FRÍAS, Álvaro - El feligrés que donó la campana robada: «Me alegré mucho cuando se recuperó pero ahora espero que no me dé más la lata»

El feligrés que donó la campana robada: «Me alegré mucho cuando se recuperó pero ahora espero que no me dé más la lata»

Eduardo Guerrero explica que se trata de un objeto con un gran valor sentimental que tiene más de un siglo de historia


Poroch Fanica pasa las horas sentada en la entrada de la parroquia de Santiago, que está situada en pleno centro. Aquella mañana se fijó en un joven que hablaba por teléfono a las puertas de la iglesia. Vio como entró y, pasados unos minutos, se marchó. Sin embargo, esta mujer no podía imaginar que, en la mochila que llevaba, el chico escondía una campana que supuestamente había sustraído del interior del templo. El objeto, que fue donado por un feligrés, regresó al lugar del que se lo habían llevado solo unas horas después, gracias a la rápida actuación de la Policía Nacional, que detuvo a un padre y a su hijo, así como a una tercera persona, en relación a estos hechos.

Ayer el párroco de la iglesia, Francisco Aranda, charlaba en el templo con Eduardo Guerrero. Él es el feligrés que donó la campana, sobre la que recordaba que tiene más de un siglo de antigüedad: «Fue mi padre quien se hizo con ella y la trajo a casa. Era de un barco».

La campana pasó de generación y Eduardo se quedó con ella. A sus 93 años explicaba que la tuvo en su despacho cuando se dedicaba a asuntos marítimos, para luego acabar instalándola en el patio de su casa: «La tocaba cada vez que entraba, algo que a la vecina del primero no le hacía mucha gracia y siempre protestaba», aseguraba este feligrés sin evitar esbozar una sonrisa.

Eduardo no quería que la campana se perdiera, ya que tiene un gran valor sentimental para él y no sabe que harán sus herederos con ella, por lo que decidió donarla a la parroquia. Pero duró poco allí. No pasaron ni 24 horas cuando recibió la noticia de que la habían robado.

«Me cabreó, porque le tengo mucho cariño», apuntaba. Pese al mal rato, no iba a tardar en volverla a ver, ya que la Policía la recuperó el mismo día en el que fue sustraída.

En la investigación ayudaron las imágenes de la cámara de vigilancia, en las que se puede ver como el sospechoso entra en el templo y se dirige directamente a la campana. Tras guardarla en una mochila, abandona la iglesia disimulando.

Mientras el párroco y Eduardo charlaban recibieron una visita inesperada. Se trata de la tercera persona detenida en este caso: la responsable de una tienda de antigüedades a la que se le acusa de un supuesto delito de receptación. No tardó en pedir disculpas y en explicarles a ambos que no sabía que se trataba de un objeto robado.

«Entró en la tienda un hombre mayor con una muleta pidiendo algo de dinero para comer. Me ofreció una campana y le di diez euros, pero no me entretuve porque estaba atendiendo a un matrimonio. Por la tarde apareció allí la Policía y me dijo que era robada. No me lo podía creer, lo estoy pasando fatal», afirmaba.

Para Eduardo Guerrero, el hecho de que la campana haya regresado tan pronto al templo es un milagro, uno más de los que dice que le ha concedido María Auxiliadora. Precisamente a ella le estaba rezando cuando los agentes aparecieron en la parroquia tocando la campana: «Me alegré muchísimo, pero ahora solo espero que ya no me dé más la lata».

FRÍAS, Álvaro

Diario Sur (11-06-2015)

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