LANCHA, Francisco - Dar las treinta a las doce en Comares

Dar las treinta a las doce en Comares

La vida en los pueblos malagueños ha sido reglamentada casi siempre por los toques de campana. Los campanarios están situados en lo más alto de las cuadradas torres de las iglesias, la mayoría de ellas construidas sobre antiguos minaretes. También se emplazaban los grandes relojes parroquiales con grandes esferas en las cuatro caras, que eran visibles desde cualquier punto del entorno. Así sabían los campesinos la hora, que ratificaban las campanas con sus toques en cuartos, medias y enteras, haciendo sonar estas últimas tantas veces como hora indicara el reloj (las tres, tres toques, y las diez, diez toques, por ejemplo). Y así, monótonamente, iban transcurriendo los días, las semanas y los meses.

Pero un buen día del noviembre de 1985, las campanas de Comares parecieron volverse locas. Comenzaron a sonar sin tener fin. Era mediodía del domingo y los comareños acudían a misa mayor. “¿Han sonado ya las treinta?”, se preguntaban unos a otros. La pregunta tenía su razón de ser. De pronto, los tres toques de rigor fueron seguidos de una serie de campanadas que dejaron de oír cuando se alcanzaron las treinta. El pueblo recuperaba así una vieja tradición datada en casi quinientos años atrás. El tesón de tres hombres, Rafael Gómez Marín, antiguo cura párroco del pueblo; Manuel Robles Robles, alcalde de la villa, y el párroco Victoriano Díaz, hizo posible que se recobrase esta antigua costumbre.

Tras las capitulaciones de 1500, Comares fue ejemplo de que la convivencia era posible entre cristianos y musulmanes; entre vencedores y vencidos. Treinta familias de estos últimos, llegaron incluso a convertirse al cristianismo. Fue un día grande para la Iglesia, que expresó su alegría echando campanas al vuelo y haciéndolas sonar treinta veces, una por cada familia morisca que abrazaba la fe de Cristo. La ceremonia se celebró en una calle que, desde entonces, fue bautizada con el nombre de El Perdón. Era alcaide Pedro de Cuéllar.

La efemérides era recordada cada domingo y fiestas de guardar con treinta campanadas tras los tres toques de rigor, como decimos. Con el paso del tiempo, la conmemoración se fue perdiendo, quizá por no haber sido valorada en toda su belleza y emotividad por generaciones posteriores. Orgullosos de su pasado, los comareños han recuperado su raíz histórica y la tradición, actualizando una de las más hermosas. Desde noviembre de 1985 y desde el balcón de la Ajarquía, las treinta campanadas dan la buena nueva a toda la comarca.


LANCHA, Francisco

Benalmádena Digital (06-02-2009)
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