Las gentes de esta villa conocemos bien el lenguaje de nuestras campanas; han estado presentes en todos los acontecimientos de este pueblo:
-Para ir a «caminos» (en otros pueblos «hacenderas»).
-El toque del ángelus, a las doce de la mañana.
-El volteo de las procesiones y fiestas. -Los distintos actos religiosos.
-Las quemas (por suerte hace tiempo que no se hace este toque).
-A muerto. Aquí nos enteramos rápido, por el triste sonido de las campanas, de la muerte de sus gentes, aunque no vivan en el pueblo. Desde aquel lejano 19 de abril en que la descarga de un rayo las parara, ya deberían habernos avisado ocho veces por este último motivo. Y no saben lo triste que es despedir a nuestros muertos sin este postrer homenaje.
Pero ahora están mudas; sus melodías duermen un profundo sueño esperando... no la mano de nieve que sepa arrancarlas, sino que los señores de la Junta, el Consejero de Fomento, se dignen dar «un toque» a la empresa que lleva las obras para que nuestras campanas sigan desplegando las melodías tan conocidas que animaban la vida de este pueblo, en silencio desde hace ya tanto tiempo...
¿Acaso no entienden que con nuestras cartas queremos darles a ustedes un «toque» y recordarles el compromiso que ustedes aquel día ratificaron?
