Elías Darriba, vecino de A Insua (Ponte Caldelas) de 67 años de edad, aún recuerda bien cómo comenzó su andadura en el mundo de los campanarios. Fue hace más de 20 años, allá por los ochenta, cuando el anterior párroco se puso a buscar a alguien con agilidad suficiente para subir al campanario de la iglesia de Santa Marina. Hay medio ciento de escalones hasta lo alto de la torre, y la acaracolada escalera se fue haciendo imposible para el que entonces era sacristán, «que estaba coxo».
Al final, murieron aquel cura y aquel sacristán y Darriba heredó también el resto de los cargos en la parroquia: ayuda en la misa, atiende las cosa de la procesión, cómo llevar el estandarte, lo prepara todo para los funerales, y, sobre todo, hace tañer las campanas a tino, algo que viene siendo cada día que pasa más raro, y que lo está convirtiendo en un hombre de cierta fama.
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