1 de mayo de 1990, se derrumba el campanario de Murla y se lleva por delante la vida de dos hermanas ancianas, de 81 y 84 años. Enero de 2010, la Generalitat adjudica las obras de construcción de esta infraestructura que se unirá al templo que logró mantenerse en pie aquel fatídico día gris y lluvioso y que marcó para siempre la vida de las gentes del municipio.
Ni más ni menos que 20 años han tenido que pasar para que este pequeño municipio de la Marina Alta, con apenas 600 habitantes, vuelva a recuperar el esplendor de la que fuera considerada como la fortaleza de la Vall del Pop: La iglesia de San Miguel Arcángel.
Dos décadas marcadas por innumerables trabas administrativas, procesos judiciales y quiebras de empresas que finalmente han sido solucionadas y permitirán levantar un nuevo campanario y mejorar todo el entorno que rodea la iglesia de Murla.
La Generalitat Valenciana acaba de adjudicar, cuatro lustros después de la tragedia, las obras por casi 900.000 euros. Los trabajos comenzarán en febrero y los llevará a cabo la empresa valenciana Arción Construcciones. Está previsto que a finales de año o principios de 2011 estén concluidos.
El proyecto prevé recuperar la imagen original del edificio con muros de hormigón armados blancos, rehabilitar la cámara y consolidarla mediante una escalera interior de acceso a la cámara entre la cubierta y la nave. Además, se ampliará la zona peatonal que existe en el exterior de la iglesia.
Respecto al campanario, lo que se hará serán trabajos estructurales y de cimentación, cerrajería, carpintería, reparación y montaje de las campanas.
Los vecinos esperan que con esta actuación se cierre un capítulo negro de la historia del municipio que comenzó a las 9.30 horas del primero de mayo de 1990. Un día en el que la torre del campanario del templo, en avanzado estado de deterioro y con numerosas grietas, no pudo soportar la fuerza de la lluvia torrencial que cayó sobre una vivienda que estaba muy próxima y la redujo a escombros. Las consecuencias no pudieron ser más funestas, ya que dos personas perdieron la vida.
El estruendo movilizó a todos los vecinos que salieron a la calle para ver qué es lo que había ocurrido y se encontraron con un panorama desolador: las piedras que daban forma a los 30 metros de altura de la estructura del siglo XIX (levantada sobre la base de una torre del siglo XIII de piedra y argamasa) se desplomaron sobre dos viviendas contiguas a la iglesia.
En una de las casas residían dos hermanas solteras, Rosa y Consolación Sala Soler, de 81 y 84 años, que murieron en el acto, tras el primero de los dos derrumbes que sufrió la fortificación.
En la otra vivienda, vivía una mujer que consiguió salvarse porque al oír el ruido se asomó a la calle para ver qué es lo que sucedía. Un segundo después su morada también desaparecía bajo las ruinas del campanario. Aquel día todos recordaban las reiteradas peticiones para que se arreglase la torre del templo, porque cada día que pasaba su inclinación era mayor.
Hubo informes del arquitecto municipal en los que incidía en la necesidad de actuar ante la peligrosidad del inmueble. Los vecinos ser movilizaron y recogieron dinero (1,2 millones de pesetas) para arreglar la estructura, pero no sé hizo nada. Finalmente el campanario se desplomó y, lo más grave, segó la vida de dos vecinas.
Desde entonces, una de las cuatro campanas que había en la torre suena desde el suelo en l'Hortet de la Casa Abadía. Una mujer es la encargada de hacer que repique cuando la ocasión lo requiere.
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