RUIZ QUINTANO, Ignacio - Campanas

Campanas

Una ciudad sin campanas, tiene dicho el viejo Rabelais, es como un ciego sin bastón. Pero hoy, en Madrid, tocan todas las campanas, y España vuelve a ser el aguafuerte de Quevedo: un ciego llevando a un cojo al hombro. Damos a las campanas de los muertos voz para que la gente común se alegre de ir viviendo. En el canto XV del «Paraíso» habla Dante de las campanas de su Florencia natal tocando a tercia y nona. Siete son las horas canónicas: maitines, prima, tercia, sexta, nona, vísperas y completas. «Siete veces al día te alabo por tus justos juicios.» (Salmos, 119, 64). El «universo de relojería» ha sido la metáfora dominante de la civilización occidental desde hace siete siglos.
Las campanas han badajeado todos los ritos de paso de la vida humana: nacimientos, bodas, muertes, lutos, entradas, nombramientos, fugas de presos... Sólo han callado en el triduo -Jueves Santo, Viernes Santo y Sábado Santo- o cuando alguna comunidad ha estado en entredicho. «Llegué de noche a Palencia, puse la campana y se fundó un monasterio», anota Santa Teresa. «Cuando llego a una ciudad, siempre subo al campanario para ver el conjunto», apunta Montesquieu. La campana de Velilla, anunciadora de catástrofes, es la Casandra de las campanas. Pero todas las campanas tienen la virtud de alejar a los demonios y conjugar su fuerza desatada en los nublados. Son los momentos más delicados para los campaneros, pero la orden es tajante: luego que vean la tempestad suban a la torre y toquen, como es costumbre, y de allá no se bajen ni dejen de tocar hasta que se pase y esté sereno, para que de este modo logren los vecinos de la villa el consuelo que desean. «Y como andan las ruedas en las máquinas de los relojes, / donde la primera parece a quien la observa que no se mueve, / y la última que vuela.» Así, dice Dante, andan las almas en la felicidad absoluta de su «Paraíso», dando vueltas en éxtasis. El ciego con el cojo al hombro: no es posible volver atrás ni detenerse. Avanzamos a través de todas las tempestades y del viento que sople, sea el que sea. Una velocidad inalterable es el viaje de la vida. «Lo que pasó, lo tiene la muerte. Lo que pasa, lo va llevando.»

RUIZ QUINTANO, Ignacio
ABC (11/03/2005)
  • Ermita de San Nicolás de Bari - VELILLA DE EBRO: Campanas, campaneros y toques
  • MADRID: Campanas, campaneros y toques
  • VELILLA DE EBRO: Campanas, campaneros y toques
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