LLOP i BAYO, Francesc - Los toques de campanas de Ateca

Ateca - (Comunidad de Calatayud)

La recogida de los toques de campanas de Ateca dió lugar a una interesante reunión de varios de los que habían tocado a lo largo de los Últimos cuarenta años, incluyendo al que los sigue interpretando todavía. Los seis informantes plantearon un modo de entrevista distinto, en grupo, ya que prácticamente el resto de los sacristanes y campaneros encuestados en Aragón fueron reunidos de uno en uno o de dos en dos. Este tipo de encuesta colectiva plantea algÚn pequeño problema, ya que, como es bien sabido, el informante individual adapta sus contestaciones a los demás, dentro de unos límites. Unicamente cuando la constestación de otro afecte muy sensiblemente los principios de uno, éste saltará y procurará dar su versión de la realidad. Esas pequeñas discusiones, dentro del consenso, tuvieron lugar, y gracias a las informaciones y a los toques de VALERO JUDEZ RAMOS, el mayor de todos ellos, que en cierto modo llevaba la coordinación y la voz cantante, de VICTORIANO SANCHEZ, de JOSÉ LABRADOR, de JOSÉ MARIA BARTOLOMÉ, de JESUS MAESTRO, sacerdote, de FLORENCIO PÉREZ. Como decía alguno de los informantes:

- Si va a escribir algo ponga a Valero como campanero, como campanero antiguo, aunque hemos hablado todos.

El señor JUDEZ llevaba preparada una pequeña lista, que luego olvidamos de pedirle, y que no se ajustaba exactamente a los propósitos de nuestro trabajo. Sin embargo supieron adaptarse pronto a nuestras preguntas, para explicarnos el modo y el sentido de los toques:

- Sí, sí, a lo que va éste, no he escrito yo nada.

- ¿Lo está cogiendo? ¡Digamelo! A lo mejor la explicación se la podía dar mejor.

El encuentro con ellos había sido previsto unos días antes: estaban bandeando para el anuncio de las fiestas y quedamos en volver, el día y hora que les pareciera bien; entonces conectamos Únicamente con VICTORIANO SANCHEZ, quien se encargó de avisar a los demás. A todos ellos, y al cura párroco de Ateca, es preciso agradecer la colaboración, que nos permitieron recoger y conocer un sistema de toques de campanas ciertamente peculiar.

Los informantes nos dieron la guía para la entrevista colectiva, que tuvo lugar precisamente en la misma torre, mientras preparábamos el equipo audiovisual para recoger los toques, cosa que hicimos a continuación. Mientras no se indique lo contrario, se supone que la contestación pertenece a cualquiera de los entrevistados:

- Haste cuenta que la entrevista la haces a uno.

- Cada uno te vamos a responder la misma pregunta pero, pero vamos a darte la respuesta que tÚ desees entre los cuatro.

- ¡Entre todos!

- Todos contestaremos lo que sepamos.

- ¿Los demás podemos decir algo?

- ¡Cada uno que diga lo que sepa!

El veterano de los informantes es VALERO JUDEZ RAMOS, que ya tocaba antes de la guerra, y que dejó de trabajar en la iglesia como sacristán y campanero al hacerse mayor:

- Yo soy de los antiguos... Hace cuarenta y cinco años que estaba aquí... ¡y el campanero mayor era yo! Entré a la fábrica a los deciocho o por ahí, pues catorce años o quince o deciseis; por ahí, por los años esos. Cuando yo le dejé, porque era mayor yo ya.

Sin embargo aÚn siguió colaborando algunos años más, cantando en las misas, lo que podía simultanear con un permiso espacial de la fábrica de chocolate donde trabajaba:

- Allí, en San Francisco, se celebraba un culto a diario, misa cantada. La cantaba yo, porque tenía permiso de la fábrica de chocolate. La cantaba y me iba a trabajar a diario.

Las obligaciones de los monaguillos eran muy amplias, ya que no solamente incluían la ayuda en los actos rituales y el toque de las campanas, sino que se encargaban del mantenimiento y conservación de los enseres litÚrgicos así como de la vigilancia de la iglesia, quedándose algunas veces a dormir en ella:

- Era el amo yo, porque como, como eramos seis o siete y eramos siempre los mismos, que nos habíamos criao desde así, y ya nos fuimos a trabajar y aÚn estábamos aquí, pues en medio de, como le llevábamos todas las cosas bien hechas, todo bien limpio, todo bien, hasta les cambiábamos los manteles a la Virgen, todo, y en fin lo llevábamos mucho y lo llevábamos muy a gusto. ¡Y hemos dormido hasta aquí, dentro de la iglesia! Porque por las noches había la costumbre, como, las cosas esas de los pueblos, nos quedábamos dos y registrábamos toda iglesia, ¡pero desde primero hasta lo Último! Nos quedábamos dos, cuando se iban del Septenario, a las nueve o las diez de la mañana...

- ¡De la noche!

- ... de la noche. Mirábamos todos rincones, todas capillas, confesionarios, nos subíamos al tablo del órgano, nos subíamos hasta por aquí hasta por los salones. Por si se quedaba alguien, ¡porque siempre se quiere hacer alguna fichuría! ¡Nosotros lo hemos hecho con mucho amor! ¡Con mucho amor y mucha afición! Todo el mundo que a lo mejor decía: "¡Eh, coño! Vamos a ver aquello que, parecía aquello que estaba mal hecho; nosotros lo ponemos bien!"

El proceso de aprendizaje fué entre monaguillos, de unos a otros, aunque probablemente hubo cierta simplificación de los toques:

- Siendo monaguillos... Todo ésto viene ya de atrás: unos susbtituyen a otros, y en los tiempos, en los tiempos treinta y seis, que yo tenía diez años, pues ya conocía un toque, que no ha sido, que ha sido siempre el mismo, que no ha fallao. Lo que pasa es que como han venido otros nuevos y algo de dejadez, pues la cosa ha ido a menos, y eso ya lo sabemos todos.

Quizás sea Ateca un caso Único en nuestros tiempos: un sacerdote, Mosén BENIGNO HERNANDEZ, fijó los toques y otras actividades litÚrgicas, redactando unas listas que estaban incluso colocadas a la puerta de la torre, para recordatorio de los monaguillos:

- Y a razón de lo que mandaba ése es lo que se ha hecho... Mosén Benigno que era, a más se le puede llamar que era el amo de todo ésto, de toda la Eucaristía de aquí hasta de Zaragoza... Él dió la lista de todos los toques... Benigno Hernández.

[¿Tenían lista escrita?]

- Tanto como eso... de algunos toques, ¡sí! En algunos toques están listas escritas por la cosa ésa de por alguna emergencia, por ejemplo las quemas, toque de incendio; ésto de Todos Santos, la noche, como se llama éso, las Animas, pues esos son toques de emergencia que como son respetuosos pues había que tocarlos con mucho rigor, con mucha sentimentalidad... Y éso es lo que estaba escrito por el señor ese, por Mosén Benigno...

- Lo que nos acordamos ahora, pa que conste, es la tradición, nos acordamos de ella, y la tradición escrita por Benigno Hernández, un cura de hace ya...

En ese contexto, de fijación relativamente reciente de los toques, es posible hablar a un tiempo de tocar igual o de innovar e incluso de simplificar toques:

- Nosotros no lo hacíamos, eso salió bastante... Los sábados no se tocaba... Antes era sin parar: pues se tocaba seguidamente varios toques. Pero yo tuve la opción de decir: "Coño, que estamos aquí tanto..."; y tocaba pues tres toques, seguidos, y se calculaba cinco o seis minutos, que no se tocaba más, que en cinco o seis minutos se puede tocar mucho; ¡pues ya valía!

