Grupo de Estudios de Salas Altas - Campaneros y campanas en Salas Altas

Campaneros en Salas Altas

Adosada a la ermita de La Candelera se encuentra la casa en la que vivía la familia que ejercía de campaneros. Según información transmitida de padres a hijos, esta labor la ha venido desempeñando la misma familia de generación en generación durante más de ochocientos años, ellos dicen "...desde que los moros fueron expulsados de estas tierras".

Todos los miembros de la familia, tanto los hombres como las mujeres, conocían el arte de tocar las campanas, y siempre debía haber alguien en la ermita por si era preciso tocar de forma fortuita. Según cuentan, eran las mujeres de la casa quienes realizaban diariamente los toques, ya que los hombres trabajaban en el campo y estaban más tiempo fuera.

También eran los mantenedores de la ermita: realizaban alguna reparación, limpiaban la iglesia, pasaban la bandeja, recogían el dinero del cepillo "especialmente cuando venía a visitar a la Virgen algún vecino del pueblo que estaba fuera, ya que la limosna era superior" y bajaban el dinero al párroco para su ingreso en la cuenta de La Candelera, que siempre se ha gestionado aparte de la de la Parroquia.

En el siglo XX, la familia de campaneros que vivió en La Candelera estuvo compuesta por Ramón Grasa Subías (1891-1948) que se casó con Lorenza Tornil Cavero (1898-1978). Tuvieron tres hijos: Ramón (1923-1967), Mercedes (1925-1978) y Joaquín (1928- ) Grasa Tornil. Ramón, el primogénito se casó en 1951 con Montserrat Salas Bravo (1930- ) quien se trasladó a vivir a La Candelera y allí nacieron sus dos hijos: Ramón Grasa Salas en 1953 y Montserrat Grasa Salas en 1955. Sus hermanos, Mercedes y Joaquín se casaron y se marcharon de la casa familiar.

A cambio de su trabajo en la ermita, disponían de la casa franca , y recogían los frutos de la Viña de la Virgen. No percibían salario alguno por esa dedicación al pueblo, y se ganaban la vida cultivando las tierras de su propiedad, en las que recogían almendras, uvas, olivas y cereal para el gasto de los animales. Tenían, como todas las familias de la época, gallinas, conejos, dos cerdos para la matacía, cabras, corderos y dos mulas para las faenas del campo. A ello había que añadir los ingresos procedentes de las piezas de caza que cobraban por la sierra y que luego vendían en Barbastro, ya que siempre tuvieron mucha afición por la caza.

Cuenta Joaquín que su padre "se reservaba trece nietros de vino cada año que se gastaban en ofrecer a las personas que llegaban a la Candelera..." Porque allí siempre eran bien recibido todo el mundo, una forma de ser de la familia que también se había transmitido a través de las generaciones. Los cazadores, la guardia civil del pueblo, los labradores sorprendidos por una tronada en el Mon, los vecinos que subían a rezar a la Virgen, a cualquiera se le invitaba a entrar en casa a calentarse o a tomar unas pastas que hacían en su propio horno...

Tras la prematura muerte de Ramón Grasa en 1967, su viuda, su madre y sus dos hijos dejaron el oficio en el año 1969, para emigrar a Barcelona en busca de nuevas oportunidades de trabajo. Los tiempos estaban cambiando y esta forma de comunicación tan ancestral perdía a gran velocidad el papel social que había representado al servicio de la comunidad.

Epitafio:
Después de tantos años de heredar este oficio de campaneros de padres a hijos desde que los moros fueron expulsados de estas tierras, los últimos herederos que ocuparon y cumplieron esta obligación fueron la familia de Ramón Grasa Tornil. En esta casa, en la Candelera, nació, vivió y murió a los cuarenta y dos años, y por desgracia hoy no está con nosotros.

Campaneros aficionados

De entre los vecinos del pueblo que ayudaron a tocar las campanas a los campaneros en un momento u otro, en los días de fiesta (para bandear son necesarias cuatro personas) o cuando fallecía alguien de la familia, se recuerda a Ignacio Guillén (1915-1978) y a Victorián Carpi (1927-1999). Ambos tocaban muy bien y de hecho, Beturián siguió tocando A Muerto y A Fuego tras la partida de la familia Grasa a Barcelona. Ignacio enseñó a repicar y a bandear a varias generaciones de quintos. A la muerte de Victorián, Miguel Lisa (1940- ) tomó el relevo en el toque de Difuntos, quien lo viene realizando hasta el momento.

El Toque de Fiesta ya sólo se toca el 2 de febrero (día de La Candelera), para la Virgen de Agosto y el día de San Jorge, y en este caso son los mozos quienes con gran ilusión se encargan de bandear y repicar.

Grupo de Estudios de Salas Altas
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  • Campaneros: Bibliografía

     

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    Actualización: 26-04-2024
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