El "Inventario de campanas de las Catedrales de España", que realiza actualmente Francesc Llop i Bayo por encargo del Ministerio de Cultura, ofrece haz y envés, motivos de alegría y de preocupación para la Seo de Zamora. Lo primero: los expertos piden en nueve casos que «debe ser incoado expediente para declararla Bien de Interés Cultural». En otro, se habla de la necesidad de iniciar el mismo procedimiento «para incluirla en el Inventario General de Bienes Muebles». Esa es la valoración que reciben las once bronces de la Catedral de La Transfiguración del Señor. Lo segundo: el mal estado, en cuanto a la limpieza, de las instalaciones. Los sistemas ideados contra las palomas -sus excrementos también son corrosivos para ese patrimonio- resultan fallidos. Cristales y otras protecciones sólo han conseguido parcialmente los objetivos perseguidos. Y, además, la acústica se resiente.
Llop destaca, en su informe, que las campanas de mayor antigüedad son cuatro: fueron fundidas en 1550. Esto es: ténganse por góticas. En la centuria posterior, en el siglo XVII, se datan otras cuatro, que se fechan en 1632, 1650 (dos) y 1679. Curiosamente, se constata la existencia de una familia de artesanos, pues Martín de Barcia y Diego de Barcia, padre e hijo, dejan su impronta musical en el campanario de la Seo. El segundo es el autor de "La Golondrina", así llamada por el pueblo llano, con un peso aproximado de 4.162 kilos. En uno y otro caso se recomienda en lo referido a la instalación: «ha sido sustituida y debe ser reconstruida para restaurar los valores sonoros y culturales del instrumento, así como los toques tradicionales». La colocación de la última campana, denominada "Nuestra Señora de la Concepción" o "La Bomba", se efectuó en 1908. Moisés Díez, de Palencia, fue su fundidor.
No hay uniformidad, pues distintos son sus orígenes y sus épocas, en el conjunto. Diversos son los diámetros (de 193 a 66 centímetros) y las alturas (de 129 a 62), el peso (de 4.162 a 166 kilos) y la epigrafía (cenefas de hojas de acanto, cordones, cruces, moldes y marcas de fábrica). En cuanto a los yugos, hay vigas de hierro fijas, de madera con palancas para el volteo... Se precisa que alguna aparece rota («falta un trozo de pie»). Los mecanismos para tocar las campanas son tradicionales y modernos: manuales, en unos casos; mecánicos («motor de volteo continuo»), en otros. Cierto, también, que dos bronces «carecen de mecanismos» de una clase y de otra, según se especifica.
El informe -la Catedral de Zamora será incluida en la quinta entrega de la segunda fase del Inventario, el próximo año- no se queda en los apuntes técnicos y en la valoración, tan importantes unos como otra, dado que presentan el estado actual y avisan sobre las necesarias actuaciones futuras: incoación de expedientes para su declaración como Bien de Interés Cultural, posibilidades de soldadura en casos de rotura, sustitución por una réplica... Llop y Bayo no puede ser más claro en un apartado: el de instalación. Reitera una y otra vez: «ha sido sustituida y debe ser reconstruida para restaurar los valores sonoros y culturales del instrumento, así como los toques tradicionales». Y parecidas veces se resalta: «la instalación es original y debe ser conservada para proteger la sonoridad y otros valores culturales». Toda mecanización deberá tener en cuenta, en el futuro, esas circunstancias.
La investigación atiende a las campanas...y al campanario. A la torre. Francesc Llop i Bayo apunta que «muchas actuaciones arquitectónicas excelentes, como ésta, olvidan una de la finalidades principales de los campanarios, como es el de servir de caja de resonancia, practicable, y conservando los valores originales de los toques, las campanas y las tradiciones locales». El experto se queja de que «una reciente intervención ha despojado a la torre de la práctica totalidad de valores patrimoniales inmateriales (sonoridad, toques tradicionales, accesibilidad, conservación respetuosa de las tradiciones, funcionamiento del reloj)». Parece que los criterios arquitectónicos no son fáciles de casar, a veces, con los tradicionales. O a la inversa. Siempre se busca la mejora y la potenciación del patrimonio cultural, pero la visiones resultan, en ocasiones, distintas, aún opuestas.
El autor del Inventario habla de «unas campanas muy complejas» y de «un cierto estado de abandono de las instalaciones», aseveración que no parece valorar la preocupación del Cabildo por su patrimonio artístico. La torre catedralicia, se indica, «ha sufrido una agresiva actuación, desde el punto de vista patrimonial, a pesar de tratarse de una actuación arquitectónica atrevida e innovadora». Una de cal y otra de arena. «Si la finalidad de un campanario es convertirse en lugar protegido contra las aves y a resguardo de las inclemencias climáticas, el propósito sólo se ha conseguido parcialmente, ya que a pesar de los cristales y otras protecciones, la sala principal está sucia de excrementos y de plumas de aves».
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