Desde el toque de ir a misa al arrebato que alertaba a la población, las campanas han marcado la vida de las comunidades rurales a lo largo de la historia
Campanario de la iglesia de Santa María en Moya (Cuenca). - Autor: CADENA SER
Hoy en día apenas si quedan campaneros que toquen a mano las campanas, aunque los campanarios y espadañas de las iglesias de los pueblos de Cuenca sí conservan estos instrumentos antiguos. Los distintos toques que se podían realizar con las campanas eran un código que los ciudadanos conocían y que marcaba la vida de los pueblos. Mariano López Marín, gran conocedor de las costumbres de Cuenca y cronista oficial de Salvacañete, nos ha contado en Hoy por Hoy Cuenca cómo era ese lenguaje de las campanas en los pueblos.
Mariano López Marín nos ha contado que “las campanas se construían en el mismo lugar donde se iban a colocar. Allí se hacía el molde de arcilla para fundir en él el bronce. Los vecinos echaban algunas monedas de plata para contribuir ellos también como mecenas en la construcción de la campana”, recuerda López Marín.
Los campanarios y espadañas de las iglesias de Cuenca conservan aún sus campanas aunque muchas se perdieron en la guerra civil cuando se fundieron para fabricar munición. Lo que se han perdido son muchos toques característicos y propios de cada pueblo. Apenas si se usan hoy en día para tocar a misa, para repicar en una procesión o para doblar cuando se ha muerto algún vecino.
Además, dependiendo de la actividad de la parroquia o si había un monasterio, las campanas marcaban el paso del tiempo desde el amanecer hasta el anochecer, desde maitines o las vísperas.
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