este es nuestro empeño: poner en estado de vibración extrema un puerto, cartagena, con su entorno ciudadano y paisajístico, recoger y disponer sus fuerzas sonoras, sus efluvios, respetando y potenciando su aura sónico, su específico convivir encontrándose mar y tierra. nos ayudaremos de una partitura (lo que hará el evento repetible, mas con extrema dificultad), de una caterva de cronómetros y del entusiasmo de varios centenares de músicos gimnastas y disciplinados.
concierto éste que es persuasivo batallar pero también fiesta (y por tanto flujo entusiasmador y dionisíaco). soberanía, esto es, trascendente contacto, encuentro místico, y sacrificio. inmolación cuyas víctimas propiciatorias son sonidos, ritmos, ruidos y explosiones que extraeremos a bocinas, alarmas, campanas, tambores (una vez más la piel derramando gritos al aire y recibiéndolos de él) y cañones cuidadosamente dispuestos en el espacio y el tiempo para que, sacralizando este hic et nunc concreto, den sentido a esa especie de musica perennis que no alcanzamos a escuchar quotidianamente (por despiste o saturación) sino sólo fragmentariamente y en soledad (soledad y privacidad que aquí exorcizamos mediante un oír que es festivo rito comunitario).
reivindicamos hoy un arte público. un arte que saque del marfil las propuestas más radicales y fecunde nuestro hábitat sacudiendo el embotamiento de los sentidos y haciéndonos pensar maravillosamente juntos. porque un concierto es una escucha que piensa, llora, recuerda y ensueña. y aquí recordamos a un creador, a un hombre de la estirpe de prometeo, gracias al cual pasear por las anchas y pobladas avenidas y simas de los océanos es posible. por eso este extraño recital, esta química y aérea celebración del ingenio (ese dos por ciento de inspiración y noventa y ocho de transpiración que repetía con sorna edison) mediante el sonar. un sonar que nos invita a escuchar con radar para alumbrar los misterios más íntimos de un entorno que roza el misterio de nuestras vidas con murmullos a los que no atendemos.
naumaquia es exponemos a lo desconocido de lo desmesurado, música gigantesca no climatizada. música radicalmente abierta a lo contingente que es o puede ser: vientos, humedades, motores, gentes que hablan u otra perturbación inesperada. exponernos a vivirlo en armonía con cuanto bulle en el interior de este cuerpo paisajístico que cartagena conforma con sus montes y su encerrado mar. palpar y pulsar, con todos los sentidos que concurren en la escucha (somos convenientemente sinestésicos y omniatentivos) el volumen y timbre de cada fuente sonora, así como las distancias e irregularidades, las lejanías poetizantes o las cercanías como puñetazos que separan cada nido sonoro. atender las fluctuantes modificaciones que confieren al sonido su origen espacial, su distinta proyección, expansión, materia, evolución morfológica, momento y entorno. sacralizar en fin, entre todos y vía rito sonoro, que ayude a sobrellevar nuestros utilitarios desastres e ilumine la necesaria religatio con el planeta, con nuestro común universo tan lleno de ocultas armonías.
incunable de una nueva disciplina músicoespacial plurifocal (inventada o intuida en occidente por las composiciones de los gabrielli, mahler, bruckner o, sobre todo, los futuristas, ives, varése o nono) esta naumaquia es también nocturno batallar incruento pero cierto entre instrumentos de muy diversa proyección, connotación y factura. duro confrontar en el que, como en el amor, todo vale si el riesgo y el placer es compartido. sonoro enfrentar concretos ubis, ritmos, insistencias, sorpresas y silencios que, mediando todo tipo de estrategias compositivas (estratagemas, pactos, traiciones, fugaces huídas o machaconas insistencias y redundancias), buscan una pax oxigenante y lúcida (aunque provisional) para todos nosotros, litigantes incógnitas a la deriva.
 |
||
© BARBER, Llorenç (1997) © Campaners de la Catedral de València (2024) campaners@hotmail.com Actualización: 24-04-2024 |
||