MESEGUER JORDÁN, Vicente - Las iglesias de Orihuela

Las iglesias de Orihuela

Ciudad mitrada, conventual, levítica, mística. La Jerusalén levantina. Todos estos calificativos ha merecido Orihuela, pues hubo un tiempo en el que este pueblo vivía para Dios, y según algunos, Dios llegó realmente a vivir aquí. Tocan las campanas a las novenas; entran y salen en las iglesias mujeres con mantillas negras, hombres que remueven en el bolsillo los rosarios en palabras de Azorín, o «Dulcerías, jardines, incienso, campanas, órgano, silencio, trueno de molinos y de río» de la mano de Gabriel Miró. Orihuela vivía para la fe. Aquel eco de canto gregoriano ha llegado a nuestros días a través de iglesias monumentales, conventos, monasterios y ermitas, apareciendo el alma devota y mística de Orihuela en su máxima expresión durante la Semana Santa y los días previos de Pasión.

Durante el siglo XXI se ha intentado aprovechar el rico legado religioso que ofrece la ciudad para consolidarse como un destino turístico de renombre, para deslumbrar con el brillo de sus magníficas obras de arte y demostrar al mundo que hay ciertas ciudades de provincias que no necesitan ni alabanzas complacientes ni reconocimientos fingidos.

Hoy la situación es preocupante. Esos tesoros que Orihuela guarda con celo como un cuerpo guarda sus entrañas, están escondidos, ocultos e inaccesibles. Hoy muchos Salzillos de Orihuela se apagan en capillas olvidadas. La ciudad tiene encarcelado su patrimonio en iglesias cerradas a cal y canto. Es doloroso que durante el mes de agosto Orihuela haya tenido cerrados tres monumentos con la categoría de bienes de interés cultural: Monserrate, Santiago y Salesas. Así se maltrata nuestro patrimonio. ¡Así se vende nuestra ciudad! Sin embargo, no crean que la solución es abrir al público todas las iglesias de Orihuela, la clave reside en que las iglesias más relevantes sean, a su vez, un museo, con iluminación avanzada de sus retablos, con un recorrido museístico en el interior, con peanas explicativas y sobre todo, que no sean las propias parroquias las que tengan que abrir a su costa. Hace tiempo que en Orihuela se engaña a los visitantes y turistas. Se les engaña desde el minuto cero, cuando se les proporcionan los folletos turísticos. Se incluyen edificios que no se pueden visitar. Se les infunde toda la ilusión del mundo para que admiren los cuadros de Vicente López del monasterio de Las Salesas. Y el final ya es conocido: iglesia cerrada. Se vende el Sorzano de Tejada poco menos que como la National Gallery: museo cerrado. Se habla de las joyas palaciegas de Orihuela: palacios cerrados. Se intenta maravillar con fotografías del órgano de Santiago: cerrado. El acondicionamiento como museo de las iglesias de nuestra ciudad debe ser un empeño de nuestras administraciones municipal y autonómica. Todo esto cuesta ciertamente mucho dinero, pero ¿acaso no es el único potencial que tiene nuestra ciudad? ¿Acaso no debe Orihuela empezar a despegar?

Otra cuestión no menor es la falta de mantenimiento de la iluminación de nuestros monumentos. ¿Imaginan ese hotel de carretera en EE.UU. a media noche en cuya recepción parpadea una bombilla agonizante? Da miedo. Pues de esa misma manera están nuestros monumentos iluminados. La torre de Santas Justa y Rufina tiene varios lados apagados. Los focos del suelo de la iglesia de Santiago se apagaron hace meses. La iluminación de la torre de esta iglesia de Santiago es lamentable. El santuario de Monserrate merece una iluminación acorde al santuario de la patrona. No tiene iluminación el monasterio de Las Salesas, las puertas del Convento del Carmen, el palacio del Marqués de Arneva, el Sorzano de Tejada, la fachada barroca del Palacio Episcopal. Sucede igual con la torre de la Catedral: solo algunos de sus lados están iluminados. Los palacios de la Plaza Marqués de Rafal, el del Barón de la Linde, la fachada de la Merced, fachada de la Trinidad... El Monasterio de san Juan parece el castillo de Drácula. Las ruinas de nuestro Castillo y San Agustín mejor no las menciono. Y por fin Santo Domingo, con una torre medio encendida medio apagada, según se mire, y focos parpadeantes desde un extremo a otro. ¡Son edificios de un enorme valor histórico-artístico!

Oriolanos: No dejemos que se apague el brillo de nuestro pueblo, pues la luz, igual que el sol, no nos pertenecen.

MESEGUER JORDÁN, Vicente

La Verdad (20-09-2015)

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