BARBER, Llorenç - a cerca de laudate dominum, noche de los conjuros

a cerca de laudate dominum, noche de los conjuros

un concierto es siempre un combate: instancias contrapuestas que batallan por un espaciotiempo hasta que muerde el polvo una y otra, rotunda, proclama su victoria. hay veces (en los cánones y fugas) en que la lucha se da contra sí mismo, y deviene una guerra fratricida contra el antes-después, loco querer cazar lo que fui o lo que seré.
un concierto de campanas es combate en medida aún mayor: se lucha por ocupar una ciudad desarrollando un lenguaje sonoro que toma plazas por medio de fugaces diseños de volumen, retornos, y otras artes. se suceden y acumulan estrategia, amagos, volátiles acosos, ataques a saltos, a ráfagas, a solo, con batería de ecos lejanos. se trazan aproximaciones, huidas en desbandada...
arte (res extensa) de distancias, planos y recorridos, locas carreras, velocidades desiguales, un poco de atormentada eternidad luchando por límites o huecos, masas que se des-plazan y ritmos redundantes que se imponen. cainabelismo sonoro.
música pegada al ubi. música de feroz territorialidad.
pero el espacio nunca es neutro. anda habitado por memorias, fuerzas, miedos, instancias contrapuestas: salvajes y sagaces cualidades que transtornan, causan catástrofes y males mil. y aquí la elemental guerra de los conciertos de campanas concita los retumbos más peligrosos, pues ellas son armas parlantes que, utilizadas adecuadamente, pueden ser muy eficaces. murcia, locus de probada fecundidad, tiene un costado vulnerable y frágil al extremo, unos demones particulares de inusitada fiereza: las temibles avalanchas de agua y granizo que en un santiamén devastan el trabajo y la comida de un año.
desde antiguo la ciudad se proveyó de campanas para concitar taumatúrgicos combates preventivos: los milenarios toques de conjuros. ahí el bello testimonio de la mora, con su insignia ece lignum crucis, fugite partes adverse, vincit leo de tribu yuda radix david. (sólo un leo podía vencer al mal que se nos viene en tromba, tamquam leo rugiens). por si fuera poco, a cada uno de los cuatro santos conjuratorios (isidoro, fulgencio, leandro y florentina) les dió potente voz, severa, merced a sendas campanas. y en fin los toques de la catedral, comenzando y acabando con la nona lanzando andanadas de mi (el sonido del oscuro saturno, cuyo animal, el buey, es signo de abnegación), mas pronto dominadas por coincidentes graves de trinidad y paz, cuyo la, sordo y espeso, es símbolo de venus, tierra ávida de badajo arador.
montados en ese ardiente y enamorado la, apoyándonos en la melancolía de la nona, esta inaugural noche de los conjuros declara un decisivo y místico combate a las partes adverse, que hoy se dicen gota fría, sida, desertización, nuevo orden y un etcétera tan largo como ustedes lo deseen.
la batalla, señores, está servida (que dios nos coja confesados).

retrocede La ciudad y sus ecos avanza
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    Actualización: 20-04-2024
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