ARAZO, Mª Ángeles - La campana badà

La campana badà

Foto Francesc JARQUE

A la imagen de María con el Niño en brazos la cubrieron con ricos mantos y la instalaron en un trono custodiado por ángeles, entre los que no falta el tañidor del arpa. La iconografía es múltiple, obediente a los símbolos y al deseo de idealizar a los personajes que la descubrieron; desde los primeros grabados del siglo XVIII que aparecen en los gozos a los últimos cuadros realizados en 1996, la indumentaria de los albañiles se ha transformado en la del labrador huertano. Ingenuo intento de acercamiento físico y ambiental, tantas veces manifestado en nuestros pueblos.

La Virgen de Campanar despertó una gran devoción en la comarca y en la propia ciudad de Valencia; y quienes cultivaban gusanos de seda mantenían la costumbre de llevarlos a «beneír» o a «batejar» a su iglesia con el fin de obtener «cucs filaners».
A la intercesión de la imagen se asignan numerosos hechos que la transmisión verbal ha mantenido, destacando el de “la campana «badà», que conocí por el escrito firmado por Vicente Ortiza en 1958. Confesaba que lo narró en una noche invernal: seguramente porque soplaría el viento y recordó cuando era niño y escuchaba por primera vez la historia de una gran embarcación que, a causa del temporal, iba a la deriva frente a la costa de Valencia. Truenos, relámpagos, fortísima lluvia y oleaje que barrían la cubierta continuamente presagiaban el hundimiento, pero una campana, como voz amiga, orientó a la tripulación a la bocana del puerto donde el navío permaneció hasta el amanecer. Una vez atracó en el muelle, los marineros quisieron saber a qué iglesia pertenecía el tañido y pronto les indicaron Campanar: «un pueblo muy próximo a la ciudad, que en la madrugada del 18 de febrero —fecha en que se hallaban— era costumbre voltear las campanas con el toque «Alborada de la Virgen».

Su gratitud la manifestaron con donativos y un exvoto, dando a la circunstancia la categoría de milagrosa por coincidir con la festividad de la Virgen y que el tañido de la campana «la Sola» fuese el único que alcanzase allende la costa. Sin embargo, como los fieles de otras parroquias se vanagloriaban de poseer los mejores bronces, planearon enmudecerla. Al año siguiente, un grupo de forasteros lograron hacerse cargo de las cuerdas durante el volteo, cubrieron el badajo con un «barret» y consiguieron rajar la notable campana, que perdió su sonoridad y fue preciso fundir.

El mítico metal hoy forma parte de la campana «grossa», bautizada como María de Campanar; pero su timbre nunca alcanzó la brillantez y el eco de aquella que salvó a un grupo de marineros en noche de tempestad. «La Sola», la campana «badà», además de ser júbilo en bautizos y bodas y lamentos en los entierros, orientaba a los hombres de la mar.

ARAZO, Mª Ángeles (Fragmento del libro "Campanar". Ajuntament de València) (1998)
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    Actualización: 19-03-2024
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