GÓMEZ PALAS, José - El acróbata de los tañidos

El acróbata de los tañidos

El campanero del Salvador mantiene el toque manual de las campanas.

Antonio Mendoza Vázquez, campanero del Salvador desde 1968, representa la cuarta generación de campaneros de la familia Mendoza. - Autor: CABRERA, J. M. / ATESE
Antonio Mendoza Vázquez, campanero del Salvador desde 1968, representa la cuarta generación de campaneros de la familia Mendoza. - Autor: CABRERA, J. M. / ATESE

A su padre, Antonio Mendoza González, la prensa de la época le llegó a apodar como "el famoso hombre mosca" por su desacostumbrada habilidad para subir a las torres de los campanarios sin más ayuda que la de una cuerda y una alcayata gitana. "Para este oficio es fundamental no tener vértigo", sentencia Antonio Mendoza Vázquez, el campanero del Salvador, que a sus 58 años representa la cuarta generación de campaneros de la familia Mendoza.

Desde el año 1968, en que falleció su progenitor, Antonio es el encargado de hacer sonar cada día las campanas de la Colegial del Salvador, único campanario en Sevilla donde aún se sigue conservando el toque manual. Junto a sus tres hijos -Antonio, Jesús y David, quinto eslabón de la saga- se encargan además del mantenimiento y conservación de los campanarios de buena parte de las iglesias de Andalucía y de algunos pueblos de Madrid. "Hoy día casi todos los campanarios están ya automatizados". Sus mecanismos, basados en sistemas de motores eléctricos por impulsos, se accionan bien por ordenador, con un mando a distancia, bien incluso con una simple llamada de teléfono móvil. "Tenga en cuenta -ilustra Antonio- que un cura de una zona rural puede llevar a la vez cinco o seis parroquias. Mientras se desplaza de una a otra puede marcar el teléfono y accionar las campanas sin que nadie le eche en falta".

No es el caso de la iglesia del Salvador, donde en una estancia abierta hacia la mitad de la estrecha escalera de caracol que conduce hacia el campanario tiene Antonio su domicilio. "En esta misma habitación nacimos mi abuelo José, mi padre y yo". Algunos escalones más arriba, Antonio accede al campanario de la Colegial, situado en el patio de los naranjos. "De aquí para abajo es todo lo moro. Esta es la parte más antigua del templo".

"San Fernando, San Salvador, San Andrés, San Cristóbal, la del fuego...". Las siete campanas del Salvador, cada una bautizada con un nombre, se abren a las cuatro caras de la torre. "Ésa de ahí, la San Cristóbal, lleva castigada 64 años porque le dio un porrazo a mi padre". "Yo podría tocar una campana agarrándole el badajo, pero no quiero. Lo suyo es que voltee y suene la campana", señala mientras se agarra a las cuerdas y explica las cabriolas de infarto que debe dar en el aire para un buen volteo.

Desde lo alto del campanario, Antonio descubre sus otras facetas como habitante habitual de la Colegial. Además de campanero, es el sacristán del Salvador y el capiller de la hermandad del Amor, por lo que, de añadidura, le cabe el orgullo de erigirse en verdadero muñidor de la Semana Santa de Sevilla al colocar cada año la famosa rampa por la que desciende el Domingo de Ramos el misterio de la Sagrada Entrada en Jerusalén.

Todos los meses, además, Antonio se sube a lo más alto de la cúpula que corona el Salvador para revisar el funcionamiento del pararrayos.

Hoy día, el tañido de las campanas del Salvador se reserva casi exclusivamente para una función religiosa, la de convocar a los fieles a misa, y rara vez han tocado a duelo en ocasiones muy excepcionales, como el fallecimiento de Juan Pablo II y el óbito del que fuera párroco del templo, Manuel Trigo. "En algunos pueblos se siguen conservando las llamadas a difuntos, en las que según las campanadas que suenen se sabe si el difunto es hombre, mujer o niño.

También siguen existiendo toques tradicionales, como el de Ánimas, el Ángelus o la Lágrimas de San Pedro, pero aquí en Sevilla sólo se tocan ya en la Giralda", narra. Vestigio del servicio social que prestaban antaño los campaneros es la llamada "campana del fuego", encargada de transmitir la alarma a la población cuando en la ciudad se desataba un incendio de importancia.

Los campanarios del santuario del Rocío, la mezquita de Córdoba o la Basílica del Gran Poder llevan el sello y la firma de esta familia de campaneros sevillanos.

GÓMEZ PALAS, José

El Correo Web (06-03-2010)

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