GAITÁN, Aquiles - Las campanas

Las campanas

Qué sensación más placentera, un momento bello, fue despertar el pasado Domingo de Resurrección con el tañer de las campanas de la Catedral. ¿Cómo se llamarán las campanas? Porque han de saber que las campanas tienen nombre, que las esquilas tienen nombre y que el campanero platica con ellas a golpe de badajo, en cada repique, alentando su entusiasmo, como aquel repique sin igual que lanzan al viento las campanas cuando se celebra la fiesta del Señor de la Sacristía; seguramente el campanero es su devoto y celebra con las campanas el gran día.

Tener presente en este amanecer las campanas, me conduce sin remedio a recordar la campana de Dolores, la más célebre de las campanas que convocó con su tañer a los mexicanos a la rebelión, a la lucha por la libertad. ¿Con qué fuerza, con qué entusiasmo, con qué arrebato, el campanero de Dolores repicó las campanas para despertar a un pueblo? Para llamar a su pueblo a ser pueblo, a buscar su destino por sus propias manos, por sus propios medios; el verdadero discurso de Miguel Hidalgo se perdió en el viento de la alborada, igual que el tañer de las campanas, pero al igual que las campanas, debió ser de arrebato y entusiasmo para prender la chispa que incendiara campos y ciudades construidos sobre la destrucción de nuestra cultura, la muerte de millones de indígenas, el saqueo y la esclavitud de la Conquista. ¿De qué intensidad debiera ser el repique de las campanas para convocar de nuevo al pueblo para que sea pueblo y busque su destino? “El que tenga una piedra que agarre una piedra, el que tenga un palo que agarre el palo, el que tenga un azadón que agarre el azadón, el que tenga un machete que agarre el machete, el que tenga una daga que agarre la daga, el que tenga un rifle que agarre el rifle, el que tenga una escopeta que agarre la escopeta, el que tenga una pistola que agarre la pistola. Alcemos el puño, ¡ha llegado el momento de levantarnos!”, es el tenor de las palabras del “Tío Ho” convocando al pueblo vietnamita a luchar por su libertad. Pueden ser las de Miguel Hidalgo, o las de cualquier ciudadano que quiera convocar nuevamente a este país a luchar por su libertad. ¿O acaso somos libres? ¿Estamos conformes con nuestra sociedad? ¿Podemos inventar una nueva sociedad? ¿Desde cuándo andamos acelerando el cambio de estructuras? Por supuesto que no voy a hacer un panegírico del neoliberalismo ni tampoco del socialismo, porque simple y sencillamente la civilización está en crisis: “eso es lo que hay y de lo que hay se gasta”. Debemos encontrar nuestro propio camino a través del sistema democrático, éste que tenemos prisionero entre la partidocracia y la ifecracia. ¡Oh burocracia dorada!, que nos tiene sumidos en la subordinación y la dependencia plena de sus decisiones; es por ahí, es hasta aquí, esto se puede, esto no se puede, te toca tanto, tantos anuncios, todos van, todos son, todos sienten el mismo impulso de la democracia.

Cuántas mentadas de madre recibiría Chepina cuando se puso a repartir propaganda con sus huestes trepados en zancos en la Autopista México-Cuernavaca, el mismísimo Jueves Santo, a media mañana, produciendo un embotellamiento, de horas, que llegó hasta el Periférico de la Ciudad de México, cuando miles de capitalinos salían de vacaciones hacia Morelos y Guerrero. ¡Qué insensatez!, por no decir ¡qué poca madre! Pero hablaba de las campanas y viene a mi memoria la historia del pueblo aquel donde se robaron la campana de la iglesia; todos la sentían suya pues todos habían cooperado con monedas de cobre y plata, con medallitas, con crucifijos, con anillos de oro para fundir la campana del más fino sonido que sólo se obtiene al fundir el bronce con los nobles metales. El pueblo entero se sumió en el desconcierto, en la pena, en la tristeza, en la ira; el pueblo sin campana extrañaba el sonido, el melodioso sonido del tañer del bronce y sus aleaciones. Los pedazos de fierro que suplían la campana no llegaban a producir los sentimientos que produce la campana, producían coraje con su sonido desatinado. Una noche de luna en un cerro cercano se escuchó el melodioso tañer de una campana, de la campana, de su campana; todos los hombres salieron a la luz de la luna en busca del sonido que no cesaba, que sonaba rabioso, desmedido; llegaron hasta arriba del cerro, en la rama baja de un corpulento pino, colgaba la campana tocada por el viejo sacristán, que enamorado de la campana la quiso sólo para él y que esa noche borracho de mezcal repicó y repicó hasta que murió a manos de quienes fueron convocados por el sublime repique de la campana, que tenía algo de cada quien y que hoy sigue llamando a la feligresía.

GAITÁN, Aquiles

Cambio de Michoacán (09-04-2012)

  • Parroquia de Nuestra Señora de los Dolores - DOLORES HIDALGO CUNA DE LA INDEPENDENCIA NACIONAL: Campanas, campaneros y toques
  • Catedral de la Transfiguración del Señor - MORELIA: Campanas, campaneros y toques
  • DOLORES HIDALGO CUNA DE LA INDEPENDENCIA NACIONAL: Campanas, campaneros y toques
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  • Campanas (historia general y tópicos): Bibliografía

     

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