PALACIOS, Francisco - «Jugué entre campanas»

«Jugué entre campanas»

Manuel Soriano - Hijo de Manuel «el campanero»

-¿Dónde ha residido usted?
-He vivido más de treinta años en el campanario de la Catedral y de niño me sabía los nombres de todas sus campanas: María, San Zoilo, Asunción... Mis hermanos y yo jugábamos entre ellas y nuestros padres nos reñían cuando nos asomábamos por el balcón. El patio de mi casa fue durante muchos años el Patio de los Naranjos.
-¿Cómo era vivir en un campanario?
-Teníamos la mejor panorámica de la ciudad y muchos artistas subían a mi casa para pintar sus cuadros. También te encontrabas por las escaleras al cartero. En los sobres ponía «Calle Cardenal Herrero, nº 1». El campanario. En las noches de tormenta el cielo se llenaba de relámpagos iluminando toda la Catedral. Allí arriba estábamos seguros porque la nuestra era de las pocas casas cordobesas que disponían de un pararrayos. Cuando había algún terremoto apoyaba la cabeza en el muro para sentir la vibración de la tierra.
-¿Han cambiado muchas cosas desde entonces?
-Aprendí a nadar en la fuente del Patio de los Naranjos. Ésa era la piscina para todos los niños del barrio. Porque esto antes era un auténtico barrio. Un lugar que se llenaba de ruidos y voces desde muy temprano, cuando empezaban a abrirse las carnicerías, las pescaderías, las farmacias. Siempre veías gente en la calle. La Catedral y su entorno era zona de paso para todos los trabajadores de la ciudad. A las doce de la noche, cuando cerraba sus puertas, los vecinos nos reuníamos en el Patio a charlar. Ahora todo esto es un museo. Un enorme museo sin vida.
-¿Tuvo muchos visitantes?
-Entonces no se veían tantos turistas. Ni tantos coches. En verano hacía mucho calor en las casas y por supuesto no había dinero para comprar aires acondicionados, ni siquiera ventiladores. Los hombres entraban en la Catedral y se sentaban en los bancos de la iglesia. Allí siempre se estaba fresco. Apoyaban la cabeza en la mano como si estuviesen pensando y dormían la siesta con disimulo.
-¿Qué supone para usted haberse criado en la Catedral?
-Me siento un privilegiado porque he vivido en el corazón de Córdoba. Y eso es algo que te marca para siempre. Por estas calles, por estas mismas piedras han paseado antes califas, generales romanos, científicos, filósofos y poetas. Mi padre, Manuel, era el campanero de la Catedral y cuando te has criado allí comprendes que ser cordobés es sentir el peso de la Historia y que amar tu ciudad es aceptar esa responsabilidad y transmitirla.
-¿Qué imagen guarda ahora de todo aquello?
-Recuerdo que las noches de viento, cuando de niño ya estaba en la cama, parecía que los naranjos hablaban.

PALACIOS, Francisco
abc.es (24-12-2006)
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