupo humano que vive en los lugares visitados, para poder reformarlos, para controlarlos mejor. La investigación pretende conocer en todo momento las condiciones naturales del País, relacionándolas con el grupo que lo habita, observando el uso y las ventajas o desventajas que el grupo saca (o pudiera sacar) de su territorio.

DEL SEYXO pide, sobre todo, que el Viajero tenga una actitud crítica ante lo que visita, que no se deje llevar por las apariencias. Tiene que observar directamente los hechos, tiene que residir un tiempo con la comunidad que quiere estudiar, debe conversar, escuchar y leer para comprender que significa lo que está viendo. Debe, sobre todo, adoptar una posición de humildad ante lo que se le presenta:

Primeramente, considerarse desnudo de todo conocimiento sobre el País en que se halla, no confiandose de algunas noticias previas que tenga, pues debe obrar como si todo le fuese enteramente desconocido.

Trataremos, por tanto, de mantener esta actitud, tan antropológica, aunque tan poco usual. Queremos descubrir como nos han visto los otros, como nos vemos los unos a otros, y como debemos acercarnos a las comunidades tradicionales, especialmente las rurales. No daremos, desde luego, solución a todos los problemas que supone el contacto con "los otros". De hecho, difícilmente podremos salir del campo de las generalizaciones, de los tópicos, tan útiles por otra parte.

Pero intentaremos, al menos, colocarnos en esta actitud humilde y necesaria, de sentirnos desnudos ante los otros. Solamente así podremos comprender que el otro está mucho más lejos, y mucho más cerca, de lo que pensamos. Del mismo modo, manteniendo nuestra distancia y nuestro respeto, mantendremos la delicada cultura tradicional, tan debilitada y acosada por nuestra actitud prepotente de urbanitas.

Los Viajeros Ilustrados

Numerosos motivos fueron la causa del extraordinario número de viajeros que han visitado las tierras de España a lo largo de los siglos: desde la devoción al apóstol Santiago, hasta las guerras de la llamada Reconquista, en la que con frecuencia tomaban parte príncipes y señores de diferentes países con sus huestes, que luego difundían noticias de la península. Esa afición a viajar revistió, en el siglo XVIII, una verdadera fiebre: más de un centenar de viajeros franceses, ingleses, italianos, suecos, dinamarqueses, recoge FOULCHÉ-DELBOSC (1896), movidos muchas veces por el ansia de descubrir el exotismo y de confirmar sus prejuicios sobre la llamada Leyenda Negra. También hay viajeros españoles, como apunta DEL RIVERO (1946) pero sus relaciones están inspiradas casi siempre en propósitos literarios, artísticos, arqueológicos y científicos. Los relatos de los primeros se basan en impresiones literarias y subjetivas, mientras que los segundos tratan, en armonía con la propuesta de DEL SEYXO, de conocer el mundo que les rodea. . . para dominarlo mejor.

Los libros de viajes se convierten en un reflejo del viajero, y en una expresión de su manera de ver el mundo. Aquel que viaja - y que relata sus viajes- describe aquello que, de antemano, ya sabía que iba a descubrir en esos lugares, y que sabe que interesará a sus lectores, porque piensan de manera parecida a la suya.

A través de los libros de viajes descubriremos, por tanto, un doble mundo: aquel que se describe, pero matizado desde la óptica especial del viajero. DEL RIVERO sugiere que esos libros se limitan a un valor emocionario, a ser una guía sentimental.

Las Cartas de España de MÉRIMÉE

Dentro de los viajeros románticos franceses puede citarse a MÉRIMÉE que describe, en una de sus cartas, Una ejecución, dramática historia que centra en València, el 15 de noviembre de 1830, en la que comienza justificando su asistencia a dicho acto:

. . . Es preciso que primero le explique por qué he asistido a una ejecución. En país extranjero uno está obligado a verlo todo y se teme siempre que un instante de pereza o disgusto te haga perder algún aspecto curioso de las costumbres.

Aparte de la estremecedora historia, el interés se centra, para nosotros, en las descripciones de València y sus gentes, desde una posición bastante objetiva:

Los castellanos tienen un proverbio contra los valencianos, proverbio que -a mi entender- es completamente falso. Es éste: «En Valencia, la carne es hierba; la hierba agua; los hombres mujeres y las mujeres, nada». Doy fe de que la cocina de Valencia es excelente y de que sus mujeres son hermosas en extremo y más blancas que en cualquier otro reino de España. . .

En Valencia la prisión es una vieja torre gótica. Su arquitectura es bastante hermosa, en especial la fachada que da al río. Está situada en uno de los extremos de la ciudad y es una de sus puertas principales. Se llama la puerta de los Serranos. Desde lo alto de la plataforma se ve el cauce del Guadalaviar, los cinco puentes que lo cruzan, los paseos de Valencia y la risueña campiña que la rodea. Es un placer bastante triste ver los campos cuando se está encerrado entre cuatro muros, pero es un placer al fin y al cabo, y hay que agradecer al carcelero que permita a los detenidos subir a la plataforma. Para los más prisioneros, el más pequeño goce tiene valor. . .

Me situé muy pronto ante la puerta de los Serranos con uno de mis amigos españoles que tenía la bondad de acompañarme. Esperaba encontrar una multitud considerable aguardando desde la mañana, pero me engañaba. Los artesanos trabajaban tranquilamente en sus tiendas, los campesinos salían de la ciudad tras haber vendido sus legumbres. Nada anunciaba que iba a ocurrir algo extraordinario, si no fuera por una docena de dragones alineados junto a la puerta de la prisión. La poca prisa de los valencianos por ver ejecuciones no creo que se deba atribuirse a exceso de sensibilidad. No sé tampoco si debo pensar, como mi guía, que están ya tan cansados de ver el espectáculo que ésta ha perdido ya toda su atracción para ellos. Tal vez la indiferencia provenga de los hábitos laboriosos del pueblo valenciano. El amor por el trabajo y por el beneficio le distingue no ya sólo del resto de los pueblos de España sino también del resto de los de Europa.

El Viaje de Laborde

ALEXANDRE LABORDE realizó un viaje por las tierras de España en 1808

para facilitar á sus paisanos la conquista de España, presentándoles en los mapas las rutas, y describiendo el terreno, sus productos y población; dando en fin una completa estadística de los pueblos mas notables de cada Provincia

como afirma MARIANO DE CABRERIZO. La importancia de su obra es manifestada por el traductor del Viaje al español, Fray JAIME VILLANUEVA:

Y si tanto daño acarrearía á los hombres la ignorancia de lo que hay en paises apartados, y por desterrarla han emprendido los sabios viages tan arriesgados y costosos, ¿cuanto mas dañosa será la ignorancia de lo que tenemos dentro de nuestra casa y pais? Y no diré ya dañosa, sino vergonzosa y de oprobio insufrible: que tan limitados nos hallemos al lugar y al tiempo en que nacimos, que ni sepamos, no digo lo que fueron nuestros padres, sino aun lo que son nuestros vecinos, ni donde viven, ni en qué se ocupan, ni en qué les somos semejantes, ni qué es lo que de ellos podemos aprender para hacer menos incómoda la vida. Y si á esto añadimos la ignorancia de la misma tierra que pisamos, y que nos alimenta con sus producciones, y de las riquezas que nos guarda en sus entrañas, esperando que las disfrutemos, y de las que echa afuera sin cesar, en plantas saludables y frutas sabrosas, y maderas útiles, y fuentes con que cura nuestras dolencias y fertiliza nuestros campos: esta ignorancia, digo, mas bien debiera llamarse ingratitud y estupidez. ¿Que empresas podrán esperarse de esta desidia? ¿A qué aspirará sino á vegetar, y morir como nació, el que tan descuidado vive de su misma patria, y acaso tacha de pueril y superfluo el estudio de su clima, de su disposición física, de su poblacion, agricultura, historia, artes, leyes, fuerzas y economía? Como si el hombre naciera solo para sí y no para la sociedad, cuyo miembro es, y cuya gloria y prosperidad está obligado á procurar por todos los medios, y como si esto pudiera conseguirse con la ignorancia de lo que en ella obra ó permite el Criador.

