QUINTERO RESTREPO, Mónica - Las campanas suenan con las bendiciones del sacristán

Las campanas suenan con las bendiciones del sacristán

En la iglesia, sin que se vea mucho, pero siendo amigo de todos, hay un sacristán

Jairo Elías Jaramillo Arenas es sacristán. Entre sus funciones está tocar las campanas de la iglesia - Autor: SÁENZ, Robinsón
Jairo Elías Jaramillo Arenas es sacristán. Entre sus funciones está tocar las campanas de la iglesia - Autor: SÁENZ, Robinsón

Cuando Jairo Elías Jaramillo Arenas tocó las campanas por primera vez, fue un desastre, sonaban desafinadas. Entonces una señora de la comunidad, hija de un señor que fue sacristán, le dijo que le iba a enseñar. Aprendió que hay que tocarlas no solo con fuerza, también con armonía. Y que pueden sonar tristes y deben hacerlo cuando hay un entierro.

Jairo es el sacristán de la parroquia El divino maestro, en Santa Mónica, desde hace dos años, aunque en octubre próximo, dice, el 2, cumplirá una década en el oficio. Estuvo siete años y tres meses en la iglesia Santa Rita y ahí fue su primera vez.

Llegó a sacristán sin pensarlo. Es técnico en administración y finanzas y trabajó varios años en eso hasta que un día le dio por independizarse y montar su restaurante. Estaba muy contento, hasta que lo atracaron, dos veces, se aburrió y cerró.

Jairo era lector de Santa Rita cuando se fue el párroco y el nuevo buscó sacristán. Él no quiso aplicar, porque no creía que tuviera lo que se necesita para serlo, pero los otros lectores, muy amigos, le insistieron que se anotara, hablaron bien de él, y se ganó el puesto. "Un sacristán —explica— es el administrador del templo".

Él barre, hace el aseo de la iglesia para que esté bien organizada, se mantiene bien informado para responder las preguntas de los feligreses, abre y cierra, está en las misas. Ahora que es Semana Santa, por supuesto, ese trabajo aumenta, y aunque en general hace turno partido, por estos días casi que ni sale de la iglesia. No le importa. Su trabajo le gusta. ¡Ah…, también toca las campanas, no obstante, no siempre puede a tiempo, que es media hora antes de la misa y otra vez cuando se acerca la hora, porque a veces hay mucho que hacer en la sacristía o hay mucha gente preguntando y "se cuelga uno" y termina tocándolas solo cinco minutos antes.

Jairo también se ha vuelto alcahueta con las personas. Si hay que abrir a las 5:30, y algunos llegan a las 5:00, los deja entrar, para que vayan orando y no se queden al sol. "Esto es una vocación, porque aquí lo más importante es que se trata del cuerpo y la sangre de Cristo. Hay que hacerlo con mucha entrega".

La purificación de la mesa del altar la hace con mucho cuidado. Con una brocha va barriéndola centímetro por centímetro y el polvo que queda al final, que está lleno de partículas consagradas, precisa, las recoge en una bandeja, para luego echarlas no a la basura, sino a una matera. Eso, cuenta, no lo saben muchos sacristanes, y hay que hacerlo así, para que la mesa quede purificada. Lo aprendió en el oficio, en la experiencia.

Lo que más le gusta de ser sacristán es el contacto con la gente. Se encuentra con niños, con adultos, con viejos. Algunos lo llaman Jairito y son muy pocos los que no lo conocen.

Por supuesto, le han pasado cacharros, como esa vez que alguien, desconocido, le pidió una ropa y él no podía atenderlo en el momento y el otro le sacó cuchillo. O esa vez, en la otra iglesia, que un señor de la calle le pidió dinero de la iglesia y él le dijo que no podía darle, porque había que pedir permiso, y lo corretió por el barrio con un garrote.

Gajes del oficio diría algún abuelo. Para Jairo, lo bueno y lo no tan bueno, han sido aprendizajes, que suma a sus estudios de teología. "Yo soy sacristán por vocación y servicio. Me quedé en este puesto porque he recibido muchas bendiciones".

Llega la hora de tocar las campanas. A un lado de la puerta principal, en un lugar que pocos ven, está la puertecita de la que él tiene las llaves. Es pequeño y oscuro y solo se ven las cuerdas. Jairo se para frente a ellas, las toma fuerte y hace lo que sabe hacer: que las campanas suenen, como deben sonar.

Glosario

  1. Hombre que en las iglesias tiene a su cargo ayudar al sacerdote en el servicio del altar y cuidar de los ornamentos y de la limpieza y aseo de la iglesia.

  2. m. Dignidad eclesiástica a cuyo cargo estaba la custodia y guarda de los vasos, vestiduras y libros sagrados, y la vigilancia de todos los dependientes de la sacristía. Hoy se conserva en algunas catedrales, y en las órdenes militares.

En definitiva

Jairo Elías Jaramillo Arenas es sacristán, un oficio que necesita vocación. Entre sus tareas está mantener la iglesia ordenada y tocar las campanas. Ahora en Semana Santa aumenta el trabajo.

QUINTERO RESTREPO, Mónica

El Colombiano (17-04-2014)

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