L. MONTES, Susana - La mano que mece las campanas

La mano que mece las campanas

La catedral de Mondoñedo es de las pocas de España en las que se mantiene viva la tradición de tocar manualmente las campanas gracias al trabajo de Valentín Insua

Toques de nostalgia - El trabajo de Valentin Insua permite que la catedral de Mondonedo sea de las pocas de Espana en las que se mantiene viva la tradicion de tocar a mano las campanas, actividad en la que se inicio desde nino y que le apenaria que se perdiera.

Giros de vértigo por y para la Paula

Conservación - El esquilón los sábados y el de agonía en ocasiones son los únicos toques tradicionales que se mantienen hoy en día

Curiosidad - Para tocar la campana principal, la Paula, es necesario dar la vuelta sobre ella a la vez que gira y eso que pesa 2.500 kilos

Antigüedad - El reloj, del siglo XIX, sigue funcionando de forma manual y para darle cuerda hay que subir dos pesas de unos 500 kilos

Sonidos - Insua sería capaz de reconocer el sonido de la campana principal, que considera «único», entre un millón

El campanero de la catedral de Mondoñedo, junto a la Paula - AUTOR: LÓPEZ, Antonio
El campanero de la catedral de Mondoñedo, junto a la Paula - AUTOR: LÓPEZ, Antonio

Era un crío cuando Valentín Insua empezó a subir al campanario de la catedral mindoniense acompañando a su tío en un oficio que él heredó después de su padre y que ahora comparte con su cuñado, José Ángel López, una tradición que mantienen viva y que le gustaría que perviviera en el tiempo, aunque la modernidad aprieta y son ya muy pocas las catedrales españolas, habla sólo de tres, en las que las campanas siguen tocándose a mano.

Mientras haya gente como él en Mondoñedo se seguirá haciendo como siempre, aunque es verdad que ya no es como antes, en que todos los avisos a la población se hacían por este método, desde comunicar un fallecimiento hasta un incendio. «Eran los móviles de ahora», dice Insua, mientras recuerda que la última vez que oyó el toque de emergencia fue para avisar de que ardía una casa. «Yo era pequeño entonces y si se tocara ahora la gente sabría que pasa algo raro, aunque sólo los mayores podrían identificarlo», apunta.

Por fortuna, tampoco se toca ya a ángel, para avisar del fallecimiento de un niño, «era un toque muy musical que yo sólo recuerdo de oírlo» y se mantiene el de agonía, por el que se comunica que hay un difunto, aunque sólo en contadas ocasiones, «cuando muere algún sacerdote o para satisfacer a la gente que lo deja en el testamento», afirma Valentín, mientras explica la peculiaridad de este sonido, consecuencia de 33 toques en la misma campana y una señal en el esquilón, por la que se sabía su el fallecido era mujer, hombre, cura u obispo, porque se daban dos, tres, cuatro o cinco toques, respectivamente.

Valentín, junto a la Paula, que pesa 2.500 kilos - AUTOR: LÓPEZ, Antonio
Valentín, junto a la Paula, que pesa 2.500 kilos - AUTOR: LÓPEZ, Antonio

Por empeño de Valentín, aunque sólo los sábados por la tarde, se mantiene el toque de esquilón, aquel en el que a diario se avisaba a los sacerdotes para el inicio del canto gregoriano y que en su versión vespertina servía también para comunicar a los hombres el fin de la jornada laboral. «Era un sonido muy especial, incluso se cuenta que a la farmacía de la Praza da Catedral llamaba gente que residía en Madrid para poder oír el toque de esquilón por la morriña que producía», explica, al tiempo que recuerda que «cuando dejó de tocarse la gente lo echaba de menos y eso que daba la impresión de que no oían las campanas, pero el caso es que eran un sonido tan asimilado, tan metido en la gente, que ya no las escuchaban».

SÍMBOLO. En el campanario, Valentín se siente bien, a pesar de que la magestuosidad de la Paula, Prima y Ronda, las tres campanas principales, le hace parecer débil.