LABORDE describe cuidadosamente los territorios por los que pasa, tratando de explicar unos comportamientos que le parecen sumamente extraños:

Hemos hecho esta pintura bastante circunstanciada de los primeros pueblos de España, porque á la verdad es un cuadro en el cual se ven fielmente retratadas las costumbres de sus habitantes, en todas las épocas de su historia. Siempre se encuentra el mismo valor, la misma fidelidad en los tratos, é igual frugalidad en sus personas. No parece sino que su caracter sencillo y generoso es efecto del pais, pues ha resistido á todas las revoluciones que debieran haberle destruido; y el filósofo observador le reconoce todavía en estos tiempos en casi todos los pueblos de esta hermosa Península, sin que se pueda dudar que todas las bellas cualidades de nuestros antepasados, se reproducirán en sus generaciones siempre que lo exijan las circunstancias, ó se vean rodeados de iguales peligros.

El carácter autóctono es siempre fruto de las condiciones físicas del entorno, y la frugalidad de los habitantes es una consecuencia natural. La descripción de València construye los tópicos del paisaje, aunando las virtudes de los laboriosos valencianos:

Las montañas que se acaban de pasar son calcáreas; y aunque ásperas, escarpadas y penosas, ya se ve en ellas la industria de los habitantes de este reino, que no olvidan ningún sitio susceptible de cultivo, extendiéndole hasta los mas inaccesibles. Esta vista es mucho mas grata al viagero, comparándola con las llanuras y montañas estériles y secas de Castilla la Nueva que acaba de pasar. Al llegar á la cumbre de estas sierras se disfruta de una perspectiva inexplicable, viéndose en globo la inmensa llanura en que está situada Valencia, cuya extensión no permite examinar sus partes, y forma una mezcla confusa y agradable de poblaciones y casas de recreo. En su extremidad se descubre la capital, que unida á los innumerables lugares y caseríos que la rodean, parece ser la mayor ciudad del universo. El mar termina el fondo, y da el mayor realce á este cuadro pintoresco. . .

Saliendo de Elche. . . Al entrar de nuevo en las montañas se admira la paciencia industriosa é incansable del valenciano, que sabe sacar partido de la tierra mas estéril y del suelo mas ingrato. Porque cortando las laderas de las montañas, las convierte en terraplenes que sostiene con paredes de piedras arregladas unas sobre otras, y forma como una grada de campitos estrechos que ara y siembra, y que con su producto le pagan sus trabajos. . .

Las campiñas que rodean á Villena son muy fértiles y hermosas, y producen mucho trigo, vino, aceite y cáñamo, conociéndose en su esmerado cultivo la vecindad de los valencianos. . .

Los Viajes de PONZ

ANTONIO PONZ realizó su Viage de España a partir de 1771, hasta 1791, publicando el tomo III, relativo Castilla La Nueva y València en 1774, reeditándolo en 1777 y 1789. El propósito de PONZ es bien diferente: quiere conocer los Reinos de España, para analizar desde una perspectiva Académica, los progresos de las Artes, y sobre todo la sujeción de las nuevas construcciones a la Regla imperante. Sus impresiones nos descubren una nueva perspectiva de la ciudad de València:

Desde lo alto de las Cabreras, o Cabrillas, se presenta un objeto, el más delicioso que se puede pensar, y es toda la huerta de Valencia, descubriéndose también los montes de Denia y San Felipe, la cordillera de Murviedro y más allá, que será la distancia de cerca de veinte leguas. Como la ciudad de Valencia está tan acompañada de lugares en sus inmediaciones y de muchas casas de campo entre ellos, que llaman alquerías, no pudiéndose distinguir bien desde esta distancia sus divisiones, todo ello parece una ciudad, que si así fuera, no la habría habido igual en el mundo. El verdor de aquella dilatada llanura, sembrada de una multitud de pueblos, hacen bella contraposición con el mar, y todo contribuye a formar una vista cual nunca imaginaron los poetas. . .

Es sensible que una ciudad tan bién situada, tan llana y tan deliciosa como es ésta, tenga las más de sus calles estrechas y torcidas; defecto que como dije a usted desde Toledo, se podría haber remediado en tantos siglos desde que se arrojaron los que por máximas de su religión, de su política o por otras razones se complacían de vivir en angosturas, sin hacer caso de la magnificencia ni de las demás cosas que nosotros echamos de menos; con que las reedificaciones se e hubieran llevado a efecto sobre un plano cierto y bien pensado desde aquellos tiempos, nos hallaríamos hoy con todas las ciudades de España hermosas en su planta, sus calles, plazas, etc. ; pero ya que esto no se ha hecho en lo pasado, no sé cómo ahora no se hace, particularmente en las poblaciones más principales y en donde hay mayor necesidad.

Las Observaciones sobre la Historia Natural de CAVANILLES

ANTONIO JOSEF CAVANILLES publicó en 1795 el primero de sus dos tomos sobre las características naturales del Reino de Valencia. Su trabajo es el más científico, y como buen Ilustrado trata de educar con sus libros, comprendiendo todo lo que va percibiendo en su deambular por la mayoría de las poblaciones valencianas. Analiza los productos del campo y los trabajos de los campesinos, y mantiene una batalla personal contra los cultivos de arroz que causan un rápido enriquecimiento, a cambio de una gran mortalidad. Veamos dos ejemplos de su viaje científico:

Real se halla en la llanura, y Montroy en la raiz oriental de un cerro, en cuya cumbre se conserva parte del antiguo castillo. . . Cultivan la tierra con conocimiento, multiplican los machos en los algarrobos, y les quitan la leña inútil, lo que practican tambien en los olivos, aprovechan las aguas del rio para variar las producciones de sus huertas, y tienen dilatados viñedos y muchas moreras. Aún es capaz de mejoras el término, principalmente el de Montroy: la falta no se debe atribuir á desidia, sino á los pocos brazos que hay para cultivarle. Habia muchos eriales y pocos árboles al principio del siglo, quando apénas llegaban á 200 los vecinos de ambos pueblos, y es de creer que continuará en aumentarse el cultivo á medida que nuestra especie. Algunos piensan que en tiempo de Moriscos era mayor la poblacion del reyno; pero me lisonjeo que el lector quedará persuadido de lo contrario. En 1602 quando se trataba de reducir á huertas las llanuras de Carlét y la Alcudia, el llano de Quart y otros campos, decian en el informe "que esta operacion haria felices á 83 pueblos, que tienen cerca de 9. 000 vecinos". Hoy pasan de 20. 000 los que viven en ellos. . .

La primitiva condicion del suelo conocido con el nombre de Ribera, las mutaciones físicas que ha experimentado, el estado actual de sus vivientes, atmósfera y frutos, y principalmente el cultivo del arroz y sus efectos, merecen la mayor atencion, y un serio exâmen. Así pues ántes de tratar en particular de los lugares de este recinto, daré la descripción física del suelo; hablaré luego del cultivo del arroz, y de los intereses que produce, de las enfermedades, muertes y despoblacion que causa, y de las muchas aguas que consume en perjuicio de la agricultura.

El choque cultural: el "otro" está mucho más cerca

"Sentirse extraño": el principio de todo conocimiento

HONORIO VELASCO, un antropólogo castellano, afirma que sentirse extraño es el principio de toda investigación antropológica. Cuando se descubre que el otro se comporta de manera inesperada, se puede reaccionar de dos modos: un rechazo hacia esa manera extraña de actuar o bien un deseo, lleno de humildad y de respeto, para tratar de comprender las causas de si diferencia. La Antropología trata de descubrir, a partir de ese sentimiento de extrañeza, la cultura popular, el sentimiento real de los pueblos, de las clases subalternas, como dicen los italianos. Trataremos, a partir de ahora, de sentirnos extraños, de tratar de descubrir al otro mucho más cerca, y al mismo tiempo mucho más lejos de nosotros. Estas reflexiones nos vendrán bien para descubrir que la vida rural se organiza (o se organizaba, como veremos a lo largo de esta discusión) de manera distinta a la nuestra.

