REBOYRAS, Arturo - 315 "manivelazos" cada 24 horas

315 "manivelazos" cada 24 horas

Manuel García Tajes es el relojero de la Catedral desde hace dos años // Cada día sube hasta la cima de la Berenguela para mantener el mecanismo de 1831 como una patena y en correcto funcionamiento // Engrasa los engranajes y regula el péndulo si hay alguna variación en la puntualidad


El relojero de la Catedral, Manuel García Tajes, en plena maniobra para dar cuerda - Autor: EL CORREO GALLEGO

Mantener como una patena y en funcionamiento un mecanismo de 1831 no es tarea fácil. Es un trabajo de gran responsabilidad, sobre todo teniendo en cuenta que este instrumento es indispensable en la rutina de muchas de las personas que se mueven cada día en el casco histórico de la capital de Galicia. Situado en la zona alta de la Torre de la Berenguela, el reloj de la Catedral de Santiago, construido por el maestro ferrolano Andrés Antelo, es todo un referente de este ámbito en España.

Pero, ¿cómo funciona la compleja maquinaria? Quien mejor conoce hoy en día este histórico cronómetro es Manuel García Tajes. Es el relojero de la Catedral desde hace dos años. Llegó a la seo hace once para trabajar como electricista, pero cuando el anterior relojero se jubiló le tocó asumir el puesto. No sabía nada de agujas ni péndulos, pero poco a poco fue aprendiendo cómo funciona la delicada máquina, que está resguardada en un armario de madera y cristal bajo la zona de las campanas de la Berenguela.

Sube al reloj cada 24 horas. Es el plazo máximo que le concede la cuerda del mecanismo antes de detenerse. Para llegar hasta el cubículo donde se encuentra es preciso ascender primero a la tribuna, el pasillo alto que rodea las tres naves de la Basílica. En el extremo de Platerías, se sitúa la puerta de acceso a la torre. Desde allí, hay que afrontar primero una empinada escalera de caracol, que desemboca en un primer descansillo, donde se ve luz natural a través de una pequeña ventana que da al exterior. En ese punto se pueden observar también los enormes pesos del reloj: tres grandes piedras que cuelgan por el hueco del torreón. "Cando chegan ao chan, o reloxo para", explica García, antes de apuntar que a él, por fortuna, nunca le ha ocurrido esto: "Por eso temos que subir cada vintecatro horas para darlle corda e subir os pesos".

Antes de llegar al mueble, todavía hay que trepar por una escalera de madera que asciende paralela a las cuatro paredes de la Berenguela y otra vertical de un solo tramo. Finaliza en una pequeña trampilla. Tras superarla, la majestuosa máquina del reloj de la Catedral. En este espacio no se oye ni el cantar de los pájaros, tan solo el tic-tac del péndulo.

Manuel abre las puertas del mueble y admira el complejo dispositivo. Tiene a mano un bote de aceite que sirve para engrasar las decenas de engranajes que conforman el mecanismo. "Non pode ser un aceite vegetal, porque estropearía a maquinaria", explica, a la vez que añade que del mueble salen cuatro largos anclajes que están conectados con las esferas del exterior, las cuales solo cuentan con una aguja, que señala las horas. Otras dos barras metálicas unidas a sendas cuerdas hacen posible que suenen las dos campanas asociadas al reloj: la de los cuartos y la de las horas, la famosa Berenguela, de casi 7 toneladas.

El relojero comprueba que el dispositivo está en hora. "Se adianta ou atrasa hai que axustalo subindo unha pequena pletina que ten no péndulo", indica, antes de explicar que el reloj "sufre moito cos cambios de temperatura. A humidade aféctalle moito. Téñoo comprobado. Se o ambiente está moi húmido hai problemas de puntualidade", asegura García.

Llega el momento de dar cuerda. El relojero instala una enorme manivela que le permitirá subir los tres enormes pesos. "Hoxe non están moi abaixo, pero si chegaran ao chan habería que darlle unhas 315 voltas á palanca", revela, a la vez que detalla que los tres engranajes se corresponden con las horas, minutos y segundos.

Es un trabajo duro. Al cabo de unos cuantos manivelazos, Manuel empieza a sudar como si estuviera en el gimnasio. "Cando eu libro suben a facelo os traballadores do servicio de seguridade da Catedral", afirma, mientras añade que a veces también le ayuda en este ejercicio otro compañero.

Confiesa que le apasiona el trabajo de relojero y que le gustaría dedicarle más tiempo al histórico mecanismo. " Cada día boto aquí sobre media hora, pero para coñecelo ben está claro que hai que adicarlle moito tempo".

Manuel García Tajes, Relojero de la Catedral

"Aféctalle moito a humidade: se o ambiente está moi cargado hai problemas de puntualidade"

"Gustaríame adicarlle máis tempo para coñecelo mellor"

REBOYRAS, Arturo

El Correo Gallego (01-07-2019)

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    Actualización: 19-04-2024
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