HUERTA CERVANTES, Claudia - Santos Sánchez García, artesano fundidor de campanas, cuyos sonidos abastecen al corazón de fortaleza

Santos Sánchez García, artesano fundidor de campanas, cuyos sonidos abastecen al corazón de fortaleza





¿Quién no presta oídos a una campana cuando por algún hecho tañe?,
¿Quién puede desoír esa campana cuya música lo traslada fuera de este mundo?
Por eso nunca preguntes por quién doblan las campanas.

John Donne

Santos Sánchez García artesano en la fundición de campanas recibe al equipo de la revista Socialité, para compartirnos de este oficio tan sublime y tan arriesgado al mismo tiempo, para recordar a sus antecesores y conocer su lugar de trabajo. Recuerda que, desde muy pequeño observaba el trabajo de su padre, oficio que despertó tal inquietud en él, pues desde los 16 años se dedica a la fundición de campanas.

Junto con su hermano, son parte de la cuarta generación de artesanos fundidores en Yauhquemehcan, sabe que las campanas llegan junto con la conquista española y que esta situación implicaría la fusión de dos culturas distintas que se acoplaron mutuamente.

Las campanas llegan con la evangelización

Las campanas son originarias del continente europeo, específicamente de un poblado llamado Campania en Italia, (de ahí se deriva su nombre), se usaron religiosamente entre los feligreses conquistados que ayudaban a las misiones evangelizadoras, pero poco a poco se fue convirtiendo en el modus vivendi de sus ancestros, hasta hacerse una técnica dominada por algunas personas del pueblo, nos cuenta Santos Sánchez García.

En seguida nos menciona muy orgulloso que su bisabuelo Julián García Peña fundió la primera campana de Atlihuetzia, destaca que su genealogía compuesta por Aurelio García, Anastacio García Calva, Arnulfo Sánchez y su padre Samuel Sánchez García, han realizado campanas muy simbólicas en nuestro estado. Actualmente Santos y su hermano Eduardo Sánchez García son los artesanos vigentes de esa estirpe.

Enfatiza que su abuelo Anastacio fundió la campana de la basílica de La Caridad en Huamantla, a él le atribuye además la fundición de la campana de la catedral de Apizaco.

La primera campana de Atlihuetzia data de 1575 y es la primera en América Latina, ya que los franciscanos comenzaron la evangelización de ese territorio y Santos Sánchez afirma que es en ese momento de la historia donde su familia aprende este extraordinario oficio, el cual es heredado vía materna y paterna, debido a que tanto por parte de su padre como de su madre, hay descendientes que saben de la fundición de campanas.

Proceso artesanal de fundición de una campana

Ya entrados en materia, nuestro entrevistado del mes nos explica el proceso de elaboración de sus campanas, y precisa que primero es importante saber el tamaño que tendrá, la condición de la torre donde será colocada y las necesidades del cliente.

“Se traza la tarraja a partir del primer molde que se conoce como macho, esta tarraja nos ayudará a crear una campana de 150 kilos aproximadamente, necesitaremos un calabrín que nos servirá de compás, posteriormente se fijarán los moldes para que cuando reciban el metal no se muevan, este molde de ladrillos que después serán cubiertos de barro, se le conoce como macho”, detalla muy concentrado Santos.

Mientras nos desplazamos hacia los hornos, nos especifica que uno tiene la capacidad de fundir un peso mínimo de 100 y un máximo de 800 kilos, pero el otro es más grande y puede fundir campanas hasta de más de una tonelada. Continúa enseñándonos sobre la fundición: “el molde debe quedar fijo hasta tronar o rejonear, se retoca y se quema para que cuando reciba el metal no se fracture”, asevera Santos, mientras hace una pausa para acomodar sus herramientas.

Nos habla del siguiente paso, “encima del molde macho continuamos con el molde grueso o falsa campana, que nos servirá en todo momento de apoyo, se recubre con cebo de res y es aquí donde se acomodan las molduras, inscripciones y decorado en general, este molde conforma el corazón, la parte vacía de la campana”.