El conjunto se completa con otras cuatro más pequeñas en el piso superior y la calenda, en la otra fachada, que era tocada por el primer sacerdote que llegaba al altar en caso de que el campanero no llegara a tiempo para el esquilón.

Paula es el motivo de que Valentín siga la tradición familiar y un auténtico símbolo de Mondoñedo y de sus gentes. Pesa 2.500 kilos y es la que pone música a todos los eventos de importancia en la ciudad, cerca de una veintena entre festividades religiosas y lúdicas, calcula Valentín.

El minutero del reloj funciona de segundero - AUTOR: LÓPEZ, Antonio
El minutero del reloj funciona de segundero - AUTOR: LÓPEZ, Antonio

La forma de tocar la campana supone un auténtico espectáculo de unión entre ambos, pues hay que darle la vuelta y girar con ella, algo extremadamente complicado para lo que se requiere fuerza y habilidad.

«Lo importante es calcar con tu cuerpo para que cuando empieza a girar el peso de la propia campana te ayude a seguir volteándola», unos giros en los que el campanero debe agarrarse, y a la vez empujar, en tres sitios distintos, «hay que colgarse de todo y dejarse ir con la campana, que te levanta, e ir cambiando de sitio los pies y las manos, con cuidado además de que no te coja».

La Paula actual fue construida en 1886 al romper la anterior y cuenta con la peculiaridad de que el badajo es de madera, a excepción de la parte inferior, la que golpea al tañer, que es de hierro, «porque decían que cuando estaba toda de hierro y se tocaban las tres campanas a la vez se llegaron a romper los cristales de las galerías situadas enfrente de la catedral», apunta Insua.

El sonido de la campana principal es diferente a todas las demás, «especial» y Valentín sería capaz de reconocerla «entre un millón», una vez incluso la oyó a través de la radio y antes de que el locutor dijera de qué iglesia era el campanero supo que se trataba de su querida y admirada Paula.

Emociones

«Me daban miedo las tormentas»

La vista, con los tejados y el monte Silva, hace que Valentín Insua se sienta un privilegiado en el campanario de la catedral mindoniense, aunque reconoce que de niño y en días de tormenta pasó miedo. Ahora toca de noche en Navidad y el Sábado de Resurrección, aunque en su memoria guarda como días especiales el concierto de campanas que se celebró el verano pasado en la ciudad y la ordenación del obispo.

Peregrinos

Tan sólo unos pocos peregrinos son los elegidos para acompañarle los sábados a tocar y darle cuerda al reloj, lo que les permite disfrutar de un momento único.

La otra fachada

"Al reloj hay que darle cuerda todas las semanas y me lleva unos quince minutos"

Valentin recuerda que algunos años se han comido las uvas en la plaza, pues el de la catedral "no tiene nada que envidiar al de Sol"

Valentín Insua es también el relojero oficial de la catedral y su tarea consiste en mantener a punto el reloj de la fachada lateral, una reliquia de 1863.

Asomarse a la maquinaria es hacer un viaje al pasado y gusta ver como todas las ruedas encajan a la perfección y cumplen su misión como obedientes soldados.

En medio, el «ordenador de a bordo», o como Valentín denomina al círculo central del esqueleto de hierro, «es como la pulsera, donde se adelanta y se atrasa», admite.

La maquinaria se asienta sobre un pozo de unos veinte metros de altura, donde se puede ver las tremendas pesas del reloj, cuyo peso ronda los 500 kilos, que son las que hay que subir cada semana para darles cuerda, una operación en la que Valentín invierte cerca de quince minutos. A veces, deja que sean los visitantes quienes den unas vueltas a la palanca de hierro.

Valentín recuerda que algunos años hubo vecinos que se animaron a tomar las uvas de fin de año por el reloj de la catedral y es que, muy ufano, advierte que «nada tiene que envidiar al de la Puerta del Sol» y si la tradición no se mantiene se debe al tiempo, pero al otro, al climático.

La esfera, de números romanos, carece de segundero y es la aguja de los minutos la que salta, casi de forma imperceptible, cada segundo, cuenta Valentín a modo de anécdota.

L. MONTES, Susana

El Progreso (18-04-2010)

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