El Santísimo recorre unas calles monumentales alrededor de la Mezquita-Catedral con la presencia de cientos de personas
Si Córdoba está en algún sitio, es sobre todo junto a su Mezquita-Catedral. Por eso de su corazón de cuidad tenía que salir el limpio corazón del Sacramento, por eso no podían anunciarlo más que las campanas de su torre, por eso la alfombra de romero tenía que ser por Cardenal Herrero, Torrijos y la Cruz del Rastro, por eso tantos altares tenían que apoyarse en muros centenarios.
Córdoba ha reencontrado su procesión del Corpus Christi en los alrededores de su primer templo y el pueblo soberano así lo ha entendido llenando las calles para ver pasar al Señor en la custodia de Arfe. Tras el cortejo de música, cofradías casi sin faltar ninguna, niños de primera comunión, Adoración Nocturna, seminaristas y clero de la ciudad, un alegre repicar de campanas, como correspondía al día, anunció la llegada de la custodia en la que llegaba el Santísimo, adornada con rosas y magnolias blancas.
Miradas de respeto al paso del Señor, colgaduras que jugaban con el aire y los altares de las cofradías, cuajados de patrimonio y de símbolos, honraban su paso por las calles, en una tarde larga como corresponde al mes, pero también aliviada con un viento suave y agradable, para que nadie tuviera que preocuparse de una temperatura que nunca había importando tanto como estos años.
A un paso ligero avanzó la Custodia por Cardenal González hacia la Cruz del Rastro, y más tarde por la Ribera hasta pasar bajo la Puerta del Puente. Cientos de personas esperaron durante muchos minutos el momento más tradicional: la bendición con el Santísimo que pronunció el obispo, y donde se pidió por la ciudad y por los cordobeses, ya con la noche vencida y con los monumentos como ofrenda de belleza a Dios.
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