A la hora de comerse las doce uvas a nadie le gusta equivocarse porque según la tradición popular hay muchas ilusiones de por medio, y en esa tarea es principal protagonista dicho reloj. uno de los tres conservadores relojeros de la Puerta del Sol, Jesús López Terradas, explicó que, aunque su cometido no reviste mayor dificultad, para ellos "es un privilegio" poder hacerlo funcionar a la perfección debido a todo lo que significa.
Entre las tareas de los tres relojeros encargados está la de "extremar la exactitud del reloj", o ver que "la bola esté perfectamente engrasada y a punto", ya que este objeto sólo se utiliza una vez al año y puede sufrir deterioro por el desuso.
Así, apuntó que "todas las semanas" ascienden por la escalera de caracol hacia lo más alto de la torre para "subir las pesas, engrasar la maquinaria y revisar las transmisiones y las mazas de las campanas" con el objetivo de evitar problemas. Sin embargo, matizó que los imprevistos no existen, ya que durante los diez años en los que su empresa ha estado al cargo del reloj, "afortunadamente no se ha dado ningún contratiempo".
No obstante, para cerciorarse de que nada extraño ocurra, los relojeros siempre realizan varias pruebas, una de ellas el día 30 de diciembre a las doce de la noche. "El día 31 solemos llegar dos o tres horas antes de fin de año para comprobar que todo está perfecto, y cuando llega la hora, cada uno sabemos nuestro lugar para solventar cualquier problema que surja rápidamente", comentó.
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