- Lo que pasa es que como han venido otros nuevos y algo de dejadez, pues la cosa ha ido a menos y eso ya lo sabemos todos... pero los toques legítimos se han [inaudible: ¿escrito?] con Mosén Benigno, con Mosén Benigno, que era el cura párroco de aquí de Ateca, que era el ilustre de aquí tó alrededor, ni en Zaragoza, ni en Tudela, ni en como se llama ésto, en Tarazona y todo éso ése era el dueño, y a razón de lo que mandaba ése es lo que se ha hecho... era cuando tenía yo doce años; tengo sesenta y ocho.

La torre de Santa María de Ateca, mudéjar como la del reloj, ha tenido siempre cierto renombre:

- La torre de Ateca ha llevau mucha fama su construcción, su situación y sus campanas. ¡Ha llevau mucha fama!

De manera poco usual los informantes ofrecen una teoría general sobre las campanas, no tanto desde su punto de vista de campaneros cuanto desde la idea de un proceso de comunicación, que supera incluso las necesidades de transmisión de mensajes de la iglesia en la cual están colocadas, postura amplia defendida por el sacerdote presente:

- Considero que se debía respetar todo éso y, ¡y poner un campanero y que toque! Que toque en condiciones, ¡en una palabra!

- Y es que da alegría, también, es una comunicación, ¿eh?

- Siempre tendrán futuro las campanas: ¡éso es como el periódico, la radio, la televisión, las campanas siempre tendrán!

[¡A lo mejor les ponen motores!]

- Bueno, ¡puede ser! Pero la campana siempre tendrá futuro, ¡aunque sea volteada por motor! Pero entonces éso tenía que ser una programación, ¡una programación de toques! ¡Porque el motor lo que hace es voltear la campana! Entonces había que hacer una programación, yo que sé, de un sistema de cuerdas y tal, pero que llevaría, ¡llevaría un costeo muy elevao el hacer esas cosas! Por ejemplo, el programar las campanas con cuerdas y tal, mira que llevaría... Pero bueno, enfin, aunque las programen, ¡siempre será una comunicación de la campana con la gente del pueblo! ¡De la iglesia en sí con la gente del pueblo a través de la campana! Éso siempre será una comunicación. ¡De la iglesia que llama a través de las campanas, a la gente! ¡Es la convivencia, vamos!

- ¡No es en sí la iglesia! Es un modo de comunicación entre unos con otros. Por medio de la campana. ¡Eso es! Y la convivencia entre todos.

- Ésto debe de fomentarse y llegar a, exactamente ¡y conservarse! ¡Es una comunicación, de alegría, de dolor, de difuntos, entre todos los habitantes del pueblo!

Las características de las campanas, especialmente sonoras, son descritas con hermosos calificativos. Tienen nombre de santo así como el del lugar hacia donde están colocadas, aunque éste sería un apelativo reciente. Las campanas, por su gran tamaño, no son fáciles de tocar:

- Oye, ¡qué hermosura de campana! ... Tiene un sonido divino... Aquella, la que se partió, la del mesón... y después, con la del Señor, ésta impone mucho... Y ésta impone mucho sobre todo cuando es por la noche... que tiene un sonido algo flamante, ¿eh? Y esa campana respeta mucho, porque tiene el sonido muy brillante, no es como ésa, la del Señor que llamamos, que tiene un sonido muy corriente, impone mucho, imponen mucho. La primera, la campana la Virgen, la segunda, la campana del Señor y la tercera, la campana de San Blas y el cimbalillo, el cimbalillo que es ese... no, no, no tiene nombre... Todas campanas [lo tienen] escrito, pero algunas lo tienen en poesía, tienen en eso, como ocurrió en realidad y lo que ponga lo pondrá ahí, o sea que llamarles la campana de la Virgen, la campana del Señor y la campana San Blas es por...

- Si era San Blas, pues por lo regular, ésta, cualquiera de las dos, pero por lo regular ésta; pero ésta la hemos tenido siempre muy secuestrada, porque es muy peligrosa, que está mucho mal y ésto, pero en su puesto, la de San Blas... El cimbalillo ése no se toca. Se toca a lo mejor si suben muchos, pues le dan. Pero no. Y, también, ése no estorba.

[Yo lo decía por la campana'l mesón]

- Éso ya es después, éso es ya más nueva ahora: es más nueva, ahora la llamamos la campana del mesón, hacia adonde da, o sea es la orientación que tiene... ésta es la del fuerte y ésta es la de la Virgen, ésta sí es la que no ha cambiao.

Una de las dos campanas mayores de Ateca cayó mientras tocaba, aunque ninguno de los presentes fué testigo de tal caída:

- Ésta seca yo abajo, ésta se cayó abajo, y dió la casualidad que no pasaba nadie y, y se partió. [¿Cayó abajo tocando?] No, no tengo recuerdo porque éso no fué estando yo, no estando yo, yo no estaba, porque si hubiera estao, hubiera estao aquí.

La destrucción de campanas y la quema de iglesias en la guerra civil causó manifiesta incomodidad a los presentes: fué un difícil momento de tensión que fué necesario superar rápidamente para llevar a buen puerto la entrevista, aunque en Ateca no hubo tales destrucciones:

- No, en guerra no ocurrió aquí nada, en guerra no las tiraron.

Aparte de esas características sonoras que hemos transcrito de las campanas, ciertos cambios metereológicos afectan también a su acÚstica así como a la difusión de su sonido. También se tiene en cuenta su resonancia, precisamente para los toques de difuntos:

- El aire las vareaba, el aire las varea. [Varea por varía] Y el calor. El calor las preta, y el aire le cambia muchas veces hasta el eco, la onda. Si viene el aire de Caraquela, y estás bandeando, a lo mejor vendrá aire y estás con ésa: "Bim-bom, bim-bom", y viene de cara, en éstas no cambia el eco; ande cambia más es en éstas otras. En sonido fino no cambia el eco, más cambia en las de sonido recio.

- ¿Y hasta donde llegaba ésto?

- SegÚn el día, segÚn el aire que hace, las ondas llegan a Moros. En Castejón las oyen normalmente.

- No sé el radio que cogerá en kilómetros.

- Éstas dos, el eco de ésta no es tan sonido, pero éstas dos se meten.

- Yo me acuerdo los pastores, o sea que se enteraban y venían: "Oye, ¿quien ha muerto?" Por Barrionuevo, por allá por la sierra, por Fuenmayor, por la Caracabás.

- ¡Y ésta por la noche es muy alegre!

- Es muy triste; es muy alegre y muy triste, porque tiene un sonido muy vivo: "tinn... tinn"; de tan fino, de tan fino y tan éso como quiere te hace hasta tristeza... [palabras incomprensibles] es tristeza: ¡el sonido tan fino y tan alegre que da la Virgen! ¡Y si le acompaña el aire, pues aÚn más!

- ¡El entierro tiene un toque algo serio! ¡Hay que darle el gusto a la campana! ¡Hombre! El eco, el eco, que muera el eco de la campana que da "ponnn, ponnn..."

La técnica para el volteo o bandeo es de una sorprendente eficacia: se lanzan varios hacia el yugo de la campana e inician así, de un golpe, el movimiento circular, que se realiza mediante el empuje de dos o tres hombres por cada una de las campanas:

[¿Voltear o bandear?]

- Es voltear, pero nosotros le llamamos bandear. Empujando, la empujamos, se engancha el yugo... hasta donde nos da la salida de las manos, la traemos y luego le damos un empujón.

- Se empieza bandeando para terminar volteando.

- Sí, sí.

- Entre dos, entre dos, porque estas campanas hay que darlas, pa bien, pa bien, entre dos o tres, uno de los dos la voltea, el otro se lanza arriba a coger el badajo.

- ¡A coger el yugo!

- Y entonces la pone y entonces ya es cuando viene el bandeo, cuando ya le metes la fuerza y "Ding-dong" y "Dang-dang" y "Dang-dang" y ya viene el bandeo.

