Hace 140 años
En 1870, sin tecnologías ni nada que se le pareciera, el volteo de campanas no quedaba más remedio que hacerlo a mano. En esas se encontraba el campanero de la iglesia de San Salvador, encarmado a la torre gótica del siglo XIII, cuando una de las campanas le arrastró.
«Como un nuevo Cuasimodo voló por los aires», sin embargo, sujetándose como buenamente pudo, tuvo la grandísima suerte de volver a caer dentro del campanario. El resultado de este «salto mortal» fueron algunas contusiones, un susto monumental y «librarse de una muerte segura, cual hubiera ocurrido si hubiera sido despedido por los aires». Varios días después, la gente aún comentaba el suceso y, cómo no, atribuyeron su «milagrosa» resolución a que hubiera ocurrido precisamente en una iglesia.
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