Los pueblos se descubren los unos a los otros

SANCHIS GUARNER recoge, en un importante estudio, una serie de tópicos sobre las diferentes poblaciones valencianas. Tópico, en su sentido original, quiere decir relacionado con el territorio. Las rivalidades naturales entre los pueblos vecinos, sus costumbres peculiares, los oficios tradicionales, los productos típicos, los monumentos característicos, los episodios más o menos anecdóticos o fantásticos de la historia local son fuente para estos tópicos.

Naturalmente, estos tópicos implican asociada la idea de pertenecer a una Comunidad, a un agrupamiento en el cual se nace y se pertenece de manera implícita y permanente; la asociación, voluntaria o coactiva, es un vínculo jurídico y no natural. El grupo comunitario se basa en la convivencia, en la cultura común, en la economía compartida, en la política, la religión, la amistad. Por eso el concepto de comunidad según ARACIL es elástico, y subsiste aunque falte algún elemento.

La trascendencia de la comunidad es enorme: modela el carácter de los individuos, constituye su cultura, un hecho siempre comunitario. La comunidad implica una cultura más o menos autóctona, y depende del grado de conciencia de constituir un grupo propio, de la fidelidad y de la solidaridad que sientan sus miembros. La conciencia de formar parte de una comunidad crece de manera inversa al su tamaño: se trata de un sentimiento mucho más preciso y cotidiano, en los grupos pequeños. De manera especial, el campesino, se interesa por aquello que conoce socialmente, llegándole a producir o bien un gran entusiasmo o una gran repulsión. Se trata de lo que CARO BAROJA llama sociocentrismo, es decir la creencia de que la comunidad de que se forma parte es la más digna y preferible de todas las existentes.

Ese sociocentrismo se organiza en torno a dos criterios: por una parte se trata de la homología: la conciencia de pertenecer, desde el barrio hasta la nación, a una misma comunidad, aunque sea en diversos niveles de compromiso. Por otra parte está el criterio de la diferenciación: se trata de la reivindicación de la diferencia, especialmente frente a aquellos que se encuentran en un mismo nivel que nosotros. Oposición frente a otro barrio, a otro pueblo, a otra comarca, a otro país. Aunque parezca contradictorio, ambos criterios alimentan el sentimiento de la identidad: por un lado nos sentimos similares a otros, compartimos los mismos afanes, y, al mismo tiempo nos sabemos distintos, y por tanto superiores. El sociocentrismo no sólo se manifiesta por el sentimiento de la propia importancia, sino por la antipatía y el desprecio hacia alguna localidad inmediata. Nosotros somos buenos, los demás son malos y los vecinos son los peores. Esa hostilidad es colectiva y suele ser recíproca. CARO BAROJA afirma que si queremos llegar a obtener resultados mucho más precisos respecto a las distintas estructuras sociales, hay que estudiar, de manera especial, las manifestaciones de hostilidad. Como apunta SANCHIS GUARNER los sociólogos y antropólogos tienen que abandonar, definitivamente, el optimismo metodológico, que les hace preocuparse más por los hechos folklóricos basados en la fraternidad y en la cooperación entre las gentes, y dedicarse también a los sentimientos de enemistad o antipatía colectivas. Estos sentimientos, que nacen del recelo y de la desconfianza, y que derivan del culto egocéntrico de la comunidad, del sociocentrismo, nos enseñan a aceptar les defectos de los otros para que, conociéndolos, podamos sobrevivir. En el fondo están marcando una diferenciación y al mismo tiempo una resignada aceptación.

Veremos una serie de tópicos, de lugares comunes relacionados con poblaciones, vistos desde el propio pueblo o desde los vecinos, y que recoge SANCHIS GUARNER, como muestra de esa visión dual de toda comunidad, especialmente si es rural y de tamaño pequeño. Indicaremos tras el tópico la población donde se usa. Hay algunos relacionados con lugares, que serán negativos desde los pueblos vecinos, y positivos desde la propia población:

A la Mata qui no és gat, és gata i el qui no, arrapa. Cinctorres

Morella, mira-la bé i fuig d’ella. La Pobla de Benifassà

Vinaròs és un jardí de clavells i roses fines; los clavells són los fadrins

i les roses les fadrines. Vinaròs

Vinaròs, París i Londres. Vinaròs

Borriana, París i Londres. Borriana

Almazora la vieja, monte sin leña, mar sin pescado, muchos chiquillos

mal educados. Borriana

A Almassora el que no va, no plora. Castelló

A Cabanes va qui té ganes. Orpesa

En Onda la claven fonda, i en Castelló hasta el tacó. Borriol

Vila-real, poble de l’alegria, quaranta mil tavernes i ninguna llibreria. Vila-real

En Sogorb tots són beatos, en Castelló, lliberals,

en Vila-real són carlistes, i en la Vall, republicans. Moncofa

De Altura ni mujer ni mula, y si puede ser, ni mula ni mujer. Alcublas

Segorbe, lo mejor del orbe, y Geldo no vale un sueldo. Navajas

Todos los que son de Liria cantan la jota liriana; y yo que soy de Requena, lo que a mí me viene en gana. Requena

En Caudete, caga y vete. Utiel

En Caudete ricos, y en Jaraguas pobres, y en La Venta el Moro el que tiene come. Requena

¡No trabajará, no! Porque, ¿qué se diría de los hijos de Requena?Utiel

¡Glorioso san Antón! ¡Dadnos agua para Requena y piedra para Utiel! Requena

Requena, mucha gente pero poca buena. Utiel

De Utiel ni ella ni él. Requena

Gente de Hortunas, gente de montón, por donde va uno, van tós. Requena

En Utiel son utielanos y en Requena, requenudos; en Requena son vinagres y en Utiel son cabezudos. Utiel

D’Algemesí,ni dona ni rossí, ni res que siga d’allí. Dicen en Alzira

Però el que entra es queda ací. Replican en Algemesí

Otros tópicos explican los condicionantes geográficos y las diferencias locales:

A l’Ascensió, cireretes a muntó; a La Plana sí, però a Morella no. Cinctorres

Dicen que Morella es fría; es verdad y no lo niego; pero las morellanitas

son más ardientes que el fuego. Cinctorres

En Almedíjar la pansa todico el año la esperan; ha venido una tronada que el barranco se la lleva. Aín

No faltarán los tópicos relacionados con el progreso, con la diferencia de condiciones entre unos y otros lugares:

A Morella no aniré per no pujar la costera, me n’aniré a Vilafranca que ja han fet la carretera. Albocàsser

Cabanes ya no es Cabanes porque es una gran ciudad; han quitado los faroles y han puesto electricidad. Orpesa

Hay tópicos relacionados con los oficios tradicionales asociados a la población:

En Artana són sarieros, en La Vall, espardenyers, en Eslida, taponeros, i en Tales són donçainers. Aín

Los tópicos más duros, sin embargo, se refieren a los habitantes de una población, puestos en causa por sus vecinos, o ensalzados por los propios:

Almassorina, puta fina. Moncofa

De Betxí, ni dona ni rossí, ni res que siga d’allí. Moncofa

Almassorins, lladres i fins. Vila-real

Segorbina, puta fina; si es de Altura, más segura; jericana, más temprana; en Castenó ,una sí y otra no; y en la calle de abajo, todas a ‘estajo. Navajas

Las de Geldo lo dan por un sueldo.