Hay una serie de cuerdas para repicar con las tres campanas mayores, desde abajo, que igualmente sirven para hacer los repiques desde arriba, mucho más efectivos; tales sogas han de tener ciertas medidas:

- Hay que combinar, a ver si me acuerdo, combinar pa cuando viene el Obispo y cosas de ésas no recuerdo si es con ésa y ésa o si es con ésta y con aquella. La combinación no me acuerdo si acaso con las tres y dos con una... Ya luego probamos. Se puede repicar desde [abajo: en el texto dice "arriba" pero debe ser un error] pero es incómodo y más bonito desde arriba, desde arriba se le saca más a todas las campanas, debido a que haces lo que quieres, porque como hay tanta distanta [¿distancia?] pues las campanas, las cuerdas pues ya no se dominan mejor, desde aquí las coges y haces lo que quieres: ¿despacito? ¡despacito!; ¿fuerte? ¡fuerte!

- ¡Ésta [cuerda] hay que ajustala! ¡Ésta hay que ajustala porque está muy larga!

Son las mismas cuerdas las que llegan hasta abajo, y que permiten hacer muchos de los toques: se gana entonces en comodidad. Había un conjunto de cuerdas, en vez de las carruchas y el madero actual:

- Se repica desde abajo porque, claro, es incómodo tener que subir a todos los repiques aquí arriba.

[¿Se tocaba tal como está, con la cuerda directamente a la carrucha? Tenían que llevar las cuatro.]

- Sí, exactamente, pero como ésto hace que no se toca, y ésta tampoco, sólo con éstas dos se sirven, entonces éstas dos no tienen cuerdas; ésta al cimbalillo, ésta al badajo, como está puesta con otra garrucha. Sí, pero las cuerdas no estaban así: ésa estaba, tenía una cuerda desde aquí, y bajaban.

- ¿O sea, que no tenían carrucha?

- No, era cuerda, cuerda.

- ¡Ah! ¡Es verdá! Una cuerda atada a la pared.

- Ésto venía así o allá, pero en alto, ¿sabe?. en alto, no había carruchas, y ésta otra venía allá. Mire, ésto venía así, ésto venía así y no había carruchas y éso, iba cogidas, todas las que venían aquí iban emplamadas aquí y no había carruchas.

[Y no había carruchas pero sí que había los cuatro agujeros que hay con botellas, me parece que era.]

- Sí, de cristal, que destrozan la madera. Y aquí no había nada. ¡Nada! Ésto es todo provisional: aquí no ni madero ni cosas de éstas; estaba todo limpio. Y se sostenían en las cuerdas que venían, una venía y después la otra, y después ésta la cogía.

- De tirante, una forma de tirante.

- Y se quedaba recogido.

Los badajos estaban atados con piel de buey, operación que era preciso repetir de vez en cuando, y que realizaba uno de los anteriores campaneros, ciego, sin ayuda de nadie:

- Los badajos están ataos con trasca que se llama, aquí en Aragón. o sea piel, piel de buey, un material de piel que se llama trasca y los cambiábamos por debajo la cazuela, ésto se llama la cazuela, pues por debajo los quitábamos, ¡y cuando ocurría pues los atábamos otra vez con la trasca! Y las engrasábamos y todo. Y las engrasaba pa que fueran correosas. Y a medida que se iban estirando había que encogerlas, un poco. Atándolas otra vez.

- Santiago, ese hombre, subía aquí arriba, y le he visto atar, meterse dentro de la campana y atar el badajo. ¡Y era ciego! Yo le he visto, aunque era ciego, meterse debajo de una campana de éstas grandes y sujetar los badajos, ¡siendo ciego! Que era yo un chaval y a mí me daba pánico, ¡porque daba pánico! Pero yo lo he visto metido ahí arreglando las campanas y era ciego.

Las técnicas de bandeo aumentaban su peligrosidad por la estrechez de la torre y por el tamaño de las campanas. Quizás ésa fuera la causa del volteo alternado de solamente dos de las campanas mayores al mismo tiempo; el toque de las tres causó un accidente al principal informante. Estas causas aumentaban el esfuerzo necesario para el toque, a lo que se añadía la mala iluminación o incluso el desprendimiento de badajos:

- A mí me tuvieron que llevar a casa. Una noche, pa la misa'l gallo. Pues averías ha habido alguna, y a mi me fué la mayor, ya que fuí muy atrevido, muy atrevido, ya que hacía diabluras, frenaba la campana en seco. Bueno, pues éso es aparte. Ya no me acuerdo de que...

[¡El accidente!]

- Y aquel día, y aquel día me pegó ésta en el hombro. Me pegó en el hombro una de ellas, me tiró por aquí espatarrao, y claro, tuve que ir al médico, y estuve unos días de baja. ¡Y éso es lo que hay!

- He subido con la campana arriba... ¡A mí me han agarrao también porque me iba pa'l otro lao! ¡Eso sí! También, también.

- ¿Accidentes? Alguna ha habido, que no me acuerdo. Y algÚn badajo que se soltó. El badajo se soltó una vez y cayó al tejao, ¡o sea que hizo una destroza!

- No, no es peligroso tocar, porque estas cosas, pudiéndolo hacer, porque yo ahora tengo la presión muy alta ¡y si las bandeais aÚn las bandiaré yo también!

- Peligro hay, lo que pasa es que el que sube aquí no mira el peligro que puede tener.

- Éso va con la edad, éso va con la edad; ahora mísmamente casi subía con pena, estoy con tensión alta.

- Pero peligro, si lo vamos a mirar, en todo hay. Pero para bandear una campana detrás de otro ya vé usted aquí que no hay ningÚn peligro.

- Oye, Casio, y por la noche, aquí, ¿como iluminábais?

- No se iluminaba, no se iluminaba.

- Y aquí como os entendíais en una noche negra como la de...

- ¡Ah, bueno! Aquí nos poníamos una vela en cualquier cosa, y un ga, un farol, en cualquier cosa que encontrabamos por ahí abajo. Pero iluminao d'eso, aquí, no. Aquí llegaron a iluminar, cuando pusieron las... Luminaban éso, pero por fuera un poco, pero éso es ya más moderno. Pero aquí dentro no había nada.

- ... que canse físicamente, ¡el más duro es voltear las campanas! Ése es el más duro, desde luego. ¡Voltear las campanas la noche del gallo!

- Cualquier día, cualquier noche que se volteen, es duro.

Ha habido, esporádicamente, campaneros, hombres mayores, sin otra ocupación, dedicados a tocar las campanas, aunque solían encargarse los monaguillos:

- Recuerdo que había uno cuando yo le dejé, que estaba, que estaba entre los poquitos. Ese hombre era viejo ya y yo le dejé porque era ya mayor yo, y no aprendió a tocar tampoco.

- Yo ya tenía mis ocupaciones, era hombre, ya tenía trabajo, ya era mayor, ¡ya tuve que dejarlo! Y a más, me remplazó otro que es el tío Cochito, que es un hombre viejo, que le hacía falta por necesidá el jornal que le daban, que no sabía tocar tampoco.

- El Único que sabía tocar algo era el pobre Santiaguito ciego.

- Y ese campanero que hubo, Santiago, si aguantó tanto es porque era ciego el hombre, y no podía trabajar ni nada, y entonces le daba lo que fuera el cura, que tampoco era un sueldo fijo, le daba lo que le fuera, eran sus propinas y nada más. O sea, no trabajaba por un sueldo, no era un campanero pagao. Le daban lo que les pareciera el hombre. Él lo que hacía era repicar, les ayudaba a cantar también, cantar misa, subía aquí arriba, ese señor. Yo creo que era de nacimiento, porque además sabía también tocar la guitarra, la laud.

