SUGRAÑES, Eduardo J. - Campanas de San Pedro, un toque de atención al Patrimonio

Campanas de San Pedro, un toque de atención al Patrimonio

La parroquia asume en solitario las mejoras en el campanario para evitar vibraciones que afecten a la torre

Tienen la calidez de un metal noble y la pátina del tiempo. En su interior, el timbre y los matices de la voz humana. Y, en su perfil externo, la textura, la suavidad y la forma de un cuerpo. La campana es casi un ser vivo con el que las personas y los pueblos han mantenido a lo largo de los siglos una entrañable relación. Ellas han puesto sonido a los momentos más intensos de la existencia: la liturgia, el fuego, la fiesta, la muerte...

Las campanas tienen nombre, se les bautiza y las de San Pedro de Huelva son la de Santa Bárbara, San Luis Gonzaga, Nuestra Señora de la Cinta, San José y San Sebastián, hechas en el periodo del siglo XVIII al XX y que ahora la parroquia ha tenido necesidad de arreglar, se le han cambiado badajos y peinetas, se ha reforzado la seguridad y se ha mejorado el sistema de electrificación para a través de un sistema de muelles evitar la vibración que afecte a su estructura. Trabajos que ha afrontado la propia parroquia en solitario.

Es un nuevo toque de atención que desde el campanario del edificio más antiguo de Huelva se le hace a la ciudad, ante la falta de una sensibilidad que perdure en el tiempo para atender las necesidades de edificios como este que son emblemáticos y necesitan no sólo de restauraciones esporádicas, sino de un mantenimiento continuo, que evite situaciones como las constantes pintadas en sus paredes que las deterioran.

A la torre se accede a través de una torrecilla facetada, de estilo mudéjar, en cuyo interior una escalera de caracol conduce a la azotea, desde la que se sube al cuerpo de campanario. Allí la visión es distinta y a pesar de tanto edificio que asfixia el centro casi emociona. Se está más cerca de ese cielo azul al que sólo toca la aguja de la veleta, más si se observa aquella foto que Díaz Hierro incluyera en su libro sobre la ermita de la Soledad, donde se veía todo su barrio en los años cuarenta, con casas bajas y sus cabezos. Hoy todo ha cambiado en ese entorno y bajo la campana de 'San Sebastián' se enmarcan los altos edificios de la Vía Paisajista, no se ven los cabezos, unos porque no están y otros porque lo ocultan las casas, tampoco el mar que dio nombre a la puerta de su porche. Pero, a pesar de todo sigue enmarcando su rectangular plaza que conserva aun a pie de acera todo el sabor juanramoniano como un oasis en este enjambre de casas donde destaca sonora y airosa la torre de la parroquia mayor de San Pedro, emplazada en el ángulo noreste, junto a la cabecera de la iglesia. Destaca del conjunto arquitectónico no sólo como cúspide material del edificio sino también como eficaz resorte que nos hace mirar al cielo.

En el cuerpo inferior, como señala Juan Miguel González Gómez en su descripción arquitectónica en 'La parroquia mayor de San Pedro Apóstol de Huelva', la parca ornamentación de la torre se reduce a las molduras barrocas que enmarcan el circular tragaluz y la lápida fundacional. Mientras el cuerpo de campanas es de profusa y rica decoración, arranca de un cornisón volado de ancho friso que aparenta soportar unas mensulillas y del que penden elegantes y recortados pinjantes.

El campanario, cubierto por una bóveda de ocho paños sobre trompas, muestra por cada flanco un balcón de arco rebajado, con su correspondiente campana, entre pilastras pareadas de orden jónico. Balcones que dejan mirar a Huelva. Otro cornisón superior subraya un vibrante antepecho decorado con jarrones de cerámica. El chapitel piramidal, alicatado de azulejos blancos y azules, se alza sobre un banco octogonal. Azul y blanco, los colores de Huelva, la torre dejó ya puesta en su chapitel la bandera de Huelva, más de dos siglos antes de que se le diera oficialidad.

La construcción de la torre parroquial tiene periodo largo. Consta que Huelva fue azotada en 1722 por un violento huracán que derribo el campanario de San Pedro y arrojó una de las campanas sobre la bóveda de la capilla mayor sin que ésta sufriese quebranto alguno, así lo refiere Juan Miguel González Gómez en su señalado estudio sobre esta iglesia. Al año siguiente, es decir en 1723, terminó la restauración del campanario gracias a las cuartas partes de los diezmos. No obstante cayó de nuevo con el terremoto de 1755. Que en 1756 estaban subsanados los desperfectos causados por dicho terremoto lo prueba el impreso que reproduce el sermón moral predicado el 1 de noviembre de ese año en la parroquial de San Pedro.

