Desde el campanario de Polop se divisa toda la comarca de la Marina Baixa
Cuando suenan las doce campanadas, el cambio de año es inminente. Doce segundos, doce uvas, doce instantes de absoluta atención ante las órdenes del reloj que cobra todo su protagonismo durante esa noche, pero durante tan sólo doce segundos.
El resto del año los entusiastas de las campanadas, que se agolpan en la plaza para tomar las uvas, tan apretados como pueden para notar menos el frío y preparados ante el pistoletazo de salida para descorchar la botella de cava, parecen no acordarse de los campanarios y sus relojes que viven en las alturas encargados de marcar el paso del tiempo.
La torre del reloj de Elche, más conocida como la Torre de la Vetla ubicada en la plaza de Baix, en la esquina de la plaza del Ayuntamiento alberga dos relojes. El que marca las horas es Calendura (de calendario) que data del año 1572, popularmente conocido como Miquel, y el que marca los cuartos, Calendureta o Vicentet.
Destacan en Elche estos dos relojes que datan de finales del siglo XVI. Todavía conservan su mecanismo autómata desde el año 1759, aunque en el siglo XIX un alcalde quiso eliminar estos relojes para substituirlos por otros más modernos. Sin embargo, la presión social fue tan fuerte que todavía hoy Calendura y Calendureta, Miquel y Vicentet siguen marcando las horas y los cuartos, aunque en estos tiempos de merecidos Patrimonios de la Humanidad, cuando Calendura marca las horas también suenan las notas pertenecientes al capítulo de la Baixada del Angels en el Misteri.
La iluminación del campanario de la Iglesia de Santa María, en toda su longitud, es una de las inveteradas costumbres que los alcoyanos recuerdan desde hace años y que contribuyen a dar forma y color a la noche en la que se dejan atrás todas las experiencias de un año que se acaba y se reciben, expectantes, los primeros segundos de las experiencias que están por llegar.
Como en otros lugares de España, los alcoyanos se reúnen en la Plaza, que en este caso se llama la Plaza de España, para escuchar las doce campanadas que marcan el comienzo del fin y el inicio de lo nuevo y atragantarse, como es de rigor, tratando de comer las doce uvas correspondientes.
Atrás quedaron los tiempos en los que se concentraban en la que todo el mundo conocía como la Plaza de la Marcha, que realmente se denomina Gonzalo Cantó, y se celebraba la Fiesta del Champán. Allí se reunían todos los locales de los aledaños a ésta, que se cerraba y previo pago de una entrada, todo el que lo deseaba, podía consumir libremente.
También los villeneros tienen su plaza emblemática, su lugar de reunión para tan celebradas fiestas y quedan todos a la vez en la de Santiago para dar su particular bienvenida al Año Nuevo, con las campanadas y las uvas.
En la Vega Baja, es el reloj de Orihuela que marca las doce campanas de Fin de Año uno de los más atractivos. En la zona de la Ocarasa el Ayuntamiento instala desde el inicio del milenio una carpa donde se celebra una fiesta popular hasta altas horas de la madrugada, pero antes cientos de vecinos acuden a tomar las uvas ante el reloj conservado en la orilla del río Segura, el más antiguo de la ciudad.
En el Medio Vinalopó, la torre del reloj de Pinoso también guarda una interesante historia. Y es que la maquinaria fabricada por la Casa Canseco en 1889 era tan pesada que hubo que construir una torre sólo para el reloj al que cada día hay que darle cuerda mediante un sistema de contrapesos. La torre alzada en 1900 se sometió a una intensa restauración en el año 98, de modo que tanto la escalera de caracol rematada con dos campanas quedó reforzada para evitar un posible derrumbamiento por el propio peso del reloj.
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