Las mocicas de Segorbe cuando van al agua al río, debajo del delantal llevan un conejo vivo. Aín

La percepción del otro en tierras valencianas

Poco hemos avanzado, a lo largo de esta retahíla de textos, que nos han reproducido diversas maneras de percibir una misma realidad, la de los valencianos, desde fuera (los Viajeros) y desde dentro (unos valencianos respecto a los otros). Hemos visto que la forma de reconocer al otro está impregnada por la propia visión del mundo, por los intereses, por las estrategias de supervivencia de aquellos que hablan y escriben sobre los otros y sobre ellos mismos. Sin embargo, ¿cuales son los móviles que organizan la cultura de los valencianos? Más aún: ¿de qué manera se estructura el espacio y el tiempo, tanto a lo largo de los siglos como en nuestros días? ¿Se puede hablar de una sociedad rural diferente de la sociedad urbana? ¿Existen, hoy, diferencias? Trataremos de comprender todo esto a continuación.

Pautas de la cultura tradicional

Tiempo en la sociedad tradicional

El ciclo anual en los cultivos agrícolas

El año se vive, en la sociedad tradicional, como un ciclo repetitivo, relacionado directamente con los ritmos que marca la Naturaleza. VIOLETA MONTOLIU y sus colaboradores recogen algunas creencias de Quatretonda relacionadas con el año, aún apuntando su poca utilidad práctica:

Creencias que afectan a las tareas agrícolas. No ha sido muy dado este pueblo a la influencia de la luna en ciertas actividades agrícolas pues incluso un refrán dice: "L’home lluner no fa paller" refiriéndose a dos significados distintos: el que siempre está pendiente de la luna para sembrar, o realizar cualquier trabajo, pierde las ocasiones y no recoge nada, por otro lado el que tiene muchas tierras no puede aplicar a todas ellas las fases de la luna porque no le daría tiempo a trabajar parcelas distantes y en diferentes lugares, por lo tanto sólo se mantienen fijas algunas tradiciones concretas:

"De Tots Sants a Sant Martí sembra demá y no avuí"

Para plantar garbanzos se esperaba siempre el primer viernes del mes de Marzo y para sembrar melonar si no se podía hacer el 21 ó 22 de Abril se debía esperar al 27.

El "fem" (basura) de las cuadras y de las casas debe sacarse de luna llena a menguante y como abono se mantiene bien, pero si se hace en luna creciente se convertía en ceniza y se llenaba de gusanos.

Para hacer "garvons" de leña después de la poda debe llevarse a casa antes de las "tronaes" (lluvias tormentosas que generalmente acontecían de la Purísima en adelante), si se mojaban con la lluvia se apolillaban y deshacían.

El ciclo anual en la culinaria tradicional

Otra de las características de la sociedad tradicional, tanto rural como urbana, es la asociación de ciertos alimentos a unas festividades concretas. Algo así como considerar que una Navidad sin turrón y sin cava es menos Navidad.

En Quatretonda, por citar un pueblo, para San Martín (11 de noviembre), se hacen unas cocas, hechas con harina, huevos y espolvoreadas de pasas y almendras. Para Navidad (25 de diciembre) hacen pastissets de boniato, para la Candelaria (2 de febrero) comen longanizas y morcillas, relacionadas con la reciente matanza del cerdo. Durante el invierno comen coques de dacsa, tortas de maíz, con una sardina y cocidas al horno. Durante los miércoles y viernes de cuaresma comen arroz de verduras, con albóndigas de bacalao. Para Sant Josep se hacen buñuelos, y para la Pascua de Resurrección se come la mona, poniéndole un huevo al centro, seguramente un signo de resurrección. También por Pascua preparan el Arnadí, hecho con calabaza y azúcar y llevado al horno.

El ciclo diario: el paisaje sonoro de la Ciutat de València

Uno de los indicativos de la evolución del tiempo a lo largo del día es el paisaje sonoro, el conjunto armónico y coherente de los sonidos producidos por la comunidad a lo largo de la jornada.

Decimos coherente porque expresa, a lo largo del discurso diario, el desarrollo de las actividades producidas por el grupo, de manera voluntaria o inconsciente, y de acuerdo con el nivel tecnológico alcanzado. El paisaje sonoro es armónico, no tanto porque produzca sonidos agradables y armonizados, cuanto genera unos sonidos relacionados con la voluntad de comunicación del grupo: no solamente se producen ruidos por necesidades tecnológicas sino que, muchas veces, se hacen para comunicar estados de ánimo, inquietudes o protestas. Recordemos las motos nocturnas, desposeídas voluntariamente de tubo de escape para que produzcan ruido, como forma de provocación, y no solamente por la necesidad técnica de aprovechar más el mecanismo, pudiendo correr más con la misma cilindrada. El sonido de una herramienta de trabajo, a deshora, puede dar una impresión mucho más positiva, en el grupo, que otros intentos de aparentar que la economía familiar está a flote.

El paisaje sonoro, uno de los aspectos menos estudiados de la cultura, revela, por tanto, toda una serie de informaciones espacio-temporales: desde unas áreas más sagradas (es sabido que lo solemne va acompañado por el silencio, pero que la máxima expresión de la Divinidad se rodea de un fragor intenso) hasta unos momentos de descanso o de desenfreno. El ruido se convierte, por tanto, en un eficaz medio de comunicación y de expresión cultural, de las pautas que ordenan una comunidad. De hecho, el ruido no existe, sino la interpretación de un sonido como ruido: de alguna manera, ¡ruido es lo que producen los otros!

El paisaje sonoro de la Ciutat de València está muy bien descrito por BOIX, relacionando el crecimiento del nivel acústico con la abertura de las murallas, las actividades de artesanos y vendedores, así como las transacciones del Mercado, marcando unos ritmos diarios bien distintos de los nuestros:

Va á amanecer; pero no ha bañado todavía el crepúsculo de la mañana las altas cúpulas de nuestros templos y las cumbres de los vecinos montes. Horas en que se retiran los serenos: los primeros que empiezan á agitarse por la ciudad son los acomodadores de la plaza del Mercado que disponen las sillas, cestones y los toldos de hilo para los espendedores; los vendedores de café y aguardiente que van de corro en corro y de guardia en guardia; los factores de las especierías del Mercado; y los panaderos, y los devotos que oyen las primeras misas, y los alegres jornaleros que se dirigen a sus talleres, y muchachos aprendices que van cantando, y diligencias y ordinarios; y este conjunto produce un rumor sordo y prolongado que se aumenta con la salida del sol. Abrense las puertas, y por la de S. Vicente, Cuarte, Serranos y Mar vereis corriendo, voceando, cantando, y tropezando estercoleros, labradores, lecheros á vuelta de sus acémilas, del rodar de sus carros, de las campanillas de las cabras, y la mayor parte acudiendo al Mercado en busca del puesto mejor. Allí la gritería y una ordenada confusión; caballos cargados, carros atravesados, serones y capazos, y mesas rodando aquí y allá; animales que riñen, labradores que disputan, revendedoras que gritan ó se maltratan, y alguaciles y perillanes, y criadas sueltas y mozos que las siguen, y cuestiones sobre precios, y el polvo que cubre la plaza, y un sol brillante, y un movimiento continuo é incesante. Durante todo el dia vereis concurridas, sin interrupcion, las calles de S. Vicente, S. Martin, Cuarte, Serranos y del Mar: de doce á dos cesa un poco el bullicio, porque es la hora en que generalmente se come en Valencia, y vuelve por la tarde a reproducirse.

El paisaje sonoro urbano reproduce las condiciones culturales de la ciudad: una comunicación con el exterior determinada por la existencia de unas murallas (aunque siempre quedaba un portal abierto, éste era de peaje, y por tanto los que no podían pagar el impuesto se quedaban, toda la noche a la Luna de Valencia), unos medios de transporte determinados, la concentración comercial en el Mercado, los vendedores ambulantes acompañados de su respectiva cantinela, la propaganda callejera. . .

El ciclo diario según las campanas de la Catedral de València

El ciclo diario, en la sociedad tradicional, estaba marcado por los diversos toques de campanas realizados a lo largo de la jornada. Es curioso que en una ciudad como València, con uno de los primeros relojes mecánicos públicos de la península, si no el primero, instalado en la Catedral en 1374, sean los toques litúrgicos de las campanas los que marquen los ciclos diarios de la urbe, hasta bien entrado nuestro siglo. Unas Ordenanzas Municipales de los primeros años del siglo XX regulaban aún que los vehículos tenían que llevar sus luces encendidas desde las primeras oraciones hasta el amanecer, es decir desde el toque vespertino del Angelus hasta el hacerse de día.

