D. Vicente López Portaña y la Santísima Virgen de los Desamparados

Son grandes nuestro afecto y admiración hacia el magnífico pintor —cuyo segundo centenario de su nacimiento se cumplió en el pasado año— desde que tenemos conocimiento de su arte.
De siempre nos atraía su dibujo minucioso y perfecto, honrado y exacto, hábil y maestro, en la meticulosidad de los detalles, planos, vericuetos y entresijos que ropas, encajes y alhajas ofrecían a su observación.
Es incomparable la veracidad suma de su arte al aproximarse a la obra, pudiendo comprobarse variadísimos matices en los uniformes de reyes y militares, ropas de personajes civiles, vestiduras eclesiásticas, etcétera.
No menos, la ambientación que logra con cosas, a veces accesorias, pero resaltadas con rotunda gallardía y bien hacer; con maestría, en suma, en el arte de pintar muebles, libros, candelabros, escritorios, todo lo que le dé pie a la mas delicada interpretación, a un laborar preciso, de orfebre del pincel, mas sin que falte entre tanta minucia un destello, una chispa de talento excepcional. Entre aquellos accesorios no olvida cuánto importa saber reproducir las calidades de las alfombras y de los cortinajes; el mágico embeleso de los tapices, de los damascos y de los terciopelos, como si quisiera participar —glorificándola— de la maestría artesana de nuestros velluters, sederos y tejedores todos.
Especialmente nos hemos recreado en sus obras menos conocidas, las que se guardan recatadamente por particulares y aun en centros que, pese a ser públicos, no las exhiben -en espacios transitados, obras que no por ello, quizás al contrario, son menos interesantes. Todo en prueba de su amplia labor, de su magno oficio, del que aun queda tanta inédita producción.
Ahora bien, rodeados de su arte en la pasada demostración de su obra en las dependencias del Museo Histórico-Artístico Municipal de esta su ciudad nativa, emocionados por lo que íbamos admirando, nos entristecía la ausencia de la representación de nuestra Patrona, pese a tanto como él, en varias ocasiones, también la reprodujo.
Desde nuestros años infantiles —porque era el lugar preferido por nuestros padres—, al visitar los domingos a la Santísima Virgen de los Desamparados en su entonces real capilla, y precisamente situados junto a la de la comunión, nos embelesaba y arrobaba, incluso en los instantes de máximo silencio, el gran telón que allí seguía enmarcado, prueba elocuente de su excepcional calidad. Puede ser que alguien de nosotros recuerde su buena conservación, su mérito, sus grandes dimensiones...
Nos chocaba en dicho telón el emocionantísimo "traslado" celeste en torno a la santa imagen de la Señora, extasiada en la cercanía de su Divino Hijo, por sentirse tan obsequiada, bendita y elogiada por las voces e instrumentos de los ángeles, mancebos y "revoltosos" seres celestiales.
Aun transcurrido tanto tiempo —más de medio siglo—, lo tenemos fijo en nuestra mente cuando cruzamos este remansado espacio, ángulo de la capilla junto a la calle de la Leña.
Durante más de dos lustros fue nuestra obsesión localizarlo tras de ver y tener en nuestras manos y en estudio lo subsistente de otra gran pintura —el telón de Vergara— situada debajo de la anteriormente recordada, pero destruida en el asalto y quema de l93ó. Perduraba en nosotros el recuerdo de tal composición, de dicha obra maestra, cuando, en el convento de religiosas servitas de Nuestra Señora del Pie de la Cruz, del primitivo monasterio situado en la calle del mismo nombre, conocimos otra pintura ahora felizmente conservada, aunque un corte la desmerezca algo, ya en el actual emplazamiento del convento, en Mislata, donde vimos, extrañados, esta gran obra, muy idéntica en composición y detalles, mas bastante retocada en su reposada plasmación. Al cabo, pues, la apasionada búsqueda y recopilación iconográfica de nuestra Madre y Patrona nos habían proporcionado una de las emociones mas sorprendentes y gozosas al admirar la obra que motiva las presentes lineas.
Se nos había dicho que era pieza de excepción, ponderándola en grado superlativo, mas dudamos, suponiéndola un boceto o labor quizá de discípulo, aunque podía estar realizado con pericia. Dilaciones y subterfugios llegaron a descorazonarnos y casi nos hicieron olvidarla. Mas, como apuntamos, al fin nuestro gozo, nuestro gran gozo, brotó al contemplarla.
