M. PRIETO, Óscar - Por quién doblan las campanas

Por quién doblan las campanas

En las ciudades no se escuchan, devoradas por ese informe animal que es el ruido de fondo, confundidas en una mezcla extraña de motores de automóviles y sirenas de ambulancias. Y cuando logran hacer sobresalir su cabeza por encima de esas arenas movedizas que tragan y arrastran hacia el fondo los sonidos, las campanas, su tañer en las ciudades llega a los oídos de los urbanitas huérfano de todo sentido. Ignorantes, no comprenden su lenguaje, no reciben su mensaje.

Las campanas, especie en extinción, en esta época en la que toda la información se trasmite y se hace llegar por los teléfonos móviles, encuentran su último hábitat en los campanarios de los pueblos. Desde la altura privilegiada de sus torres, siguen reuniendo a los vecinos a concejo, los llaman a misa, les despiertan alegres cuando llegan las fiestas, los llaman a hacendera para arreglar regueros, los visten de luto para acudir al duelo y la de Santa Bárbara protege los campos, ahuyentando las tormentas cuando suena. Las campanas siguen siendo la voz de bronce los pueblos.

Pero ya ni siquiera están seguras en sus torres. Furtivos cazadores, ladrones de campanas las han convertido en presas predilectas. Bandas criminales saquean campanarios, enmudeciendo a pueblos de Burgos, de Palencia, de León y de Galicia. Las venden luego para ser fundidas. Sólo les interesa el peso, pero con ellas roban mucho más que el cobre y el bronce de sus materiales, se llevan la voz y el alma de los pueblos. Lo considero un delito de lesa humanidad.

Pero también es la metáfora perfecta del signo de los tiempos. El catedrático de la Universidad de León, Lorenzo López Trigal, como una Casandra a la que nadie le hará caso, hace el terrible vaticinio: «En un plazo de 20 años quedarán despoblados el 50 por ciento de los pueblos de León». El robo de campanas silencia a los pueblos, antes de quedar vacíos. Ya lo advirtió el poeta John Donne: «Nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas; doblan por ti». Doblan por nuestros pueblos, que desaparecen. Tocan a muerto por nosotros, los que hemos nacido en ellos. Y cuando queramos darnos cuenta, será ya demasiado tarde para poner remedio, pues ya no habrá ni campanas para avisarnos del entierro.

Y la semana que viene hablaremos de León.

M. PRIETO, Óscar

La Nueva Crónica (07-03-2018)

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