El reloj, mediante la gran campana el Micalet, marca el tiempo repetitivo, lineal y frío, pero son los toques de oración, de los actos litúrgicos los que van marcando las partes del día. Una sola excepción: el toc de tancar les muralles, todavía activo (aunque mediante un ordenador) avisa que pronto la ciudad va a quedar casi aislada del mundo. Pero este corte incompleto de València no se realiza en el momento del toque, sino al final de éste, en el momento de les ànimes, el toque de recuerdo por los difuntos, que sirve para cerrar las actividades de la jornada. PACO MAS, uno de los últimos campaneros tradicionales, lo contaba así:

Per a un dia de diari se començava tocant el alba; segons la classe de cor se tocava; si era un cor de doble, de menos classe, s’alçava la Ursuleta, se fea un repiquet en el Violant i se deixava caurer quant acabava el Violant de tocar, de repicar, se tocaven les tres batallaes Ara, si era doble major, ja era la Bàrbara la que li pegaven volta i volta i mitja Per que un doble major ja és una classe!

Después ja no se tocava hasta el cor el cor de la classe que fora: cors n’hi haven doble, semidoble, doble major, segon classe, primera classe, primera classe privilige la primera classe privilegià és la gran ara, si son segones classes, ja son les mitjanes i después el cor, que estava en la gallofa del dia i después del cor, alçar a Déu, el samboriet li fea el senyal de baix, i, vamos! coincidia quant s’agenollava i eixò, pegava batallà i después, quant s’acabava la missa, menejava la campana que havia anat al cor: li pegava unes mitges voltes

I después, al mig dia, les tres batalles del mig dia, del de l’Angelus! En la gran: eren tres només; la primera se resava: "Angelus Dei nunciavit Maria", i tot eixò!

I después ja per la vesprà, el cor que li perteneixia també! Però, per lo matí podia ser un doble, però per la esprà ja podia ser una primera classe! Segons la festivitat del dia siguient!

Después, per la nit, l’Ave Maria també segons la classe de cor, si era un cor de classe, la Bàrbera, volta i volta i mitja, i repicaven en la Catalina. Acabaven de repicar, i tres campanaes en la Maria I si era doble, també, en la Úrsula! La Úrsula i el Violant Ara, si hi havia vol, entonces se tiraven desfetes! Después de l’Ave Maria venia el toc de queda, que no era religiós, eixe toc! Era un toc que havia quedat com a costum, perquè antiguament, quant estava la muralla de València, pa cridar els que entraven dins tocaven, de quant en quant, una batallà en el Manuel, i a última hora més asovint, acabant "Bam, bam, bambambam"! I ahí s’acabava I después les ànimes, que era la última, en la Maria, que eren tres campanaes, en un espai, i después dos seguides, la última.

Las campanas como constructoras del tiempo en Xàtiva

BATALLER cuenta, en un breve artículo, los toques anuales de la Seo de Xàtiva, en el cual se describe, de manera indirecta el ciclo diario, el semanal y el festivo que organiza los toques de la ciudad tradicional:

En el Campanario se alojaban, antes de la guerra de 1936, diez campanas. . .

TOQUES QUE SE CELEBRABAN

Todos los días al Alba el toque de Angelus, consistente en tres campanadas con la María. A la Consagración de la Misa Conventual, seis campanadas, tres seguidas con un pequeño intervalo, seguido de tres campanadas más con la citada María. Al mediodía toque del Angelus de nuevo, con la misma campana, tres campanadas. Al atardecer, el Angelus igualmente con la mencionada María, precedido de un pequeño repique entre interior del reloj y la Jesús. Y finalmente por la noche el toque de Queda y Almas, consistente en una campanada con la José unos cuantos minutos antes de la hora en que se tocaba a Almas, y después de tocar las campanadas de la hora del reloj, con la citada José se seguía tocando las campanadas cada vez más aceleradas y al final tres campanadas con la María.

Todos los días también los toques a Coro, que consistían en media hora antes de empezar el Coro, que era a las nueve, se volteaba la campana Pequeña al repique, al mismo tiempo que la campana del reloj. Diez minutos antes del Coro se efectuaba igual toque que el anterior, pero más duradero; a continuación, repique con las campanas del reloj y Jesús. Por la tarde se hacía el mismo toque con el Coro. Estos toques del Coro variaban de campanas según la solemnidad del día. . .

VOLTEOS DE CAMPANAS

Las Vísperas de fiestas solemnes se volteaba al mediodía después del Angelus y por la noche después del toque de Almas. Para el anuncio de 40 horas se volteaba solamente por la noche y con las cuatro campanas de la parte superior de la Sala de Campanas. Según la solemnidad del día, se tocaban las cuatro campanas de arriba y con intervalos de un cuarto de hora, o sea tres toques al mediodía y tres por la noche. En las grandes solemnidades se tocaban siete, cuatro de arriba y tres de la parte inferior hasta la Jesús. En las festividades de la Santísima Virgen de la Seo, Corpus, Ascensión de la Virgen, Pascua de Resurrección y Pentecostés, Ascensión, Navidad y Epifanía, y en las del Santísimo Cristo del Carmen se añadía la María. Las Vísperas de la Virgen de la Seo y Corpus, los toques, tanto del mediodía como el de la noche, tenían una hora de duración, de cuarto en cuarto. Además de estas dos festividades descritas se volteaban todas las campanas durante el trayecto de la Procesión, con varios intervalos.

La idea de tiempo en la sociedad tradicional

El tiempo aparece como circular, y directamente relacionado con el ciclo vegetativo anual. De alguna manera aparece como infinitamente repetitivo, como las estaciones y las cosechas, y solamente se rompe por la muerte, que recupera el sentido lineal de la vida.

ARIÑO propone un estudio del tiempo y calendario populares a través de dos medios indirectos como son el refranero y las fiestas, ya que, al menos de manera general, la cultura popular tiende a ser ágrafa y a carecer de normas formales escritas.

El refranero muestra la relación entre la cultura popular, el santoral y otras festividades religosas, los fenómenos atmosféricos y las tareas agrícolas. Las fiestas de los santos sirven para determinar el ritmo de las faenas del campo, para reconocer las variantes climatológicas e incluso para pronosticar la posible fecundidad de las cosechas.

HIVERN

Quant la Candelaria plora, ja està l’hivern fora. Si es riu, ja vé l’estiu.

PRIMAVERA

A sant Macià, l’oroneta vé i el tord s’en va.

Altes o baixes en Abril les Pasques.

ESTIU

Per l’Ascensió, cireretes a montó. Verdes, sí, però madures no.

A sant Bernabeu, tronades arreu.

A sant Jaume i santa Ana, raïm en La Plana.

A sant Mateu, verema arreu.

TARDOR

A Tots-Sants, guarda el palmito i trau els guants.

A sant Martí, mata el porc i enceta el vi.

Avans de Santa Catalina, no cullgues l’oliva.

A Sant Andreu pels peus neu.

El santoral, el ciclo litúrgico, directamente relacionados con las fases lunares y con el recorrido del sol a lo largo del año, han marcado, durante siglos, en Europa, las referencias para organizar la vida colectiva, para iniciar las tareas agrícolas y para prever el comportamiento meteorológico. En Sant Miquel (29 de setiembre) cambiaban los pastores de amo y se votaban los miembros del Consell municipal en muchas poblaciones. Por Pascua se estrenaban pasqueres y ropa primaveral, mientras que en la ciudad de València la procesión del Corpus marcaba el inicio de la moda de verano: los fabricantes de ropa femenina se disputaban el honor de vestir la geganta espanyola, con la ropa que iba a causar furor, hasta los años veinte. Se trata de una doble referencia: al santoral y a los ritmos climáticos, todos ellos relacionados con el ciclo de la naturaleza. El calendario popular se convierte, entonces, en una simbiosis, no siempre exenta de contradicciones, entre los reflejos de los ritmos cósmicos, observados desde tiempos inmemoriales y asociados a ciertas fechas del santoral, junto con las correcciones realizadas, durante generaciones, mediante la observación, y expresadas en reglas en forma de refranes.