Nuevas y más perjudiciales ruinas sobrevinieron con otro huracán en 1758. En esta ocasión no sólo se resintió la torre sino también se desplomó la cabecera del templo, pidiendo al cabildo catedral hispalense su restauración.

Pero será el seísmo de 1763 el que va a marcar de alguna forma el diseño actual de la torre, quedará con las reformas que se hagan como lo conocemos en la actualidad. Es el arquitecto diocesano Pedro de Silva quien manifiesta la necesidad de derribar el campanario, construir una torre y reedificar el testero de la capilla mayor. El examen efectuado, poco después, en la iglesia por otro arquitecto diocesano, Ambrosio de Figueroa, y su proyecto de levantar un nuevo campanario, de menores dimensiones que el destruido, con tres vanos y remate también recubierto de azulejos azules, lo ratifica el vicario de Huelva, Antonio Jacobo del Barco, al otorgar una escritura de obligación y fianza de la obra de la torre de San Pedro, en 20 de julio de 1764, ante el escribano Francisco Camero, donde se ordena textualmente "executar con arreglo a la que hizo a Ambrosio de Figueroa". No obstante, aunque la torre estuvo atribuida al arquitecto sevillano Antonio de Figueroa, el historiador del Arte González Gómez aclara que fue Pedro de Silva quien dictó las definitivas condiciones de su construcción en 1770. La obra concluyó según relata una lápida conmemorativa en la caña de la torre el año 1772. El texto íntegro especifica: "Se acabó esta obra siendo sumo pontífice Clemente XIV. Arzobispo de Sevilla el Eminentísimo Señor Cardenal de Solís y Rey de las Españas Carlos III. Año 1772".

De aquella época en la que el huracán de 1722 desprende una de sus campanas debe corresponder la que aun hoy sigue en el costado meridional, por donde se accede al campanario. Es del año 1724 y en ella queda grabado que la hizo Marcos de la Lastre. Una campana que se llama Santa Bárbara, quizás buscando ese amparo para tiempo de tempestad y así se recoge en la leyenda que tiene: "Santa Bárbara ora pro nobis. Al fulgore tempestate liberamos domine. Esta campana se hizo siendo administrador de las cuartas partes el licenciado don Francisco de Torres Esquivel, presbítero. Año 1724. Marcos de la Lastre me fecit". Es de las campanas más grandes, como la de San Sebastián, que la "hizo la ciudad de Huelva representada por su alcalde. Año 1942". La de la fachada occidental es de 1815, nombrada de San Luis Gonzaga, de menor tamaño, como las de la Virgen de la Cinta, de 1926, y la de San José, que están ambas en el lado septentrional.

Ahora la parroquia ha emprendido los trabajos de mejora en el sistema de campanas para reforzar su seguridad y el control de sus toques que se viene realizando por sistemas electrónicos, pero también esta actuación lleva consigo la el amortiguar el movimiento de las campanas y así reducir su efecto sobre las paredes de la torre.

Las campanas grandes quedan ya fijas y se le ha inutilizado el volteo para también garantizar así la seguridad de posibles desprendimientos. En las más pequeñas se han renovado los yugos que son de madera de roble americano, tratada contra hongos del azulado, insectos, xilófagos y polilla. Llevan abalcones de suspensión, placas de contrapesas y fijación por pernos provistos de placas. El eje es de acero totalmente cinchado para su seguridad y resistencia soportadas por un sistema empotrado en la pared y soportado por cojinetes de bolas con rodamientos. Los badajos son de acero, calibrados para volteo según el peso de la campana, provistos de seguridad mediante cable de acero y pernos de sujeción. Los electromazos son controlados por placas eléctricas, posibilitando la frecuencia del golpe, así como su potencia y funciona con electroimanes a corriente continua. Los equipos de volteo/bandeo son electrónicos, preparados para regular parámetros de movimiento, con nuevos motores. Cuentan con una central automática que da los toques de cultos, incluido ahora el del Ángelus de las doce. Mientras, la campana nombrada de San Sebastián es la que va marcando las horas asomándose a Huelva desde la torre de San Pedro.

SUGRAÑES, Eduardo J.
Huelva Información (05-04-2008)
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