En la obra encanta la suavidad y perfección del dibujo, en esa naturalidad del Santo Patriarca, como dialogando con llaneza, de igual a igual, y conversando, explicando, con cándidos y suaves ademanes, los afectos inspirados o los obsequios y gracias conseguidos por su santa y virginal Esposa. i Qué recreación en los pliegues de su sencillo y artesano ropaje !
Las tres principales figuras de este lienzo —bellísimo y maravilloso como se puede deducir, aun sin poder admirar aquí su colorido— representan como hitos de la digna serenidad en los graves momentos que se vivían en aquella Valencia amurallada, encerrada y envuelta por un ejército extranjero. Súplica en la joven, confianza en el santo varón, seguridad en la atención a la plegaria a través del susurro entre el Hijo y su Madre...
Una nueva faceta aporta —entre las diversas y especiales que brillan en esta obra maestra de Vicente López—, y es la muy extraña del manto, amarillo con bordados de plata. Este colorido puede explicarse como una originalidad, como un atuendo nuevo después de llevar, desde los albores fundacionales, el azul cielo, alusivo a la Concepción Inmaculada. Con todo, este manto atrae por la consistencia y mérito de su relieve, máximo, trabajadísimo, de gran volumen, como obra hecha para siglos, y que pesa sobre la mas bien endeble santa talla.
Dígalo también la maraña de joyas que envuelve, encadenándolos, a ambos inocentes, borrando sus lineas y emergiendo tan sólo cabecitas y brazos, doblemente implorantes, todavía situados a mediana altura, como supervivencia de su primitiva posición en la iconografía antigua de la Patrona. Admiramos también los jarroncillos en la peana, eliminados en las horas presentes.
Es la época inmediatamente posterior a la guerra de la Independencia, y el restallante esplendor en galas y ornatos acusa el desprendimiento de valiosas preseas por parte de la nobleza ciudadana, en atención al reciente peligro y como plegaria fervorosa elevada a la Santísima Virgen en aquellos días y horas de angustia tras los bombardeos y el asalto y la consiguiente entrada de los ejércitos franceses en Valencia.
La mirada y actitud de la joven implorando para Valencia, cuya heráldica ostenta el decorado pedestal en que descansa la imagen, personifican el aleccionador y ferviente ruego de la ciudad agradecida.
Si es suplicante la oración de esta jovencilla, si su forzada posición viene a corroborar la petición de amparo, creemos ver un atisbo de esperanza en el rostro de la Señora, casi como un nuevo interpretar las facciones de la Santísima Virgen.
Candidez inocente y semblantes los de Madre e Hijo que parecen significar la concesión a las peticiones, el inmediato beneficio implorado.
Una más bien reducida hornacina en familiar estancia —dícelo asimismo el pavimento— sitúa la imagen en ambiente muy casero, propicio, fácil a venerarla, incluso a besar su diestra y asequible mano y a entablar diálogo sin protocolo, sin casi poder postrarse, en tanto Ella ha venido a convivir con nosotros.
Un solo detalle, la posición de la cruz del Niño, entre desprendida del hombro y en equilibrio un tanto extraño, intriga y desorienta.
Pero ¡ qué maravilla de "calidad" en las alhajas, en la orfebrería, en los bordados, en los tisúes y en los pliegues del ropaje de la jovencilla!
Nuestro afecto y nuestra admiración, corroborados en el tiempo, ahora y por siempre se verán robustecidos ante este lienzo...
Si antes era el movedizo bocaporte de la santa, original y "verdadera" imagen, esta pintura, toda amabilidad y dulzura, siempre responde a la personalidad del que fue gloria —recién conmemorada— de la pintura valenciana en los siglos XVIII y XIX, don Vicente López Portaña.

FRANCISCO J. LLOP LLUCH
Archivo de arte valenciano, ISSN 0211-5808, Nº. 44, 1973, págs. 32-33 - València (1973)

 

Bibliografia completa - Bibliografía completa Obra plàstica - Obra plástica Notícies de premsa- Noticias de prensa
  • Regresar a la página anterior
  • Francisco José LLOP LLUCH: obra personal
    © Archivo de Arte Valenciano nº 44 - València (1973)
    © Francisco José LLOP LLUCH (2024)
    083038@gmail.com
    Última modificació: 11-07-2024