Las fiestas sirven, entonces, como referencia, como hitos a lo largo de un ciclo indefinido y eternamente repetido. De alguna manera, al marcar los intervalos, la sociedad tradicional está creando el tiempo, construido a partir de esas referencias. Es preciso matizar esta generalización: el calendario litúrgico y las condiciones atmosféricas construyen el calendario de una comunidad, pero este mismo colectivo ha ido adaptando, durante siglos, el almanaque a su visión peculiar del mundo. Para decirlo de algún modo, ha ido localizando el calendario, adaptándolo a sus necesidades y condiciones locales, creando una serie de héroes, mitos y patronos locales que expresan sus inquietudes y sirve para alimentarlas y sujetarlas, al mismo tiempo. Las fiestas servirán para confirmar este acomodo a las presiones del entorno.

El cambio de las fiestas: una adaptación a una sociedad en mutación

Uno de los fenómenos culturales que mejor expresan el cambio sufrido por nuestras comunidades tradicionales (y aquí deben entrar tanto las sociedades urbanas como las rurales, que formaban un continuum, aún más cercano en la actualidad). Los antiguos ciclos festivos (uno menor, en invierno, en torno a San Antón, la Candelaria y Carnaval, y otro mayor, al final del verano y de las cosechas, en torno a la Virgen de Agosto y la de Setiembre) tienden, ahora, a sufrir un doble proceso, de concentración y de desplazamiento. Las fiestas del ciclo anual suelen concentrarse en torno a un santo patrón que ejerce la fuerza de atracción, constituyendo un único ciclo festivo, llamado festes majors o festes patronals. La concentración se produce en los meses de verano, y especialmente durante las vacaciones. Con la excusa del regreso de los emigrantes, se está encubriendo un conjunto de intereses económico-turísticos, sin olvidar las presiones industriales: son más lógicas (para la lógica de producción capitalista) las fiestas concentradas, ya que producen unas pérdidas controladas, mientras que las fiestas irregulares, repartidas a lo largo del año, generan unas incertidumbres que están en pleno desacuerdo con la necesidad de ganancia indefinida del capitalismo. La concentración de las fiestas en verano es un reflejo del cambio de actividad económica. La concentración supone, por tanto, una adaptación a las necesidades de los ritmos de producción y a la lógica del beneficio capitalista, así como un modo de preservar una fiesta tradicional.

Otro caso de concentración, característico de los pueblos del interior, es la unión de varias fiestas en un fin de semana, como las fiestas de San Antón, celebradas desde el viernes hasta el domingo, suponiendo un desplazamiento en la semana.

Los desplazamientos obedecen a una doble lógica: la subordinación a una fiesta patronal de otras de menor entidad, o la dependencia del ritmo económico. En gran parte, la concentración de las fiestas patronales en los meses de agosto, julio y setiembre se explica por la generalización de las relaciones de producción capitalista, así como por un cambio tecnológico importante. Desde el cambio de cultivos hasta las nuevas maquinarias empleadas en el campo, todo contribuye a una mayor independencia de los campesinos de su trabajo. La cosecha que ahora se realiza en un día, exigía antes el trabajo de varias semanas y de algunas decenas de personas. El riego por aspersión o por goteo se realiza cuando es preciso, mientas que antes era necesario depender de los ritmos marcados por la existencia de agua. La cosecha manda, y sobre todo en una sociedad tradicional, de complejo nivel tecnológico, pero con un bajo rendimiento. Es lo que apunta MORA:

Les festes majors de Llocnou han canviat sensiblement. Ací les festes es feien l’últim dia de setembre i els dos primers dies d’octubre. La raó d’estes dates era ben senzilla: en eixa època les garrofes estaven plegades i asseguraven el menjar dels animals, la pansa estava a casa, el blat encara estava segat, encara no era l’hora d’arreplegar les olives, i així tot. I, per altra part, els qui havien anat a la Ribera a segar arròs ja havien tornat amb uns dinerets damunt. Per tant aquells dies resultaven ser els més indicats per a fer la festa grossa. Però en canviar l’estructura econòmica de LLocnou -dels cultius de secà al taronger-, les festes s’han traslladat a l’agost, la qual cosa aprofita per a atraure uns quants turistes i emigrants al poble. Més o menys el mateix que ha succeït en la majoria dels pobles de secà o que abans es dedicaven al secà. I per això, a l’estiu, sobretot a l’agost, quan no hi ha festa ací n’hi ha allà, encara que hagen perdut part del seu sentit tradicional.

ARIÑO propone que el ritmo anual (marcado por el sol) y el mensual (dependiente de la luna) tenían una gran trascendencia en las sociedades rurales. En las comunidades urbanas, aunque dependientes también del año climatológico, el ciclo más efectivo era el semanal, ya que introducía ritmos de trabajo-descanso que era preciso cumplir. Esos ritmos, más urbanos, eran inaplicables, a pesar de las penas, en las sociedades rurales tradicionales, en los momentos de la cosecha. El tiempo, por tanto, en la sociedad tradicional, se construye a base de ciclos, a menudo incompatibles entre sí (el ritmo del sol, el de la luna, el de las semanas), pero con un marcado carácter circular. La vida aparece como algo repetido, cíclico, rota solamente por la muerte, que da un sentido lineal subyacente e irrepetible, pero que es también asimilada en el sentido circular de la historia.

La idea del espacio

El espacio aparece, a primera vista, como algo objetivo, dispuesto de manera determinada y fácilmente comprensible. Nada de esto es verdad. Del mismo modo que el tiempo puede ser leído de muy diversas maneras, según los intereses y las peculiaridades de cada grupo, también el espacio, que tiene su propia existencia, puede ser categorizado, estructurado y percibido según las diversas culturas que lo ocupan. Veremos a continuación como se ha ordenado el espacio valenciano a lo largo de los siglos. Un mismo territorio ha sido ordenado de maneras distintas, dejando todas esas organizaciones espaciales un poso cultural que ha llegado hasta nuestros días. Esa organización no puede desligarse del poder, del control político, como apunta TORRÓ:

La definició del territori en les societats preindustrials té a veure amb el fet polític en tant que fenomen primordial en torn al qual s’organitzen les formes econòmiques en tota la seua diversitat. . .

La intervenció política no es limita, però, de forma exclusiva a establir els principals trets de l’ordenament territorial o la distribució del poblament. Aplega, també, a les més elementals unitats de producció.

La organización del espacio, por tanto, no solamente sirve para racionalizar el territorio, sino para ordenarlo de acuerdo con el nivel tanto político como económico y tecnológico.

El espacio en la València islámica

La València islámica se caracteriza por una ocupación racional y muy dispersa del territorio. Mientras que los europeos occidentales se organizaban, desde la alta edad media, en familias de tipo conyugal, los andalusís, esto es los habitantes islámicos, se caracterizaban por una organización en clanes, fuertemente cohesionados y con una vocación de permanencia vinculada al territorio. Dicho de otro modo, se organizaban en grupos amplios de parentesco, endogámicos y agnaticios.

Les comunitats clàniques s’instal·len sobre el territori mitjançant nuclis o grups de nuclis de poblament anomenants alqueries (qarya/s), els noms de les quals, sovint, són els genealògics en Beni. Es tracta d’unitats d’assentament que, alhora, poden ser-ho també d’explotació, car els processos productius s’exerceixen, en bona part, de forma col·lectiva, i el patrimoni del clan (qawm) és, per naturalesa, infragmentable per divisió o herència.

La diseminación era desigual, a veces densa, pero siempre equilibrada en función del tamaño respectivo de las comunidades asentadas y la extensión y calidad de las tierras trabajadas, en las que el regadío estaba siempre presente, de una u otra forma.

