Vista nocturna de la calle 25 de Mayo frente a la Plaza Libertad, año 1959. - Autor: SUNCHALES HOY
Sunchales, julio de 1931
Pasado casi desapercibido el 25 de Mayo, la Comisión de Fomento se apresuró a invitar al pueblo a una reunión a efectuarse en el salón comunal, el día 10 de junio a las 21.30 horas, con el objetivo de designar una comisión de vecinos que organizara los festejos del 9 de Julio próximo.
No asistió ninguno.
En vista de este hecho inexplicable y ante la perspectiva de que el aniversario de nuestra independencia pasara sin un recuerdo siquiera, sin que el pueblo exteriorizara de alguna manera su sentir patriótico, la C. Directiva del Sportivo Sunchales, solicitó a la Comisión de Fomento, autorización para patrocinar las fiestas, presentando un programa escolar y popular.
Pero sucedió que, en la confección del programa, el club Sportivo dedicó preferentemente mucha atención e interés al gran macht que iba a sostener con otro similar de relevante prestigio, además del acto escolar en la plaza, olvidándose del Te Deum.
Esta omisión disgustó al cura párroco, Don Antonio Preiti, quien atribuyó la omisión intencional a los socialistas de la Comuna para los cuales no guardaba ninguna simpatía, debido a que le habían encerrado el auto en el galpón por negarse a pagar la patente, pues Don Antonio alegaba que el coche estaba al servicio espiritual del pueblo, por tanto libre de impuestos. Entonces, apartándose del programa de festejos, fijó por su cuenta la hora del Te Deum para las escuelas religiosas y los feligreses. Por aquellos imprevistos, cuando no hay armonía en la ejecución de un plan, la hora del Te Deum coincidió con el acto público de la plaza.
El 9 de Julio, estaban concentradas las escuelas, las instituciones con sus insignias y el público en el centro de la plaza, iniciándose el acto patriótico con el canto del Himno Nacional, acompañado por la banda de música de Adolfo Actis, cuando de repente las campanas de la iglesia comenzaron a repicar a todo vuelo, aturdiendo el espacio, por cuya causa, el Himno terminó musicalmente de una manera desastrosa.
De inmediato se oyeron en los presentes las consabidas protestas. No paró allí la cosa. En la mitad del discurso que estaba pronunciando el edil Guillermo Arbitelli, volvieron las campanas a hacer oir su voz broncínea impidiendo percibir las vibrantes frases del orador, que tuvo que interrumpir la alocución. Nuevas protestas del público. Una maestra que estaba leyendo entusiastamente su composición poética sobre la independencia, fue interrumpida por la tercera llamada del Te Deum. Perdida ya la paciencia, una comisión de vecinos se dirigió hacia la iglesia en demanda de silencio y respeto al acto que se estaba realizando en la plaza. Don Antonio Preiti respondió al pedido, diciendo: el toque de campanas es parte de la ceremonia religiosa y agregó: en Tucumán en 1816 repicaron las campanas de todas las iglesias en esta misma hora, anunciando el advenimiento de una nueva Nación.
Después de finalizada la ceremonia en la plaza, surgieron toda clase de comentarios. Fue una provocación, se decía; hay que desagraviar a la patria, repetían otros; se remitieron notas a la curia; se enviaron notas a la Jefatura de Policía, pero al final, pasado el “viento revuelto”, como le dicen los santiagueños a los remolinos de tierra del verano, todo quedó en calma, como los bajados de las campanas.
No obstante, conviene acotar que el padre Preiti fue un celoso guardián de la grey cristiana, dinámico, sencillo, de buen trato y legó al pueblo de Sunchales la torre de la iglesia, costeada casi toda de su propio peculio.
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