- Había un sacristán y un campanero... y el sacristán mayor era Raimundo Nosécuantas y el campanero mayor era yo, era yo.

- Éste es el que toca ahora; ¡ven, Jose Mari! Éste tiene que aprender.

- Toca bien, éste toca bien.

- ¡A éste había que haberlo metío en vereda hace tiempo! En vereda! Pero le pasa igual que a nosotros, que tiene su trabajo y unas veces puede venir y otras no puede. ¡Claro! ¡Influye también el trabajo, como a todos nos ha pasao!

Los toques diarios anunciaban la misa de la mañana y otros actos litÚrgicos. Había toque de oración a mediodía, así como otro por la tarde, mal recordado por los informantes:

- Los toques se tocaban: primero a misa, por la mañana, y como no había más que la misa, suponiendo que no había después una, una novena. Bueno, la novena, la misa y la novena son los mismos toques. Luego, claro, si venía entierro, una quema, cuando había rogativas, de alguna rogativa no me acuerdo, cuando había mortajicos, ésto va consonante con estas cosas y todo éso.

- Al mediodía se tocaba siempre el Angelus.

- ¡Ah, sí! Se tocaba siempre el tentenublo.

- Yo tenía entendido que el nublo era el Angelus de la tarde, al oscurecer.

- ¡Yo os digo que digais algo, yo estoy hablando!

- Al mediodía se tocaba el Angelus, unas campanadas para que la gente supiera. Al mediodía eran tres campanadas.

- Nada más. Y se tocaba también el tente nublo cuando creías, cuando se veía que iba a haber tormenta.

- O sea, que a lo que vamos, ¡había otras campanadas para mediodía y ya está!

[¿Campanadas por la mañana, no?]

- No, no, sólo a mediodía, a las doce.

[¿Y por la tarde tampoco?] Tampoco.

- Bueno, por la tarde, sí, también, había sobre las nueve las campanadas de, no sé como les llamaban. ¡Las de retirarse la gente! ¡Las de retirarse a la casa! La señal. Una señal se daba por la tarde.

- En ese sentido el Angelus de la tarde.

- Bueno, al escurecer se tocaban tres campanadas también, como a las doce se tocaban tres campanadas, ¡para dar a entender que son las doce de mediodía!

Los toques de los domingos eran de mayor complejidad, pues ya requerían las tres campanas. Las distintas generaciones de monaguillos representadas en la torre conocieron innovaciones y cambios en la manera de interpretar esos toques semanales; los más antiguos, al contrario de lo que cabía esperar, no tocaban el sábado como víspera de fiesta, pero simplificaron los tres toques en uno solo un poco más largo:

- ¡Igual, igual!

[¿Se tocaba igual la misa de domingos?]

- ¡No! ¡Las misas mayores siempre ha sido función de las tres campanas!

- El sábado a mediodía se repicaban las campanas en señal de alegría como que al otro día era fiesta. Un sábado normal, cualquier sábado. ¡Los sábados se repicaban las campanas dando a entender que al otro día era fiesta! O la víspera de una fiesta; como los sábados son víspera de fiesta.

- Éso ahora; nosotros no lo hacíamos, éso salió bastante; los sábados no se tocaba.

- Antes era sin parar: pues se tocaba seguidamente varios toques, pero yo tuve la opción de decir: "¡Coño! ¡Que estamos aquí tanto!" Y tocábamos pues tres toques, seguidos, y se calculaba cinco o seis minutos, que no se tocaba más, que en cinco o seis minutos se puede tocar mucho. ¡Pues ya valía! No ahora, que tocan un toque, y luego, a la vuelta de éso, pero más pequeños. O sea, empezó, le voy a decir que era un toque seguido. Un toque seguido, un rato antes, y ya vale. Pero un toque seguido de bastante rato.

Otro tanto ocurría en la iglesia de San Francisco, un antiguo convento exclaustrado, donde había, a diario, misa cantada, que se celebraba los domingos con mayor solemnidad:

- Está también la de la iglesia de San Francisco; no tiene que ver. Aquella era independiente, aquella era para el culto de aquella parroquia. La parroquia siempre ha sido ésta la parroquia, Santa María. Aquella un convento de frailes ¡y luego suplemento de esta parroquia! Allí se celebraba un culto a diario, misa cantada, allí porque la cantaba yo, porque tenía permiso de la fábrica, allí la cantaba y me iba a trabajar, a diario. Y los domingos se echaban las dos campanas que había a bando y se hacía misa de dos curas, cuando se terminaba una de aquí. ¡Había más entonces porque había más cosas que ahora!

Los toques de fiestas no solamente se indicaban con repiques apropiados sino con el bandeo de las tres campanas:

- Y cuando se amenazaba misa mayor, en fiestas, en fiestas grandes, a la misa mayor, se tocaban las tres también, se bandeaban.

Los toques de difuntos indicaban el sexo solamente en la primera señal, pero luego carecían de esa diferenciación. Eran distintos los toques de mortajico, o niño pequeño. Había un toque de gran solemnidad, el Señor, que se interpretaba durante todo el tiempo que llevaban los viáticos a los moribundos:

- ¿Y ese toque que hacías en la procesión seguido, todo el rato tocando?

- Era el Señor, era el toque del Señor.

- Ése era para cuando había una comunión de enfermos, por ejemplo por la tarde, al atardecer, anunciando la gente que viniera, y luego se tocaba durante el Señor se daba al enfermo.

- ¡Y éso duraba una hora!

- ¡Lo que durara! Y éso depende donde iba el Señor. Si iba a San Martín, que era lo más lejos, pues si duraba hora y media, hora y media. ¡Todo el rato que fuese! Salía de la iglesia el Señor, antes de salir, para avisarle a la gente, mientras salía el Señor hasta que volvía.

- Yo para el Señor recuerdo que se bandeaba también. ¡Se tocaba y se bandeaba!

- Pero yo te estoy hablando de los Señor que daban normalmente los días de hacienda. Que como recordarás entonces había viáticos que se llevaban por las casas y entonces se tocaba.

- ¡Sí, sí! Que salía el Señor de aquí y hasta que se volvía, ¡se estaba tocando!

- Para muerto de otra, un toque diferente. Es el Único toque tradicional que no ha cambiao!

- No ha cambiao desde que estaba mosén Benigno, que también éso no sé si habrá sido heredao o en todos los sitios igual, como acostumbra la Cristiandá o es que lo da el [palabra incomprensible].

- Éso está desde que lo conoce, pero ha venido de antiguo!

[¿Se toca igual para hombre que para mujer?]

- Sí, igual, y mortajico.

- Sólo cambia en ésto, sólo, la señal de muerto, es cuando cambiaba para hombre y mujer. O sea que se daba a entender que había un difunto en la parroquia, de mujer o de hombre era diferente, nada más se diferenciaba en la señal. A la hora del entierro era igual para hombre que para mujer.

- No, de primera o segunda o ter, ¡nada! ¡En toques no había diferencias! Eso era antes.

- Para mortajicos, pa los chiquicos de [palabras inaudibles].

- De cura, sí; había toque distinto cuando moría un cura en la parroquia, que siempre moría alguno, había toque distinto.

- Sí, también, también. O por ejemplo, cuando moría un chico, que era otro toque. ¡El mortijico! Ya son, como dije antes, en distinta campana. Ya cambiaba, pero al morir hombre o mujer, no. Solamente en la señal de que había un muerto.

- Para los chiquillos de distinta campana...

- Si fuera mujer o si fuera hombre, yo tengo oído que sí, lo que pasa es que nosotros...

- No, claro, a lo mejor nosotros...

- A lo mejor Valero [que] es más viejo que nosotros.

- TÚ, ¿era siempre igual? Dice éste que tiene oído que antes los toques para hombre y para mujer eran diferentes en el entierro.

- Yo no lo tengo oído éso.

