LLOP i BAYO, Francesc - Desaparición de campanas en la guerra civil

Desaparición de campanas en la guerra civil

¿Es posible saber donde se encuentran unas campanas robadas / requisadas / retiradas de la Iglesia Parroquoal de la Asunción de Mazarambroz (Castilla La Mancha)?

El problema que plantea usted es de gran interés pero de difícil solución, al menos de momento.

Para empezar digamos que no hay en nuestras diócesis, como lo hay en Francia desde mediados del XIX, un auténtico inventario de campanas, con su diámetro, su nota aproximada y lo que es más importante, sus inscripciones.

Por otra parte no era tradicional poner en las campanas el nombre del lugar donde iban destinadas. Incluso, en las más antiguas, ni siquiera figura el nombre del santo de su advocación sino que tienen una oración o una frase bíblica, generalmente asociada con la protección.

Tenemos por tanto un doble problema: campanas desconocidas (hablo desde un punto de vista técnico, es decir desconocidas en sus características reales) y que no indicaban el lugar de origen.

A esto debe añadirse la destrucción sistemática del 1936 y sobre todo del 1937. En los primeros días de la guerra, en la zona republicana, fue habitual la quema de iglesias y la bajada violenta de campanas. Muchas de ellas, de buena calidad, rebotaban cuando caían y no se quebraron.

En 1938 hubo una circular que mandaba bajar las campanas que aún permanecían en las torres, para destinarlas a armamento. Véase Orden de entraga de campanas Posiblemente hubo órdenes anteriores.

Sin embargo en muchos lugares no obedecieron y dejaron las campanas “para tocar a alarma cuando viene la aviación enemiga”, o porque pensaban que eran un patrimonio del pueblo, y no solo de la iglesia. Por lo general, en los casos que conozco, dejaban al menos las del reloj (consideradas “civiles”) y una de las mayores para los citados toques de alarma.

Aquí, además, por lo que yo sé, no tuvimos la desgraciada suerte de los países ocupados por las tropas nazis, que hicieron lo mismo, descolgando todas las campanas. Aquellos, con estricta mentalidad germánica, documentaban todas las campanas, las medían, transcribían sus inscripciones, sacaban el perfil, determinaban su nota… y luego las enviaban a fundir.

Aquí no conocemos la existencia de documentación relacionada con las campanas. Lo que no quiere decir que no exista, pero vistas las circunstancias no parece muy probable (aunque la burocracia existe siempre).

¿Qué ocurrió, por lo que sabemos? En primer lugar, que las circunstancias habían cambiado. Hasta las guerras civiles del siglo XIX (que ahora llamamos “guerras carlistas”) las campanas y los cañones marcaban la alternancia de guerra y paz. Cuando había paz, se fundían los cañones, de bronce, para convertirlos en campanas. Cuando había guerra y se tomaba una ciudad, los invasores exigían el “derecho de campana”, exigiéndolas para fundirlas y hacer cañones con ellas, o bien exigiendo su valor monetario. Esto ocurrió, como decimos, hasta finales del XIX.

Pero los cañones del XX exigen, o mejor exigían otros materiales y otra fabricación, menos artesana y desde luego para nada ambulante. En resumen, la bajada de campanas, hecha con la excusa de la fabricación de armas, no tuvo justificación técnica, y hubo numerosos almacenes de campanas, cercanos fundiciones, donde se acumularon cientos de ellas hasta el final de la guerra.

Pero entonces ocurrió lo que indicamos al principio: la ausencia de inventarios y de documentación hizo que la gente se llevase campanas “parecidas a las suyas” (con una tendencia comprobada a llevárselas de mayor tamaño), puesto que no tenían ningún elemento (nombre de lugar o de santo) que confirmase su origen. Como decimos muchas campanas aunque cayeron desde sus torres aún sonaban bien, pero no eran las “de antes”. Por ese motivo aparecieron campanas antiguas aquí y allá, de procedencia
desconocida, en las cuales marcaron (hoy no lo haríamos) el lugar de destino, la nueva fecha e incluso el nombre del párroco y del alcalde. Pero como no “sonaban bien” (siempre las campanas “de los otros” suenan mal, mientras que “las nuestras son las mejores”) muchas de esas campanas históricas se refundieron.

¿Qué podemos indicar en estos momentos? Varias cosas. En primer lugar que los inventarios deparan agradables sorpresas, como la aparición insospechada de campanas antiguas en lugares más modernos (verbi gratia, la campana Jesús María de 1587 en la antigua Catedral de San Isidro de Madrid.

Y en segundo lugar que aún queda un importante trabajo de archivos, sobre todo en aquellos relacionados con la guerra civil y la inmediata posguerra, que nos pueden ayudar a descubrir relaciones de campanas y si no su origen, al menos su destino.

Hay que añadir, para complicar las cosas, que nuestros fundidores de campanas (aún quedan siete u ocho en España) no son lo escrupulosos que debieran ser. Así como en Francia o en Alemania algunas fundiciones llevan al menos una relación con el tamaño, el peso y las inscripciones de las campanas refundidas en los últimos dos o tres siglos, ninguno de los nuestros, y desde luego no en los años cuarenta, llevaba tal relación, con lo que no sabemos exactamente qué fue destruido en la guerra, y qué fue refundido después (probablemente más en las posguerra, con la excusa de que las campanas “sonaban mal”).

En consecuencia, y contestando a la pregunta inicial: ¿qué podemos saber de unas campanas desaparecidas de la parroquia de la Asunción de Mazarambroz el 31 de julio de 1937? De momento, poca cosa. Hasta que no encontremos esos archivos que quizás existan, poco podemos especular.

Quizás aparezca algún día una relación de las campanas antiguas existentes en la parroquia, y quizás una de ellas coincida con las
existentes en cualquier otro lugar… En este momento es difícil de saber. Pero ese mundo de los archivos, que afortunadamente siguen esperando a los investigadores, puede deparar enormes sorpresas.

LLOP i BAYO, Francesc (14-11-2008)
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    Actualización: 20-04-2024
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