STAFF A.M. - Tienen trabajo de altura

Tienen trabajo de altura

La primera vez que José Cruz López subió hasta la cúpula de la torre de San Francisco sintió un miedo que hasta llegó de rodillas. Él quería ser campanero para vivir una experiencia de altura, y lo logró.

“Tenía mucho miedo a las alturas tuve que caminar de rodillas, ya que no podía ni pararme por la adrenalina y el miedo que sentía de estar a 60 metros de altura y es que nunca había estado en algo tan alto”, relató José quien ya tiene 11 años como campanero.

José y otros 17 compañeros son parte de toda una tradición en Celaya que ha pasado de generación en generación y que es tocar las campanas del templo de San Francisco, considerada la más alta de México con sus 60 metros de altura.

Subir a la torre implica poner a prueba el miedo a las alturas. Para llegar al primer piso se tiene que subir por una escalera de metal. Para seguir al segundo piso la escalera es más angosta y de madera, que rechina al pisarla. Hasta parece que se va a romper.

Para subir al último piso y llegar hasta la cúpula se tiene que pasar por una serie de escaleras entrelazadas de madera, amarradas con alambres y sin protecciones de donde más sostenerse. El que llega hasta aquí tiene que vencer no solo su miedo sino confiar en su equilibrio para no caer.

Al final todo parece haber valido la pena, cuando se ve desde las alturas todo el centro de la ciudad de Celaya.

Tomás Arriaga, presidente del grupo de los campaneros explicó que hay distintas formas de tocar las campanas, pues se doblan en señal de luto y repican en señal de alegría, el sonido también es distinto para llamar a misa.

Cuando se prohibieron los juegos pirotécnicos en la ciudad, los repiques fueron remplazados por campanada ya que era el sonido de los castillos que se encendían en las fiestas tradicionales.

Tocarlas no es cosa fácil, pues se tiene que medir la distancia entre el cuerpo y la campana así como darle el tiempo necesario para que las campanas den la vuelta, de lo contrario se puede sufrir un accidente.

“En una ocasión no medí bien a distancia de las campana de la Inmaculada y ella me pegó en la parte de arriba (ceja) del ojo del lado izquierdo”, comentó Gerardo Sánchez

Una de las anécdotas que recuerda el grupo de campaneros fue cuando estaban llamando a misa y un enjambre de abejas llegó hasta donde se encontraban las campanas. Los campaneros no se dieron cuenta de su presencia hasta que empezaron a picarlos pero a pesar del dolor no dejaron de tocar las campanas.

“Es difícil perderle el miedo a las altura porque cuando yo llegué tenía que empezar a quitarme el miedo y así se les exige a los nuevos jóvenes que llegan que superen su miedo”, expresó Tomas Arraiga quien coincidió con sus compañeros en que no cambiaría su oficio por que los llena de alegría y orgullo.

STAFF A.M.

AM (21-11-2010)

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