Posteriormente se hace un tercer molde al que le llamamos “capa” y está constituido por pedazos de petatillo, antes se hacía con teja, se ocupan flejes y se cincha como si fuera una barrica de pulque, una vez terminado, también se quema, justo en ese momento se derretirá el cebo que se puso en el segundo molde. Al derretirse nos permitirá que se despegue este tercer molde de los dos anteriores

Para el siguiente paso nos explica que el primer y tercer molde serán los necesarios, pues la falsa campana se quita, enseguida se retoca el tercer molde y se debe preparar lo necesario para la fundición, se deben asentar los moldes antes mencionados, ayudados de cable de acero, se unen en los cuatro puntos con los tensores para impedir que salga el metal, concluye Santos.

Nos dirigimos al horno, e imaginamos lo caluroso que debe ser ese lugar cuando está prendido, el anfitrión nos detalla que el horno está construido de ladrillo y adobe, un poco diferente al de sus bisabuelos hecho a base de tepetate. Muestra la entrada hecha también con barro, al fondo tiene una mesa donde se forma un “crisol”, en este justo lugar se depositarán los metales.

Manifiesta que el horno derrite los metales y alcanza una temperatura de mil 500 grados centígrados aproximadamente, hasta dejarlo en estado líquido, para canalizarse por unos orificios pequeños donde brota de manera fluida, para posteriormente llenar los moldes y dar forma a la campana, señala además que todos los valores de medición son calculados según su buen ojo como artesanos.

Cabe destacar que sólo usan leña para el horno y que los metales son abastecidos a través de los centros de reciclado en su totalidad. Con relación al tiempo, Santos nos comenta que una campana de mil kilos debe permanecer 20 horas en el horno, expone que no es un tiempo exacto, pues hay metales más fáciles de procesar.

“El carbón que va cayendo en la tronera debe removerse para facilitar la combustión, señala con exactitud este artesano fundidor.

Con relación a la cantidad de metal, que sirva como materia prima, nos comenta que siempre hay que conseguir un porcentaje más alto del peso total de la campana, esta cantidad extra de material se conoce como “merma”, misma que asegura el acabado total (en dimensiones y grosor) de la campana.

Entre estos moldes se colocan también las letras, imágenes y adornos que llevará la campana ya terminada, para lo cual tienen las muestras previamente hechas de barro. Una vez terminada la fundición, con “maña y fuerza”, apoyados de un equipo de trabajo, colocan la campana sobre una estructura y el último paso es el pulido del metal, para entregar una campana brillante que a primera vista simplemente destile belleza.

Pero nosotros queremos saber sobre su sonido y expresamos nuestra inquietud al entrevistado, quien responde concretamente que “la tonalidad del sonido de la campana nace a capricho, “no podemos darle un sonido específico ya que todo es artesanal”, recalca.

En el continente europeo, ayudados de un proceso industrial ya se pueden prefabricar ciertos sonidos en las campanas, pero en el caso de Santos el secreto está en la correcta aleación de los metales: cobre, estaño y bronce deberán estar mezclados en un perfecto equilibrio, de eso dependerá en gran manera el sonido que emita la campana.

Santos con muchos años en el oficio, sabe que si no se hace una aleación correcta, la campana podría ser afónica, es decir, no tener un sonido vibratorio de larga duración. También conoce las “trampas” que a veces le presentan los metales, pues hay algunos que aún con una correcta aleación, resultan en una campana afónica, y entonces todo el procedimiento debe repetirse.

En toda su experiencia como creador de campanas, nuestro anfitrión nos cuenta que en algunos poblados le piden que realice campanas que suenen igual a otras en particular, una encomienda imposible, ya que nos explica que cada campana nace con su sonido propio, a pesar de usarse los mismos materiales, proporciones y medidas.

