RODARI, Gianni - La guerra de las campanas

La guerra de las campanas


"La guerra de las campanas", de Gianni Rodari - Autor:

Érase una vez una guerra, una grande y terrible guerra, que hacía morir a los soldados de uno y otro bando.

Nosotros estábamos en este bando y nuestros enemigos estaban en el otro, y nos disparábamos mutuamente día y noche, pero la guerra era tan larga que llegó un momento en que empezó a escasear el bronce para los cañones y en el que ya no nos quedaba hierro para las bayonetas, etc.

Nuestro comandante, el Extrageneral Bombón Tirón Pisarruidón, ordenó echar abajo todas las campanas de los campanarios y fundirlas todas juntas para hacer un grandísimo cañón: uno solo, pero lo suficientemente grande como para ganar la guerra de un solo disparo.

Para levantar aquel cañón fueron necesarias cien mil grúas; para transportarlo al frente se necesitaron noventa y siete trenes. El Extrageneral se frotaba las manos de contento y decía:

- Cuando dispare mi cañón, los enemigos huirán a la luna.

Llegó el gran momento. El cañonísimo fue apuntado contra los enemigos. Nosotros nos habíamos tapado los oídos con algodón porque el estallido podía rompernos los tímpanos y la trompa de Eustaquio.

El Extrageneral Bombón Tirón Pisarruidón ordenó:

- ¡Fuego!

El artillero pulsó un mando. Y de improviso, desde un extremo hasta el otro del frente, se oyó un gigantesco repique de campanas:

" ¡Din! ¡Don! ¡Dan! ".

Nosotros nos quitamos el algodón de los oídos para oír mejor.

" ¡Din! ¡Don! ¡Dan! ", tronaba el grandísimo cañón. Y el eco, con cien mil voces, resonaba por montes y valles: " ¡Din! ¡Don! ¡Dan! ".

- ¡Fuego! - gritó el Extrageneral por segunda vez - ¡Fuego, córcholis!.

El artillero pulsó el mando nuevamente y otro concierto de campanas se difundió trinchera en trinchera. Parecía como si tocaran a la vez todas las campanas de nuestra patria. El Extrageneral se arrancaba los cabellos de rabia y continuó arrancándoselos hasta que sólo le quedó uno.

Luego hubo un momento de silencio. Y entonces, desde el otro frente, como si fuera una señal, respondió un alegre y ensordecedor " ¡Din! ¡Don! ¡Dan! ".

Porque debéis saber que el comandante de los enemigos, el Muertismariscal Von Bombonen Tironen Pisaruydonsson, también había tenido la idea de fabricar un cañonísimo con las campanas de su país.

" ¡Din! ¡Dan! ", tronaba ahora nuestro cañón.

" ¡Don! ", respondía el de los enemigos.

Y los soldados de los dos ejércitos saltaban de las trincheras y corrían los unos hacia los otros, bailando y gritando:

- ¡Las campanas, las campanas! ¡Es fiesta! ¡Ha estallado la paz!.

El Extramariscal y el Muertiscal subieron a sus coches y se fueron corriendo, y aunque gastaron toda la gasolina, el son de las campanas todavía les perseguía.

(Extraído de Cuentos por teléfono)

RODARI, Gianni

El Blog de Rodari (16-11-2015)

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