G.G. - El "Blanco" revive una tradición de siglos

El "Blanco" revive una tradición de siglos

Ángel Cabezuelo, campanero y enamorado de las tradiciones de su pueblo, asegura que la tradición tendrá continuidad en el tiempo, ya que hay una amplia lista de espera.


‘El Blanco’ de este año se encontró vacías muchas calles del municipio en su recorrido, por ser domingo y, especialmente, por las bajas temperaturas. - Autor: G.G.

Las calles estaban completamente vacías cuando se escuchó el tintineo de una campanilla, que azuzaba al viento, mientras las alforjas acumulaban gotas de hielo: era el Blanco, que llegó con una capa de invierno a El Ballestero.

Serían las 9,30 de la mañana cuando esta ánima muda y anónima, conocida por todos por el Blanco, se hizo presente en las primeras casas del pueblo, por la parte baja, entrando por la carretera de Balazote.

Su figura es inconfundible y los vecinos abren las puertas de sus casas cuando escuchan sonar la campanilla, porque los todos esperan su llegada para realizar sus donativos, que serán destinados, según cuenta Ángel Cabezuelo, campanero y enamorado de la tradición, a Cáritas, que los distribuirá entre las familias necesitadas.

En los últimos años se recaudan alrededor de 300 euros, que los vecinos van depositando en las alforjas de líneas rojas y negras, que el personaje lleva sobre sus hombros.

Esta tradición ha pasado de abuelos a nietos y de padres a hijos, por eso ha perdurado desde el siglo XVI, según tiene documentado la profesora y estudiosa de las tradiciones locales, Concha Vázquez, sin que haya dejado de realizarse, salvo en los tres años de la guerra civil, tal y como cuenta Baldomera, que a sus 95 años mantiene fresca la memoria y ha contado que en ese tiempo, su abuelo Baldomero custodió la campanilla para que no desapareciera.

El Blanco se dirigió a las casas de la entrada de la carretera de El Bonillo, la mayoría de las cuáles se encontraban cerradas y, probablemente, sin moradores. Prosiguió su camino hasta las calles altas, en las que fueron apareciendo los primeros vecinos, que se quejaban de las bajas temperaturas y se interrogaban sobre la identidad del ánima muda: «seguro que es una mujer». Porque esa es la eterna incógnita: «¿quién será este año?».

A eso dedican tiempo los vecinos, a averiguar la identidad del Blanco de cada año, ya que ese es uno de los secretos mejor guardados y que sólo conocen unos pocos. Dicen que intenta salir de un barrio distinto al suyo, para que sólo al final de la jornada se sepa con certeza quién ha interpretado al personaje.

Esa es, por tanto, una de las principales señas de identidad de esta tradición centenaria, que se guarda gracias al empeño de quienes se encargan de organizarla, personas como Ángel Cabezuelo, responsable de la lista de vecinos que quieren ser el ánima muda por una vez en su vida, principalmente por cumplir con una promesa familiar.

Cabezuelo es el encargado de dar la campanilla al Blanco (el único objeto con el que se garantiza la representatividad). Porque la tradición habla de que sólo puede haber uno cada año y, por eso, quien pretende serlo debe conseguir esa pieza en secreto.

El atuendo

El atuendo de esta ánima muda, se procura en los propios domicilios o en los de los familiares y amigos. Y es sencillo, pero muy peculiar, ya que consiste en una enagua blanca o túnica que cubre hasta los pies, capucha para la cabeza y guantes, además de un paño de encaje calado para la cara. Sobre los hombros lleva unas alforjas rojas con rallas negras (única nota de color en toda la estampa) en las que la gente irá depositando las limosnas durante la colecta del día. Como nota característica, la campanilla, que avisa a los vecinos en sus puertas de la llegada del personaje para que salgan a dar los donativos.

Hace ya algunas décadas, las personas interesadas, debían ‘robar’ la campanilla de la iglesia, entre el día de San Miguel y el anterior al de los inocentes, pero acabo descartándose esa costumbre para evitar que una familia se quedase con la misma, mientras no hubiesen salido todos sus miembros, por eso se cambió, hace al menos 38 años, según cuenta Ángel Cabezuelo.

Las limosnas y donativos, que antaño eran dedicadas a obras de caridad, consistían en patatas, mantecosas y productos de huerta o matanza, que se entregaban a los más pobres y menesterosos de la localidad, son hoy exclusivamente dinero, que posteriormente se dona a instituciones benéficas.

Como datos curiosos y anécdotas, hay que resaltar que una de las personas con mayor edad que ha sido el Blanco, fue Eladia Martínez, con cerca de 80 años. En cuanto a los jóvenes, han representado al personaje desde los 18 años. Todos los años se preparan ‘vecinos de reserva’, «por si a última hora ocurre algo con el Blanco titular, ya que no podemos permitir que la tradición se interrumpa». Como curiosidad, resalta Concha Vázquez, que en los últimos tiempos han sido mayoritarias las mujeres.

En El Ballestero raro es el domicilio en el que no haya habido un familiar que haya sido el Blanco, y la tradición ha pasado de abuelos a nietos y de padres a hijos, por eso se ha trasmitido desde el siglo XVI. Cuentan que, al parecer, esta tradición también se realiza, «aunque con algunas modificaciones», en un pueblo de Ciudad Real y otro de la región de Murcia.

Según pasaban las horas del día de los inocentes, mayor número de personas salían a la calle, pese al frío, que parecía traer en sus alforjas el Blanco, quien paraba unos segundos en las puertas, esperando que saliesen sus dueños, o hasta que algún vecino le decía que «ahí no vive nadie».

En el centro del pueblo, junto al ayuntamiento, hay más gente que espera y que pregunta que por dónde viene:

- Parece que se escucha por ahí arriba.

- ¿Y quién han dicho que es?

- Dicen que menganita.

- Y tú, ¿has cumplido la promesa de tu madre?

- Todavía no, que hay una lista con más de 15 personas...

G.G.
La Tribuna de Albacete (28-12-2014)
  • EL BALLESTERO: Campanas, campaneros y toques
  • CABEZUELO, ÁNGEL (EL BALLESTERO) : Toques y otras actividades
  • Campanillas de mano: Bibliografía

     

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