Un vecino sujeta el badajo en el hueco de la campana - Autor: LUMBRERAS, Ana / NOTICIAS DE NAVARRA
Las dos campanas de bronce de la iglesia de Labeaga, de unos 200 y 150 kilos de peso, respectivamente, fueron robadas en la madrugada del pasado sábado del campanario. La mayor mide aproximadamente un metro de altura y la otra, unos 60 centímetros. “El viernes sobre las 21.00 horas fuimos a pasear y las campanas estaban”, relataba ayer un vecino del pueblo. Para su sorpresa, al día siguiente, se percataron de que las campanas que coronaban el campanario habían desaparecido: “Vino mi mujer a casa muy disgustada diciendo que se las habían llevado”. Avisaron de inmediato a la alcaldesa, Noelia Garín Heredia, y a continuación a la Policía Foral.
Labeaga es un concejo perteneciente al municipio de Igúzquiza, junto con Ázqueta y Urbiola. Está situado a las faldas de Monjardín, cerca de Murieta. Es otra de las localidades que sufre la despoblación de las áreas rurales, y actualmente, tiene 34 personas empadronadas, pero no más de 25 viviendo.
La parroquia de San Germán y San Servando, se encuentra algo apartada, aproximadamente a 100 metros de la casa más cercana y nadie vio ni oyó lo ocurrido. Todo apunta a que los autores del robo subieron por dentro del templo hasta las campanas y las desatornillaron. Una vez sueltas, las arrojaron desde lo alto y cayeron al suelo. No hubo que tratar de amortiguar la caída ni evitar el ruido, pues el campanario está rodeado de hierba, en la que todavía se puede ver la marca del impacto.
Parece que los ladrones solo estaban interesados en apropiarse de las campanas, y dejaron sobre la hierba los yugos de madera. El badajo también sigue en su lugar. Para huir, rompieron la valla que rodea la torre, y por el agujero, salieron al campo. Al parecer no escaparon por el pueblo, pero se desconoce el modo en el que transportaron los pesados instrumentos sonoros.
Lo que resulta una incógnita es el método que utilizaron para acceder al interior de la iglesia. La cerradura no se encuentra forzada, pero se sospecha que entraron por la puerta. La única pista que descarta que hayan subido desde fuera con una escalera es una cuerda que ata la puerta por la que se accede al campanario desde la iglesia. Esta se encontraba desenroscada, y según cuenta un vecino, “todos los que podemos subir la dejamos atada y bien cerrada”.
Estos instrumentos sonoros, fabricados en bronce, seguramente serían robados para fundirlos y lucrarse del valor del metal. Para llevar la acción a cabo, se sospecha que tenían todo preparado: “Ya habían observado y vigilado el lugar, porque sabían muy bien cómo hacerlo sin que nadie se percatara”, señaló un vecino.
Para ellos ha sido un duro golpe. Hace unos años, las campanas se tocaban para las misas y acontecimientos especiales y, como explica una vecina “ahora cada vez se usan menos porque como somos pocos, si hay misa nos lo decimos unos a otros. Pero aún así, nos da mucha pena porque les teníamos cariño. Era algo nuestro”. Creen que no las repondrán, y lamentan que “nos han quitado lo único que teníamos”. La iglesia es de origen medieval, aunque ha sufrido muchas transformaciones a lo largo de los siglos. La torre fue construida en el siglo XVII.
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