- Si era mujer, si era mujer, si era mujer se daba un toque diferente que el hombre.

- No, yo lo he conocido desde que os estoy diciendo y no he visto esta variación porque he escuchao siempre las campanas.

- El toque de muerto pues es la señal de muerto, ¡las doce campanadas! A lo mejor, sí, pa los entierros de primera, hasta incluso se tocaban veinticuatro campanadas, que tenías que estar "boong", y al ratico "doong", con ésta, con la del Señor.

- Pero mira, vamos a ver, aclarando, ¡la introducción era para todos igual!

- Si, y después si era hombre o si era niño, ya era distinto.

- Pa la introducción era pa todos igual y...

- Yo eso no lo hi conocido ni años cuando estaba yo ni bastantes años después.

- Pero bueno, ¡éso era la señal, José! Cuando uno muere daban para un hombre por ejemplo más campanadas que para una mujer. ¡La señal! La señal es distinta, ¡pero el entierro en si se ha tocao siempre igual!

- ¡Éso es lo que está preguntando!

[Cierta confusión y variedad de pareceres]

- ¡El entierro tiene un toque algo serio! ¡Hay que darle el gusto a la campana! ¡Hombre! El eco, el eco, que muera el eco, de la campana que da, "ponnn, ponnn".

- Ya empieza porque, cuando se muere una persona ya hay que tocar a señal de muerto, y es que hay que dar doce y ocho.

- Doce para un hombre y ocho para mujer. Muy lentas: "bannn". Y hay que tocar las doce, y ya cuando viene [acelerando] "bam, bam, bam, bam." "Se ha muerto Fulano de tal!" Y entonces venía aquí el campanero y tocaba la señal.

[Comienzan a tararear el toque]

- Tocaban la señal de, no sé si ésta es. Una detrás de otra.

- ¡Pero la señal, las campanas solas! ¡Solas, solas! ¡Mujer o hombre! ¡Y después muerto igual!

Los toques de incendio, fijados por Mosén Benigno, formaban un pequeño sistema muy coherente, que nos dará muchas pistas para comprender otros toques similares, por su alto grado de elaboración:

- En algunos toques están listas escritas por la cosa esa de alguna emergencia, por ejemplo las quemas, toque de incendio, esto de todos Santos, la noche, como se llama éso, las Animas, esos son toques de emergengia que como son respetuosos pues hay que tocarlos con mucho rigor, con mucha sentimentalidad. Y éso es lo que estaba escrito por el señor ese, por Mosén Benigno... y las calles están distribuidas, que ahí abajo estaban, por el pueblo por barrios, la quema, la de la quema. Y estaba escrito en un papel ahí, en un cuadro.

- Estaba escrito en un papel ahí antes de subir a la torre, en una puerta estaba por si alguien, en un caso de algo que no fuera el campanero, supiera tocar si había quema los toques que a ese barrio correspondían... Por ejemplo, San Martín, tres toques.

- ¡Eso es!

- Ya no sé, ya no sé exactamente... Santa María se daría un toque, el otro dos toques... Éso ya, si luego hay que tocarlo, pero es pá explicárselo: toda esa parte de la izquierda y para allá, de carretera, era un toque con ésta, la de [San Blas] y "Tin". Y después con la del Señor, "¡Dan, dan, dan, dan!": ésta impone mucho. Que son dos toques: como la gente está más paquí que para el otro lao, y es con ésta, entiende, "Din, din, dondondondondon" "Din, din, dondondondondon" y ésta impone mucho, sobre todo cuando es por la noche... que tiene un sonido algo flamante, ¿eh? y ya escurre por el otro lao, como está más alejao, y la gente ya está a la espectativa: "Hay quema, hay quema". Pues entonces, "Ping, ping, ping, dong, dong, dong, dong, dong", ¡de San Martín!, ¡de San Martín!, ¡de San Martín!

A lo largo del año algunas fiestas importantes justificaban el toque de las tres campanas:

- Y la noche del gallo también se tocaba que me acuerdo yo.

- ¿Se tocaba cuando se alzaba, no?

- No, era la Pascua de Resurrección.

- Y el bandeo de campanas más importante y más alegre es el que se dice ahora, a las diez de la mañana, el bandeo de Resurrección.

- El sábado por la noche.

- Pero bueno, ¡que antes se hacía por la mañana!

- ¡Ése está autorizao, segÚn mosén Benigno, para echar las tres a la vez! ¡El Único! Y para las de la misa el gallo también, está autorizao. ¡Pero los demás no está autorizao ninguno! ¡Pa la Resurrección y la misa el gallo, que la misa el gallo ya se celebra con varios curas y es una cosa muy sagrada, pa las cosas d'éstas de los pueblos! Por la noche pues hace muy bonito, y hasta los repicoteos se hacen con las tres campanas. Las tres campanas, si pueden ser o por lo menos dos a la vez. ¡Varias campanas! Así como se ha dicho en antes que no, ahora me acuerdo que sí.

Para Semana Santa las campanas eran sustituidas por una carraca de madera que estaba precisamente colocada en la otra torre del pueblo, la del Reloj:

- Había una carraca de madera, que se tocaba para Semana Santa; ha desaparecido, estaba en el centro de la torre...

- ¡En el reló!

- ¿Ah, en el reló?

- Sí, pa Semana Santa.

- En Semana Santa.

- Las carraclas, empotradas en el reloj.

- Bueno, es que luego las conocí yo aquí también. Estaban en medio de la torre.

- ¡No hables del reló!

- En medio de la torre había una carracla grande de madera, con una manivela, y se tocaba. Estaba aquí, aquí en el centro.

- En nuestro tiempo estarían aquí, pero en su tiempo estaban en el reló, la otra torre.

- Éso no me acuerdo, no las he conocido yo. Yo siempre las he visto aquí en el centro.

- Tocaban desde allí, desde el reló.

[¿Paraban el reló también?]

- No, ¡si las campanas del reló no se bandean!

- Quiere decir si en Semana Santa paraban el reló que no tocara la campana o seguían tocando las horas.

- No, no, el reló tocaba.

Los toques de procesión acompañaban durante todo el recorrido, con diversas combinaciones segÚn la ceremonia. Para las procesiones festivas se bandeaba, mientras que para las de viáticos tocaban el Señor:

- El toque del Señor... Todo el rato que fuese. Salía de la iglesia el Señor, antes de salir, para avisarle a la gente, mientras salía el Señor hasta que se volvía.

- Y la Virgen de la Peana, la procesión también. Éso era un bandeo, se hacía un bandeo.

- Pa las procesiones, antes, no se tocaba más que la costumbre de ahora, a la salida, a la salida se echaba la campana a bando, segÚn el santo que era, sólo una.

- Sí, el repicoteo era con las tres campanas. Si era la Virgen, pues se sacaba ésa, si era Semana Santa, pues como no se echaba ninguna. Si era San Blas, pues por lo regular ésta, pero ésta la hemos tenido siempre muy secuestrada, porque es muy peligrosa, entre que está mucho mal y ésto, pero en su puesto la de San Blas.

- Una a bando, una detrás de otra. ¡Alternadas! ¡A ver si nos entendemos! Se tocaban todas pero una detrás de otra.

Para las tormentas se tocaba el tentenublo, que era como una oración que alejaba el pedrisco. Ese mismo toque se interpretaba, de manera preventiva, en verano, a mediodía. Es muy interesante la discusión del significado del toque; precisamente es el sacerdote presente quien interpreta que el sonido de las campanas rompe las nubes, mientras que los antiguos monaguillos proponen un significado mucho más sugerente:

- ¡Ah, sí! se tocaba siempre el tente nublo, tentenublo que se lo voy a cantar. Se cogen las campanas:

Tente nublo, tente tÚ
todos los ángeles van con tÚ
si eres piedra veste allá
si eres agua vente acá,
din-din-dan-dan,
din-din-dan-dan,
dandadandandin,
din, din, dan, dan.