“Podrán tener un sonido similar pero nunca igual, el artesano que garantice igualar un sonido en las campanas, miente”, sostiene convencido Santos, quien muestra pasión por su trabajo en cada explicación que nos da.

Habla también de la refundición que implica el mismo proceso de elaboración de una campana nueva, sólo que en este caso re utilizan los metales de campanas con fisuras o cierto daño, se vuelven a meter al horno. Y considera que la refundición es de mucha utilidad en campanas viejas, porque fueron elaboradas con metales más puros.

El traslado de tan pesados elementos también requiere de la creatividad de estos artesanos, para sacarlas del taller se van rodando, ayudados de garruchas y cables de acero las suben a la torre donde se va a instalar. Es ahí donde concluye todo este largo y paciente proceso de trabajo, al verla instalada en el campanario de alguna iglesia, su encomienda ha cesado.

“Mi hermano Eduardo y yo, seguimos esta tradición con ahínco, amor y respeto, nos causa gran satisfacción en el corazón darnos cuenta que las campanas hechas por nuestras manos tengan un impacto religioso tan fuerte, como el de convocatoria e identidad, continuaremos con el legado que nos heredaron nuestros antecesores, hasta el final de nuestros días”, manifiesta Santos Sánchez García.

En promedio al año el taller de nuestro anfitrión realiza pocas campanas, pero las suficientes para seguir dignamente, al ser el precio elevado en las comunidades es un tanto complicado reunir la cantidad, pero la organización de la gente hace que este oficio siga en boga, en pleno siglo XXI.

Santos precisa que en lo que va de este año, ha realizado tres campanas grandes, dos medianas y tres chicas, manifiesta que no hay un número establecido de piezas por hacer, y aunque la demanda es muy poca, siguen adelante, dedicándose también a otras actividades, como el bordado de trajes de “huehue”.

Su familia la conforman un par de gemelas, su esposa y un hijo varón que al ser el único, desea inculcarle este legado para que no se disipe en el tiempo, Axel Sánchez Báez con 19 años, dice que no sabe mucho aún del oficio, pero conoce lo básico y le ayuda a su papá cuando sus estudios de ingeniería se lo permiten, sin embargo se siente muy orgulloso de su historia, de sus antepasados y su tradición.

Por último, el anfitrión de esa mañana agradeció a la revista Socialité el interés por difundir sus trabajos, expresó que su taller no cuenta con ningún apoyo de las autoridades para rescatar esta artesanía en peligro de extinción, ya que solo tres familias en Tlaxcala se dedican a la fundición de campanas.

Pide a las autoridades, no perder de vista la importancia en el bagaje cultural que representa este oficio adquirido durante la evangelización española. Añade que no dejará de tocar puertas hasta lograr su objetivo, que consiste en realizar una campana de gran tamaño que sirva como antecedente histórico en Yauhquemehcan, propuesta que ha presentado desde hace ya varios años.

Uno de los momentos sublimes, fue cuando pudimos escuchar el toque de las dos campanas que en ese momento se encontraban en el taller, una de ellas para una iglesia de Cholula y otra para su comunidad, el Rosario Ocotoxco, la cual fue refundida y al momento de publicar estas líneas, ya debe estar colocada en el campanario de la localidad.

Ambas campanas emitieron un sonido peculiar, ambas campanas hicieron estremecer al equipo de la revista Socialité, ambas campanas representan el fruto de un trabajo hecho con dedicación, pasión y amor por este oficio.

HUERTA CERVANTES, Claudia

Destinos y Gente (13-10-2017)

  • YAUHQUEMEHCAN: Campanas, campaneros y toques
  • SÁNCHEZ GARCÍA, SANTOS Y EDUARDO (EL ROSARIO OCOTOXCO) (YAUHQUEMEHCAN) : Inventario de campanas
  • Fabricación, fundición de campanas: Bibliografía

     

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