LLAMAS, Sergio - Las campanas recuperan su voz

Las campanas recuperan su voz

Una asociación de Sodupe trata de recobrar la tradición de comunicarse a través de repiques

Larrinaga dice que el toque de campanas evitó que el incendio de su caserío acabase en tragedia.
Larrinaga dice que el toque de campanas evitó que el incendio de su caserío acabase en tragedia.

Hace años las campanas de la pequeña aldea de Goikuria, cerca de Sodupe, hablaban. Con sus tañidos eran capaces de comunicar el nacimiento de un niño, el incendio de un caserío, la llegada de un extraño, el inicio de una fiesta, o llamar a la gente que se extraviaba en el campo cuando caía la niebla. No había dos toques iguales. Cada uno tenía su significado. Incluso establecían conversaciones, las llamadas 'tantikitanes', que enviaban mensajes entre pueblos separados por kilómetros desde sus ermitas.

Con los años, este lenguaje ancestral y quienes lo hablaban desaparecieron. Por dejadez, los altos campanarios vizcaínos enmudecieron, se quedaron sin voz. En Goikuria este proceso se retrasó gracias a un último campanero, José Miguel Zarate, conocido como 'el Txe'. «Él aprendió de su madre y tenía un toque característico, muy enérgico, que podía mantener durante media hora», recuerda su sobrina, que tras su fallecimiento hace cinco años se propuso recuperar la tradición y ha iniciado una investigación por bibliotecas y anticuarios para dar con los ritmos precisos. Ella no ha sido la única en ponerse manos a la obra. A su lado, un grupo de vecinos ha comenzado a trabajar para devolver el centenario sonido al pueblo y ha formado la asociación 'Goikuriako Tantikitanek'.

Canciones picantes
Renovar el campanario de la ermita de San Pedro es su primer objetivo. «Hace ocho años se reformó el tejado y se quitó la plataforma que había para tocar las campanas. Ahora hay que hacerlas sonar con una cuerda. Así es imposible reproducir algunos sonidos», lamenta uno de los miembros del grupo, y concejal de Güeñes, Josetxu Larrinaga.

Cuando él era niño, los vecinos aún vivían a la escucha de estos instrumentos. Sus advertencias, en ocasiones, evitaron tragedias. «Un día empezaron a sonar unos repiques muy fuertes y seguidos. La gente supo que se trataba del incendio en un caserío», señala el edil. Ahora conoce que aquel toque se llama 'Arrebato' y que fue gracias al campanario que se pudo actuar a tiempo.

En parte es por eso que Goikuria se siente en deuda con su ermita. De ahí su afán por recuperar una tradición ya casi extinta. Las campanas, dañadas por el paso del tiempo, también serán restauradas. «Son muy antiguas, del último cuarto del siglo XVIII -explica Larrinaga-. Nos hemos puesto en contacto con unos expertos fundidores de Cantabria a los que ya hemos pedido un presupuesto», asegura.

Su iniciativa ha tenido eco en otros puntos. Como en Amurrio, donde hay una asociación de campaneros que en las fiestas del pequeño pueblo acudió a enseñar los distintos toques. «Tienen una técnica que consiste en memorizar canciones, la mayoría picantes, para saber llevar el ritmo», confiesa Larrinaga. Otro grupo de Durango mantiene viva la tradición. Ahora, con su apoyo, en Goikuria ya se han marcado un reto: establecer una conversación de campanas con otra ermita que, aunque a varios kilómetros, está a su misma altura. La de San Cosme y San Damián de Gordexola. De momento siguen mudas, pero no será por mucho tiempo. Pronto, el lenguaje perdido de las campanas volverá a sonar por el valle.

LLAMAS, Sergio
El Correo (27-07-2008)
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