Al mediodía eran tres campanadas, nada más. Y se tocaba también el tente nublo cuando creías, cuando se veía que iba a haber tormenta. Y cuando se tocaba éso es cuando veías el pedrisco, que se sacaba la Virgen a la, a la plaza, a la parte de la ventanilla.

- Pensad, éso del pedrisco, que lo tocabais para romper la nube.

- ¡No, para alejarla! Para alejarla, ¡que se pedía que se alejara la nube!

- ¡Pero es que dicen hoy en día que esos efectos rompían la nube y la llevaban a los pueblos vecinos o algo así! ¡Como ahora tirais cohetes o tirabais cohetes!

- ¡Está prohibido, está prohibido!

- Bueno, en ese sentido yo no he oido nunca decir nada, en el sentido de alejar la nube, de alejar la nube.

- ¡Como pidiendo que se alejara la nube!

- ¡Ésto es!

- ¿O sea, pidiendo que se alejara?

- ¡Era una oración! Una oración con la campana como que se alejara la nube!

- ¡Ah! ¡O sea que era una oración! ¡Qué interesante!

[Entonces, ¿lo tocaban el tente nublo todas las tardes?]

- ¡Éso es, a mediodía, y cuando había tronada!

- ¡Y cuando hay tormentas!

- Por la tarde, cuando había tormentas, para sacar a la Virgen, tocaban también.

- ¡También! A la hora que fueran.

[¿Y otros toques de protección, aparte del de tormenta?]

- Hombre, si es de protección, por llamarlo de alguna manera...

Los que subían a bandear se organizaban de tal modo que ponían en marcha una de las campanas mayores y luego la otra. En algÚn caso, poco frecuente, se tocaron las tres grandes a la vez, y ésto exigía coordinación y saber moverse para evitar esfuerzos innecesarios y el peligro de ser alcanzado:

- Yo estaba allí, en esta postura, porque allí en la escalera, pues allí puse a mi padre, aquí puse a un hermano mío, aquí puse unos tablones, los tres, la noche de la misa el gallo, dos, tres noches seguidas, y mosén Benigno me dijo: "Bueno, ¡hay que hacer algo de lo que tÚ sabes en la torre!" "¡Pues yo no sé hacer más que las tres campanas a uno y si podemos hasta el cimbalillo!" Conque echamos entre los tres, echamos las tres. Echamos una, yo metí aquí a un hermano mío, echamos entre el otro y yo, echamos las dos, después fuimos entre el otro y yo, y ya dándole y un momento los tres, el uno dándole sin parar, y "pin-pan", "pin-pan", después a la otra y se quedó el otro, y después yo como ésa me la tenía pingada, nos la pingamos antes, desde la escalera, pues mi padre, "pin-pan", "pin-pan", y después yo en ésta y mi hermano en ésta. Entre los tres. Y aquel día, y aquel día me pegó ésta en el hombro.

- En aquellos tiempos se tocaban todas, pero siempre una detrás de otra...

[Todas a la vez, no.]

- No, no. Puede ocurrir lo que hicimos nosotros, pero éso que venga aquí un padre con dos hijos, éso no, éso no se ha conocido aquí!

- Dos a la vez se pueden bandear.

- SegÚn, ¡dependía de la gente que subía a la torre a bandear!

- Dos a la vez, en cuanto se subían dos, ya estaban. Siempre subía uno, pero, claro, siempre subían monaguillos. Había un campanero, el que existiera, en cada tiempo, y siempre pues subían los que le hacían falta. Uno, dos, uno, dos, tres y así. Ahora, si era fiesta grande, ya subían más. Ahora, que entonces ya viene cuando se puede, ¡ya viene el peligro!

- Siempre ha habido un campanero mayor, siempre ha habido un campanero mayor. Cuando estuve yo no lo había, pero era igual. Pero siempre ha habido un campanero mayor. Uno mayor que ordenaba. Porque el mayor era yo, pero eramos todos del mismo tiempo.

Los grupos de monaguillos que tocaban las campanas, se nutrían generalmente de niños que dejaban esas ocupaciones al hacerse mayores y tener que trabajar:

- Ésto era días de labor, ¡porque terminabas la función ésta y te ibas a trabajar! Y como estas cosas, la función era a las siete o las ocho de la mañana, a esas horas ya se iba. De chicos, ¿no?. ¡Porque de hombres ha habido muy pocos! Todas estas cosas eran más de chicos, porque no hemos tenido aÚn trabajo. Y ese campanero que hubo, Santiago, si aguantó tanto es porque era ciego el hombre y no podía trabajar ni nada.

Había, sin embargo, un grupo muy especial, que subía a tocar una sola vez al año, de manera más o menos desordenada; los quintos, aunque no subía ninguna otra gente ritual o cíclicamente:

- Espera, ¿y no le has dicho lo de los quintos? Había un toque de cuando subían los quintos, que ponían una bandera.

- ¡Ah! ¡Pero éso no tenía nada con las campanas!

- Hacían un repique y bandeaban. Los quintos no hacían más que digamos un chapurreo de campanas, un chapurreo: [muy rápido] "Tantantantantantantan" y bandear. Ellos subían y no hacían otra cosa más que éso. Ponían una bandera nacional.

- ¡Y entonces ya lo sabemos lo que eran! ¡Que venían aquí, "pun-pun", se liaban, "plum-plum", "plum-plum", a lo mejor daban un mal toque, han tocao a muerto, parece.

[¿Subía otra gente?]

- No, no, ésto ha estao bajo llave todo. ¡Ésto ha sido bajo llave!

Los informantes, especialmente el más anciano, recuerdan toques de destreza, que se convertían en una manera de expresión personal, de valentía, hacia los otros mozos que subían a tocar y hacia el pueblo:

- Ya que fuí muy atrevido, fuí muy atrevido, ya que hacía diabluras, frenaba la campana en seco, segÚn la "dang-dang, dang-dang, ¡deng!" Me ponía aquí los pies, ponía aquí los pies y aguantaba, y a lo mejor desde la plaza: "¡Mira, mira Casio, mira Casio, mira Casio!" Sí, míralo...

- Bueno, éso es aparte.

- Éso eran demostraciones nuestras de jóvenes, pero dentro de aquí de los jóvenes, sin competir. Repicando, bandeando, ¡todo!

- ¡Muchas! ¡Habilidades aquí muchas! Mire, me agradaría ser joven ahora, ¿verdá? Yo he subido colgao, con la mano derecha, y he pegao con la otra arriba y ¡pon! Y m'he dejao caer. ¡O sea que he subido con la campana arriba! Y hasta, y ya tenía todos preparaos pa que no tocara más. Los que habían mirao ya me cogían así de las piernas, ¿sabe? ¡Ya me cogían de las piernas pa tira-me! Ahora, éso son travesuras, travesuras. No travesura, ¿eh?, muchas veces no por travesura. ¡A mí me han agarrao porque me iba pa'l otro lao! ¡Eso sí! ¡También, también!

La mayoría de la gente que subía a tocar era gente joven, con unas motivaciones poco explícitas:

[Subía sobre todo gente joven; ¿por qué?]

- Se subía, lo de chicos, aquí cuando se sube a bandear una víspera de fiesta los monaguillos, pues lo que pasa a los chicos, quieren subir a...

No parece que hubiese una comida más o menos ritualizada de los campaneros en la torre o antes o después de los toques, aunque ésto no impedía que alguno de los informantes aprovechase los tiempos muertos entre toque y toque para comer un bocadillo:

- Comer, no.

- Yo comía quí, claro que comía.

- A lo mejor tienes que tocar primer toque, segundo toque, tercer toque, pues me subo el bocadillo y en el entreacto.

- Yo he comido bocadillos aquí, esperando. Matando el tiempo.