Las ciudades (madina/s) concentran el aparato burocrático de este Estado, donde se agita una especie de aristocracia de dignatarios y de altos funcionarios.

El territorio se estructura a través de castillos (hisn/s), que son algo más que un lugar de refugio y de hábitat. El castillo es el punto de referencia que da nombre al distrito y que garantiza la defensa de sus habitantes. El territorio de un hisn está constituido por el conjunto de los territorios de explotación de las alquerías relacionadas o adscritas a él: la comunidad de estas alquerías forma una entidad institucional, llamada aljama, identificada y cohesionada en torno al castillo.

Los regadíos se relacionan directamente con la sociedad y con la organización de los procesos de trabajo. Para THOMAS GLICK hay dos modelos de organizar el agua, un bien siempre escaso en estas tierras: el modelo yemenita (los derechos del agua son inalienables e independientes de la tierra) y el modelo sirio (el agua está vinculada a la tierra), siendo este último más característico de las redes de irrigación a gran escala, favorecidas por caudales copiosos. En el primer caso el agua puede ser comprada y vendida, en independencia de la propiedad de la tierra, mientras que en el segundo caso tierra y agua disponible van indisolublemente unidas.

El espacio en la València cristiana

La conquista cristiana supone una ruptura total en la forma de la explotación del territorio valenciano. Aparecen nuevos centros de población fortificados, de los cuales Castelló es paradigmático, que concentran la población asegurándole su defensa en un territorio recién conquistado. El hábitat aislado suponía una mayor racionalidad del territorio, una mejor productividad, al estar mucho más cerca de los lugares de trabajo, pero significaba también una menor concentración, con riesgos para los habitantes y con un menor control fiscal por parte de la Corona.

El castillo no es una referencia lejana, que organiza el territorio, sino una seguridad, que rodea a la población. A partir de la revuelta mudéjar de 1276-1277 hay muchos asentamientos cristianos en pequeñas ciudades intermedias, como Morella, Peníscola, Borriana, Onda, Llíria, Alzira, Cullera, Ontinyent y Cocentaina. En este último caso la villa cristiana no se sobrepone a la aglomeración anterior de época islámica, sino que baja hacia los antiguos huertos de Qusantaniya. En Xàtiva ocurre igual mientras que en Dénia los habitantes suben hacia el castillo. En cualquier caso hay una urbanización, es decir una reescritura de los espacios islámicos, para adaptarlos a las necesidades de los nuevos habitantes.

El caràcter dels nous centres és, formalment, més palés a les viles i pobles construïdes ex novo sobre perímetres topogràfics no coincidents amb aglomeracions islàmiques d’importància. La construcció de la pobla es feia sobre terreny desocupat i si es donava el cas de la presència d’una alqueria a l’indret en qüestió, els seus perfils urbans eren absorbits i sotmesos a noves directrius o, possiblement, s’explanava el lloc.

Las villas, que coinciden incluso hasta en el nombre con las antiguas alquerías musulmanas, tienen un nuevo trazado ortogonal, que nada tiene que ver con las estructuras urbanas islámicas (desorden orgánico, irregularidad, atzucats o calles sin salida). La reconstrucción del espacio urbano es de tal manera que no hay diferencia entre las implantaciones que coinciden con los anteriores núcleos islámicos y los pueblos creados de nuevo. La organización segmentada del espacio rural, en la que el territorio estaba íntimamente relacionado con el clan que lo habitaba, era remplazada por una centralización artificial alrededor de un centro directivo de tipo urbanizado.

Las nuevas villas articulan el territorio, congregando y controlando mejor a los repobladores, sobre todo desde un punto de vista fiscal. Las poblaciones se caracterizan por un trazado ortogonal, es decir con una disposición ortogonal (calles que se cruzan en ángulo recto. Las familias son de tipo nuclear o conyugal, con unidades de explotación y de vivienda mucho menores y adecuadas para hacer posible la vida de un grupo doméstico limitado. A esta organización regular sigue la construcción de las murallas.

El paisaje agrario se transforma de una manera similar, parcelando lo que antes eran grandes espacios productivos. También se introducen nuevos cultivos, como la viña y los cereales, impuestos no sólo por los hábitos alimenticios de los conquistadores, sino por su nueva visión de la economía: tanto el vino como el grano generan productos no perecederos, de larga conservación, y que pueden producir excedentes económicos. También se modifican los regadíos: ya no son instalaciones a pequeña escala sino grandes conjuntos programados. Esta nueva escritura del espacio valenciano desplazó a los antiguos habitantes del territorio, marginándolos hacia las tierras del interior, que eran más pobres y de secano. La fuerte presión demográfica de estos nuevos colonos a la fuerza fue la causante de la construcción de terrazas o bancales, para el cultivo de los montes, una agricultura nacida de las necesidades de las comunidades desplazadas. Poco a poco desaparecen las alquerías mudéjares, que cultivaban pequeñas zonas de regadío, siendo sustituidas por els masos, núcleos aislados de hábitat, dedicados a la explotación de tierras de secano, pertenecientes a propietarios urbanos y trabajadas por els masovers, en régimen de aparcería.

El espacio en la València barroca

A principios del XVII el territorio valenciano está ocupado por dos tipos de asentamientos: en el interior multitud de poblaciones dispersas, de moriscos, dedicados a una agricultura marginal, de supervivencia, en tierras de secano. Hacia la costa una serie de poblaciones mayores, ocupadas por cristianos viejos. Si los primeros ocupan más de 300 poblaciones, mientras que los segundos habitan en apenas 250 núcleos, éstos suponen 2/3 de la población, mientras que la población morisca es una minoría. La expulsión, por tanto, significará la concentración o simplificación de la red de poblamiento, que será más perceptible en la zona de montaña. Cuando se supere un siglo más tarde la población que había en 1609, en el momento de la expulsión, esto no significará la restitución y el repoblamiento de los antiguos núcleos habitados del interior. La expulsión de los moriscos facilitará los cambios de ubicación de las poblaciones, desplazándose hacia la base de las pendientes, y buscando las vías de comunicación. La montaña quedaba despoblada, orientándose la repoblación hacia las mejores tierras mediante trasvases de la población dentro del mismo reino. El resultado fue la concentración de la población en las llanuras litorales, como hecho característico. Otro cambio importante en la ocupación espacial, es el desarrollo de nuevos cultivos, mucho más rentables, como la morera y el arroz, que dan paso a una agricultura mucho más comercial. A finales del XVIII serán el arroz, la morera, la viña, el algarroba y el olivo los que vayan expandiéndose en tierra de secano, que poco a poco va convirtiéndose en regadío. La ampliación de las zonas cultivables no supuso, sin embargo, una disgregación de las poblaciones, sino la creación de pequeños edificios auxiliares, donde reposar y organizar el trabajo, lejos del pueblo, pero cercanos a los nuevos campos. Así aparece en La Plana un nuevo tipo de alquería, que nada tiene que ver con la musulmana, asociada a las explotaciones de huertas próximas a la villa, mientras que el mas es una casa de tierras de secano, con campos de mayor superficie.

El espacio en la València rural tradicional

ARIÑO describe los distintos niveles de trascendencia de los espacios, a partir de la misma comunidad, y centrándose sobre todo en los lugares sagrados, que parecen estar colocados sin lógica, pero que luego tienen una trascendencia mucho más coherente de lo que parece a primera vista. Así se observa que Els sants sempre estan a les serres, les Marededéus al barranc es decir que los santuarios marianos están siempre en lo bajo, junto al agua, mientras que los santos están en las alturas.

