La reforma que se plantea en la torre, una de las que conforman la postal más típica de Logroño, junto con las de Santiago, Palacio y La Redonda, pretende una recuperación integral de la misma pero va más allá. Entre los trabajos que se proponen figura también la eliminación de edificaciones añadidas y superpuestas a las bóvedas de las capillas laterales y del crucero del templo, que impiden en la actualidad ver la mayor parte del primer tramo de la torre.
En este ánimo para recuperar la torre en toda su plenitud, también está previsto crear un espacio libre interior entre la cabecera y la torre de San Bartolomé y la Casa de los Jesuitas de forma que aparezca en toda su altura la fachada oriental del templo, actualmente cegada en este punto por el edificio de los Jesuitas, también de próxima reforma.
La restauración del elemento principal, la torre, se plantea como una necesidad imperiosa dado el elevado grado de deterioro que acumula. En el interior, la intervención sustituirá la actual escalera, muy dañada y de inapreciable valor, por otra nueva metálica, centrada en la estructura y con un trazado helicoidal que aspira también a aumentar la riqueza plástica del interior de la torre.
Será el cambio principal dentro de este elemento constructivo, al que también se agregarán dos nuevas campanas a la pareja existente en la actualidad. La estructura interior de la cubierta variará para dotarla igualmente de un valor estético mayor además de cumplir con su función práctica.
De puertas afuera, se restaurará toda la fábrica de ladrillo, de clara influencia mudéjar y que confiere a la torre su singular aspecto. Los autores del proyecto han decidido también dejar libres los huecos actualmente cegados de los dos últimos cuerpos de la torre, de manera que la fachada se ofrecerá con mayor número de vanos. La idea tras este cambio es devolver a la atalaya de San Bartolomé su imagen original.
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