Nadie de fuera venía a tocar, lo que relataron de manera muy expresiva:

No, no, aquí no ha entrado nadie!

Los campaneros eran pagados, no tanto por tocar como por monaguillos, aunque la presencia de diversas generaciones de informantes revela que en ciertas épocas los pagos eran mensuales, mientras que otras veces solamente recibían propinas o incluso nada. También hubo, algunas veces, un encargado de las campanas, así como un sacristán que vivía de su trabajo y recibía una casa como parte de su salario:

- Y ese campanero que hubo, Santiago, si aguantó tanto es porque era ciego el hombre, y no podía trabajar ni nada, y entonces le daba lo que fuera el cura, que tampoco era un sueldo fijo, le daba lo que le fuera, eran sus propinas ¡y nada más! O sea, no trabajaba por un sueldo. ¡No era un campanero pagao! Le daban lo que les pareciera al hombre.

- Él lo que hacía era repicar, les ayudaba a cantar también, cantar misa... subía aquí arriba.

- Era todo voluntario. ¡Nada!

- Cobrábamos una mensualidad, de la iglesia, una mensualidad, llegaba el mes, nos pagaba y ya...

- Pero eso ya será en tus tiempos; ¡nosotros cuando lo hemos hecho era voluntario! Nadie nos daban ni cinco céntimos.

- ¡Pero bueno! ¿Es que los monaguillos hoy no cobran nada?

- Pero por lo regular ahora cobrar, cobrar no se les puede decir, porque les dan alguna propina, veinte duros o doscientas pesetas, pero éso...

- El cura, por ejemplo, a nosotros nos daba, a Navidades, pa Navidades, nos daba el aguinaldo, que decían.

- Pues llevais razón, llevais razón, ahora me viene mejor a la memoria. Aquí cobrábamos el sacristán mayor y el campanero que era el mayor: eramos veinticuatro y no pagaba a ninguno.

[¿Cuantos curas había?]

- Tres. Eramos veinticuatro y yo veinticinco, y yo cobraba cuatro pesetas al mes. Y el otro cobraba tres duros y le daban la casa, el sacristán. Con familia y todo. Los otros no cobraban, ni subían a tocar, ¿eh? Celebraban misa, ayudaban a misa, a las limpiezas, en fin, acudían a todo lo que hubiese, a la puerta, de tocar nada. Ésos eran monaguillos.

Los monaguillos parece que eran buscados por el cura, cuando ya tenían edad de poder ayudar:

- Incluso venía el párroco a buscarnos a la salida, cuando íbamos pa sesto o por ahí. Luego te hiciste hombre, te salió el trabajo...

La gente criticaba, a diario, la mala interpretación de los toques, así como aquellos que les atañían personal o familiarmente:

- Enseguida si tocabas mal decían: "¿Quien había hoy tocando? ¡Vaya toques que han dao más mal tocaos!"; se daba cuenta la gente.

- A tocar el entierro, porque es que había distinciones, de tocar bien a tocar... Entonces había una distensión con la familia.

Este conocimiento de los toques es usual, ya que estaban destinados a la comunicación de mensajes, como suponen los informantes, que tienen en cuenta a los que escuchaban e interpretaban. Por ello, el toque quizás voluntariamente confuso de los quintos era reconocido precisamente por su irregularidad, por su falta de orden:

- El pueblo en aquellos tiempos ya se sabía todo, ya se sabía todo; todos los toques, el pÚblico ya lo sabía. Los tocaban a diario, a todas horas, y ésto estaba muy aglomerao, en aquellos tiempos. Conocían todos los toques, los conocía la gente.

- Aquí como ya sabía la gente todos los toques, a todas horas del día, ¡casi todos los días se llenaba la iglesia! Y si había novenas, o flores que se llamaban, septenarios, por las tardes, al oscurecer, pues no se cabía en la iglesia. ¡Había que cerrar las puertas porque no se hubiera podido entrar, no se hubiera podido entrar! Y tó eso pues, ¡ya era una cosa familiar!

- Ahora, le hablo de hace cuarenta años.

- Digo que será una tradición de los quintos que salían a pedir y subían, el Último día, hacían la comida, y oían misa y una fiesta. Entonces voluntariamente subían a la torre, y tocaban un chapurreau, a modo...

- Y bandeaban todo, a medio de ellos, ¡lo que les parecía! ¡Y lo que les podía alcanzar pa esas cosas! ¡Pero la gente advertía que eran los quintos! ¡Y la gente ya sabía que eran los quintos! También por la novedá. ¡Por la novedad del repiqueo de campanas que daban todo seguido, y el bandeo, que no paraban! ¡La novedá, el cambio, algo fuera de lo normal! Y entonces ya lo sabemos lo que eran!

Los toques de campanas aparecen, para este nutrido grupo de informantes, como una afición, que se cultiva más o menos desinteresadamente, y que solamente se abandona al tener que dedicarse a actividades serias, lucrativas, propias de persona mayor:

- Pues tocar campanas es una afición. ¡Una afición que le gusta a uno!

- ¡Para mí es un arte!

- ¡Una afición muy grande que tiene que salir de uno! ¡Pa subir aquí!

- ¡Y un arte también!

- ¡Una afición que le gusta a uno!

- ¡Una afición con arte, porque... es bonito!

[Intentan hablar todos a un tiempo]

- ¡Un arte!

- Porque estuve muchos años, estuve muchos años...

- Pero es una afición que le gusta a uno, como el que le gusta bailar, el que le gusta cantar, el que le gusta meterse en una mÚsica; éso es afición.

- ¡Porque de verdad le tiraba, decían antes!

- Se siente, se siente uno así.

- ¡La sensibilidad que ponían en sus manos para sacar el sonido debido!

Los toques más bonitos son el repiqueo y el Señor, aunque ninguno de los otros parece feo:

- El toque más bonito, para mí, el repiqueo de fiesta y el Señor.

- ¡Sí, señor!

- Para mí el más alegre el repique de fiesta, el más alegre!

[Hablan todos a la vez]

- ¡La entrada, el repiqueo ése!

- [Uno lo imita vocalmente] Trrrrrrrrrrrrrrrrrrrr.

- ¡El repiqueteo ese! El repiqueteo de campanas, luego cuando lo toqueis vosotros.

- Porque un toque na más, el toque corriente éso es muy normal, pero es bastante alegre. Es normal pero es bastante alegre. ¡También impresionaba cuando tocábamos para niños!

- Estos toques, ¡aÚn no me acuerdo como se tocaban!

- ¡Toque feo, toque feo me parece que no hay ninguno! Cada uno en lo suyo, cada uno en lo suyo, ¡es bonito! No hay feo.

[¿Y el más pesao?]

- Pues pesao no se hace ninguno.

- ¿Tocar mal? Pues no dar los toques que la gente conoce bien. La gente conoce los toques; ¡pues tocar mal es dar un toque distinto! ¡Pues tocar al Señor y no dar el toque del Señor, es tocar mal!

- No dar el sonido habitual que tocan las campanas. No dar el sonido habitual es tocar mal.

Los informantes creen tocar de manera diferente a los pueblos vecinos, basada en la diversidad de sones de unas campanas a otras:

- Sí, porque yo he oído tocar en otros pueblos, por ejemplo yo estoy casao con una de Moros, y en Moros tocan otros toques. A muerto tocan otro muerto.

- Y en Castejón.

- ¡Es que al ser distintas campanas el sonido ya no es el mismo!

- ¡Y en Villarluengo igual!

- Yo creo que campanas como éstas, por aquí no existe este conjunto.

- No, no, no. Es que tiene usté que contar que estas campanas por aquí no hay, ¿eh? Las hay un poco, un poco, un poco están en CalatayÚ, pero no son como éstas. Son parecidas al sonido a la de la Virgen, pero ni tan fino ni tan recio como éstas. ¡Es un sonido medio!