El primer lugar de sacralidad reside en el núcleo urbano cuyos límites están delimitados por los de la población, y marcados a menudo por cruces o peirones, con santos protectores orientados siempre hacia afuera , con una doble función: proteger a la población de los males, que siempre vienen de fuera, y acompañar a los caminantes que osan salir de la seguridad del grupo, defendiéndoles de lo Malo. El núcleo urbano se estructura en torno a la iglesia, con su campanario, en forma de calles, que se convierten en unidades de convivencia y de identidad, construida y remarcada por las fiestas de carrer. Una segunda área está constituida por la zona circundante al pueblo, con dos espacios sagrados dedicados a la muerte: el calvario y el cementerio. Esta zona es discutible en cuanto la salida de los cementerios del casco urbano es un fenómeno reciente: apenas siglo y medio, lo que supone un ciclo corto en los ritmos de la cultura, pero que se refleja en una nueva interpretación de aquel territorio destinado a aquellos que dejaron de vivir pero cuya presencia es todavía palpable entre nosotros, mucho más allá de la existencia de restos. Una tercera área, mucho más alejada, está ocupada por ermitas y santuarios, que parecen sugerir la existencia de unos límites, de una frontera entre lo cultivado y lo agreste, indicando donde termina el esfuerzo de los hombres. Esos lugares de límite se convierten en centros de atracción en tiempos de calamidades públicas, en situaciones a su vez límite. Los límites entre lo natural y lo cultivado sirven para encontrar a lo divino desde lo humano en momentos que lo usual se convierte en extraordinario, es decir situaciones críticas a nivel familiar y colectivo.

En estos lugares radican las imágenes sagradas, que constituyen el centro y el eje del espacio sagrado. Cualquier copia (estampas, medallas, grabados) repiten algo de la virtualidad misteriosa, pero únicamente en una parte muy limitada. Es la imagen real, la verdadera, la que sirve para mediar, interceder y conceder gracias, la que, encontrándose en los límites entre lo humano y lo natural, entre lo humano y lo divino, sirve para resolver situaciones que se salen del control del hombre. Estas imágenes se localizan no solamente en un espacio físico, la ermita o el santuario, sino que se extienden a un territorio, que es el suyo. Esta localización convierten en particular y autóctona una emanación de la divinidad, de lo sagrado, convirtiéndola en algo cercano y propio, en un signo de identidad y de protección específica frente a lo malo lejano y ajeno.

Cultura tradicional y cambio social en el área rural

Hacia una lectura actual del espacio de València: los problemas del cambio

La sociedad actual está sufriendo un complicado y doloroso proceso traumático de cambios por efecto de los cambios tecnológicos, y de población.

El declivi actual de la vida camperola ha incidit negativament sobre el registre toponímic: les noves generacions de les localitats rurals valencianes recorden cada vegada menys els noms tradicionals dels indrets del terme perquè, a més a més, no es traballa en tota la seua extensió. Fa deu anys, el geògraf Vicenç Roselló deia que «la deterioració del patrimoni toponímic és molt ràpida a causa de la mobilitat dels llaurardors actuals i de les millores dels camins i, sobretot, l’autonomia de locomoció els deslliga cada dia més del seu medi originari». Aquesta circumstància crea dificultats greus a les possibilitats de localitzar toponímics documentats, els quals solament uns anys enrere eren familiars als més vells (de vegades un topònim «sona», però els informadors no són capaços de situar-lo amb exactitud).

Terminaremos este breve trabajo, tratando de descubrir, en la sociedad rural actual, restos de la vida tradicional, trazas de una manera diferente de vivir el mundo, el tiempo y el espacio.

Los drásticos cambios sufridos en los veinte o treinta últimos años nos inducen, de entrada, a la desesperanza: da la impresión, aparente, que la pérdida de valores tradicionales se ha dado mucho más en la sociedad rural que en la sociedad urbana, y se da la paradoja que es más fácil descubrir -para el que quiera encontrarlas- costumbres consuetudinarias en las grandes poblaciones que en las pequeñas áreas rurales. La explicación es terrible y demoledora: el cambio de población, las nuevas tecnologías que separan al hombre de la naturaleza, han hecho que los trabajadores de la tierra dependan, cada vez menos, de los ritmos naturales.

JOSEP CAMARENA, entrevistado por MORA describe bien estos cambios tecnológicos y sus repercusiones en la vida y en las concepciones de los habitantes de La Safor. Por ejemplo, la introducción de la naranja, a causa de los nuevos regadíos, cambia la mentalidad de los habitantes rurales, incluso aunque no dependan de trabajar en las fábricas:

A pesar d’això, com tu ja sabràs, sobre tot a partir de després de la guerra, ací hi ha hagut una considerable transformació dels cultius i un canvi econòmic important. Va ser aleshores quan començaren a traure aigua dels pous i es produí el reg a gran escala, i les comunicacions, els transports, es multiplicaren en quantitat i en potencialitat. . .

El taronger, per exemple, és un cultiu vertaderament formidable, ja que, a més de la seua gran producció i gran rendabilitat, dóna més distribució continuada de faena. Perquè s’han de regar sovint les terres, s’han d’adobar, s’han de rascar, s’han de podar els arbres tots els anys, polvoritzar-los, etcètera, i per altra part, la collita de la taronja s’allarga durant més de mig any. Això origina que, tant els propietaris com els qui van a jornal, disponguen d’uns ingressos més abundosos i segur que la resta de conreus. I conseqüentment una major estabilitat econòmica i psicològica, que els fa gastar els diners amb una certa tranquil·litat.

Los nuevos medios tecnológicos modifican, totalmente, la relación entre las personas y hacia la naturaleza ya que permiten, entre otras cosas, un rápido desplazamiento entro los diversos lugares de trabajo, cambiando, entre otras cosas, el aspecto de los campos y la relación entre las personas:

Normalment, els grans arbres, sobretot els grans garrofers, estaven a la vora d’un bancal. I és perquè aquell que havia estat suant, o bé cavant o bé llaurant, a l’hora de l’esmorzar, se’n podia anar davall d’aquell arbre que tenia a la vora. Allí lligava el burro o la mula per tal que no li pegara el sol i, a més a més, allí acudien a esmorzar també els dels bancals del costat. . . Hui ni has de lligar el burro o la mula en l’arbre gran ni aprofita per a fer ombra mentres esmorzes. Perquè hui, amb el mateix temps que tardaven d’anar d’un bancal a l’altre, s’allarguen amb el cotxe o la moto al poble més pròxim i esmorzen en el bar. I si l’esmorzar en el camp s’ha perdut o es perd cada dia, també es perden els grans arbres, especialment els garrofers.

El cambio de la sociedad tradicional a la sociedad industrial, se está notando más en el ambiente rural, repercutiendo en un empobrecimiento cultural, en una homogeneización, a pesar del aumento del bienestar material:

S’està produint un canvi important, el pas d’una societat rural i variada a una societat cada vegada més urbanitzada i voluminosa en les seues produccions. Això condiciona tots els aspectes de la vida. . .

La vida actual uniformitza massa. El treballador de hui està econòmicament millor -i de bon tros!- que el treballador d’abans, però la varietat de vida, les formes de vida i de relacions, s’han empobrit.

Hemos visto, a lo largo de esta discusión que ha querido ser antropológica, como el conocimiento del otro pasa, necesariamente, por un acercamiento, para tratar de comprender su diferencia, para tratar de descubrir las causas de su comportamiento.

Por otro lado las diferencias entre la vida rural y la vida urbana son menores, hoy en día, de lo que pudiera parecer. En realidad el alejamiento, la distancia, se encuentran entre la vida tradicional y la vida moderna, cuyo cambio ha sido precipitado en poco más de veinte años, por las innovaciones tecnológicas y por el cambio poblacional. Las nuevas herramientas, para el transporte, el regadío o la comunicación, han motivado un importante cambio cultural, pero aún es posible descubrir, entre la maleza de la vida moderna, ciertos rasgos, algunas maneras de vivir el tiempo, el espacio y lo sagrado, que caracterizan no solamente a los habitantes de las poblaciones rurales frente a los de las ciudades, sino a unos pueblos de otros. Afirmar esta diferencia no impide, para nada, nuestra modernidad, sino que nos sirve, al contrario, para reconocer ciertos rasgos culturales, heredados a través de los siglos, que constituyen la referencia de nuestras culturas locales.

LLOP i BAYO, Francesc (17-01-1993)

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  • Francesc LLOP i BAYO: bibliografia

     

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