Hoy luce discreta, casi sin que nadie repare en ella, desde el campanario de la iglesia de Morro Jable. Abajo, en la playa de La Cebada, los turistas que se dan baños de sol y de agua desconocen el misterio que en su día representó para los vecinos de Cofete la aparición en su playa de la campana.
El día 14 de diciembre de 1937, en plena guerra civil española, hubo una gran tormenta de granizo y relámpagos que azotó sobre Jandía. Ya con la calma del día siguiente, llegaba desde la mar lo que parecía un extraño repicar como el de la misa de los domingos. Fue un pescador que había ido con su caña hasta el islote de la playa de Cofete el primero en oírlo, poniendo en alerta a los vecinos del poblado al grito de ¡que vienen los guerreros! Asustados por lo que anunciaba el pescador, emprendieron camino a Morro Jable para traer a otras personas que ellos creían que les podrían ayudar a desentrañar aquel misterioso suceso.
Al final recalaría en la playa una especie de boya gigante, de unos tres o cuatro metros de diámetro, a la que le quitaron la tapa para descubrir el origen del sonido. La campana fue transportada a remolque de burros y camellos hasta el pie de La Montañeta, en el mismo poblado de Cofete. Por su gran peso, nunca se pudo subir, como hubieran deseado los vecinos, a la cima de La Montañeta. Pero se colgó de una barra sobre dos piedras para tocarla por las fiestas de San Juan.
La campana de Cofete. Inspiración, magia y misterio, un libro recientemente editado por el Ayuntamiento de Pájara y escrito por Rafael Pérez, también conocido como Tamariche, cuenta la historia de aquella campana a través de los testimonios de quienes vivieron el acontecimiento: los hermanos María y Juan Viera Rodríguez, así como la esposa de este último, María Francés Rodríguez, entre otros testigos.
El origen de la campana no está claro. Una inscripción apunta a su fabricación en Canadá. Si llegó desde allí o la perdió un barco es una incógnita. En 1948, la campana se llevó a la antigua ermita-escuela de Morro Jable en la camioneta de los Winter, familia que, más tarde, la coloca en su propia casa en Morro Jable. Con los años, los vecinos quisieron recuperar la campana al considerarla parte de su historia. Les cedieron la campana, pero estaba deteriorada y la llevaron a un taller de Arucas a arreglarla. Desde 2003, suena en la nueva iglesia de Morro Jable. El libro de tiene dibujos de Rafael Pérez que ilustran la historia, ya que no existen fotos de cuando apareció la campana. Está prologado por la historiadora Inmaculada Pérez Gopar y acaba con un poema de Andrés González Francés.
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