- Este conjunto, no, pero la de Moros hay una grande en el centro; ¡joer!

Los monaguillos dejaron de tocar al crecer y tener que enfrentarse a responsabilidades laborales, aunque algunos permanecieron en la iglesia hasta el servicio militar; seguir tocando era algo así como una afición que abandonaban al crecer, porque no se podía vivir de ello y había que mantener a la familia:

- Yo ya tenía mis ocupaciones, era hombre, ya tenía trabajo, ya era mayor, ya tuve que dejarlo. Y a más, ya me remplazó otro que es el tío Cochito, que es un hombre viejo, que le hacía falta por necesidá el jornal que le daban, que no sabía tocar tampoco, ¡y por eso yo le dejé las campanas! ¡Y que ya era mayor! O sea que se puede considerar... Ya era muchos [palabra incomprensible: ¿problemas?] pa mí el tener que ir a mi faena de trabajo y ya me remplazó otro.

- ¡Y yo dejé de tocar porque, claro, me hice hombre y tenía que mantener la familia! ¡Tuve que buscarme el trabajo y ir al trabajo! Ahora, entonces, en los ratos libres, pues aquí estamos, desde luego, porque nos gusta, nos gusta ésto, lo vivimos, pero claro, tenemos un trabajo que hay momentos que ésto hay que abandonarlo, ¡que ésto no te da de comer! Si fuera ésto tu profesión pues tendrías que estar aquí.

- Luego te hiciste hombre, te salió el trabajo.

- Yo, hasta que me fuí al servicio militar. Y, claro, después...

Los toques han disminuido en la actualidad de manera que apenas se toca ahora, y se hace muchísimo peor:

- ¡Menos! ¡Bastante menos! ¡Y peor! Porque es que antes, en la misa de por ejemplo de un entierro, no se paraba de tocar. Aparte, aparte de que no se paraba de tocar, ¡ahora los toques que dan son peor que antes! ¡No son toques como antes! O sea, no es que sean más seguidos ni no, es que no son como antes, ¡se toca mal! ¡Toca cualquiera y entonces toca como sale! ¡O sea toca las campanas! ¡Nada más hace ruido, no de tocar!

Ha habido numerosas visitas, a lo largo de los años, que se han interesado por la torre mudéjar, y que han aprovechado su subida para hacer fotografías. También han realizado esas ascensiones gente del pueblo adinerada, identificada con su torre, aunque las publicaciones se han limitado a la parte arquitectónica:

- Sí, se han hecho fotos, que han venido extranjeros, y yo he subido con ellos y nos hemos puesto en la torre, segÚn subíamos, hace años ya, ¿eh? Y ya, y gente, como le diría yo, gente rica del pueblo, que ha estau fuera, que han hecho dinero, pues también han considerau éso como una cosa suya de las de la misa, y han venido con cámaras y las han cogido y hasta incluso los hemos subido aquí.

[¿Han escrito?]

- ¡No! S'han pasau a l'historia y, puen escribir sobre el arte, l'arquitectura que tiene la torre, sobre... está sacau de los archivos de la Diputación General, la torre de Ateca.

No hay literatura oral en torno a estas campanas de Ateca, pero el conjunto de informantes recuerda dos narraciones tradicionales sobre la campana de Toledo y la más cercana de Moros:

- Pues ésa la hicieron uno, la hizo uno que le iban a dar el garrote, un tío rico, en aquellas épocas, como vivían esas gentes, y le iban a dar el garrote y ya sabía que le iban a meter un tornillo por aquí y dijo: "¡Si me dan, si me salvan la vida, hago la campana más grande de España!" ¡La campana de Toledo! ¡Y la hizo! Y está empotrada en medio de la torre, encima, pero que llega de anchura a anchura. Ésa, cuando se toca, se toca de abajo, pero con manivelas y a puro de engranes muy potentes, unos hierros así. Se rompen, saltan hasta los cristales de las casas de afuera. ¡La campana de Toledo! Y en Moros hay otra.

- La de Moros hay una grande en el centro, ¡joer! ¡Santa María! ¿O Juana María? Ana María me llamo, cien quintales pesa...

- Ésa no, es que esas son campanas hechas por gente más capitalista, y se han tenido esa tradición de decir: "Voy a colocar en mi pueblo..." ¡Pero no hay más que la cazuela! No tiene yugo. Éso son regalo de gente importante.

- ¡Y Moros hubo una igual! Cantaban éso:

¡Ana María me llamo,
cien quintales peso,
quien no me lo quiera creer,
que venga y me ponga el peso!

Y tenía otra [¿poesía?] de Toledo, ¡pero ésa ya no me acuerdo! Si ésto lo sé antes yo, a lo mejor hubiera estao pensando, a lo mejor, a lo mejor.

El futuro de esas campanas y de sus toques va precisamente ligado al sentido de su recogida; aunque no parece que sea factible un campanero, sería preciso fomentar de alguna manera su continuidad:

¡Mucho! ¡Totalmente convencido! Estas cosas no se deben de perder. Tenía que haber un campanero en cada, en cada pueblo y tocar los toques de siempre. Éso no se puede ya...

- Y en una palabra, para mí, respetar los toques de cada pueblo, ¡para mí! Yo considero que se debía respetar todo éso y... y poner un campanero ¡y que toque! ¡Que toque en condiciones, en una palabra! Y es que da alegría también, ¿eh?

- Sí, pero ahora, daos los tiempos que estamos, ¡tampoco puede haber un campanero! ¡Un campanero! ¡Tampoco se puede mantener un campanero!

- ¡Hombre! ¡Éso, segÚn el costeo de la diócesis de Tarazona que podía por ejemplo invertir cierto dinero en un señor aquí!

- Es que no sé si hasta cierto punto eso sería, es, no es rentable!

- ¡Afición! ¡Afición! ¡Lo que teneis vosotros! Uno, por afición, tocará todos los días.

- Pero, claro, hoy tenemos cada uno nuestra obligación, por pagar no puede ser, ¡no puede mantenerse un campanero!

- Es que yo lo miro desde el punto de vista que éso se mantenga y se promocione el tener un campanero.

- Se puede promocionar en la tradición, ¿no?, que tÚ a tu hijo y yo al mío le enseñen... ¡por los toques que yo sepa!

- Pero tÚ coges a un joven y te se va por ahí a...

- Ya te parto de la base que tiene que ser a mi hijo que tengo más confianza que con un joven de por ahí, ¿no? ¡Yo no parto de la base de ningÚn joven, de no verlo que sienta también afición por ésto! ¡Que entonces eran otros tiempos!

- ¡Claro! ¡Al evolucionar ésto ha cambiao totalmente! ¡Nos tenemos que dar cuenta de éso!

- Pero la pregunta es si debe conservarse... de fomentarse: ¡debe de fomentarse! Ésto debe de fomentarse y llegar a, exactamente ¡y conservarse! ¡Es una comunicación, de alegría, de dolor, de difuntos, entre todos los habitantes del pueblo!

- ¡Siempre tendrán futuro las campanas! ¡Éso es como el periódico, la radio, la televisión las campanas siempre tendrán!

Mientras preparábamos el equipo técnico para recoger, en video y en cassette los toques interpretados por los diversos informantes, ellos quisieron aprovechar para ensayar, para recordar técnicas y ritmos que dormían, desde hacía muchos años, escondidos en sus mentes:

- Mira, mientras coges los nombres, sin grabar, vamos a ir dando algÚn toque para recordarlos bien, ¡antes de grabar! ¡Ésto pa ensayar!

Dr. Francesc LLOP i BAYO
Las campanas en Aragón: un medio de comunicación tradicional
Tesis de doctorado - Universidad Complutense - Madrid - 1988
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  • ATECA: Campanas, campaneros y toques
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