Ejemplos prácticos I

Este estratégico espacio desde el que se divisa una bella panorámica trata de ser, de algún modo, un elocuente resumen del arte de la relojería de grueso volumen en La Rioja, ya quie está ocupado por ejemplares de muy diversa naturaleza.

En la zona central del mismo, en concreto, se dispone el reloj de San Vicente de la Sonsierra, que es el que precisamente da nombre a esta torre de la antigua fortaleza de la Villa, como heredero de otros anteriores. Recientemente restaurado, con escape de rueda catalina y áncora, consta de cuatro trenes complementarios (horas, medias, cuartos y un avisador), lo que le convierte en el segundo más monumental de toda la región después del de la catedral calceatense., A su lado los restantes (de horas y medias) parecen perder protagonismo.

Junto a él se sitúa un reloj horizontal con escape también de rueda catalina y áncora en el que se repiten las mismas constantes que caracterizan a los prototipos construidos "a la francesa", más livianos formalmente que los de jaula.

Hay también otro mucho más moderno de locomotora, construido ya bien entrado el siglo XX, en un contexto ptesidido por unos afanes de simplificación formal y una mayor precisión que, provisto de escape de farol o linterna, se puede considerar como un híbrido de las soluciones anteriores.

Ejemplos prácticos II

El existente junto a la escalera es una simple y lógica evolución del modelo anterior. Con escape de rueda catalina y áncora, este reloj está motorizado de fábrica. La pequeña esfera patrón, siguiendo en este caso constantes tradicionales, se personaliza con el nombre de la empresa constructora: los Muruas de Vitoria, con los que los Perea tenían tantas afinidades.

El empleo de motores eléctricos auxiliares con el fin de remontar automáticamente las pesas erradicaría para siempre la servidumbre de tener que subir numerosas escaleras cada cierto tiempo para "dar cuerda" al reloj. Todo se volvería mucho más cómodo a partir de entonces. No obstante, esos motores se convertína sin querer en el preludio de una nueva era que, primero con el cuarzo y luego con otras tecnologías más sofisticadas, desembocaría definitivamente en la desaparición de los relojes de grueso volumen tradicionales.