ARREOLA, Alonso - ¿Por quién tocan las campanas?

¿Por quién tocan las campanas?

Hubo un tiempo en que las campanas de miles de ciudades articulaban el cuerpo de la vida. Sonaban entonces en cada iglesia los toques de las ánimas a media noche, los maitines a las tres de la mañana, a las seis los toques del alba, a las nueve las laúdes, a mediodía el angelus, a las tres de la tarde la muerte de Cristo, a las seis las vísperas y a las nueve las completas. Múltiples y cotidianas alegorías volaban desde las altas torres, además de los toques de Queda o de Fuego en situaciones extraordinarias. Con timbres, ritmos y colores diversos, estos gigantes metálicos indicaban la hora para despertar, rezar, trabajar, comer... En nuestros días, apenas son algunos los distraídos que responden –con el antiguo reflejo de mirar su reloj– a la síntesis melódica y universal de las campanas.

Fiel en todo sentido al significado y compromiso de su hazaña, Rafael Parra, campanero mayor de la Catedral del Centro Histórico de la Ciudad de México, se sabe "elegido" para vivir sus días repasando el techo de la gran iglesia, yendo y viniendo de torre a torre para servir de médium en el variado y oscuro diálogo eterno. Haciendo las veces de guía, el hombre explica circunspecto lo que nos rodea: vigas y travesaños de madera que parecen a punto de vencerse, cuerdas y poleas entramándose a lo lejos para coincidir dócilmente en una sola y cercana trenza. "De noventa campanas que debería haber", aclara, "sólo tenemos treinta y cinco. Se trata de campanas mexicanas hechas a partir del año 1578, además de que están bendecidas y consagradas para las liturgias. Por eso llevan los nombres de la Virgen, de Cristo y de otros ángeles y santos. Una es Santa María de la Asunción, aunque la conocemos como Doña María. Pesa siete toneladas. Otra más es San José y la llaman la ronca, por lo grave; es de cuatro toneladas. Las que siguen son San Pedro y San Pablo, de 1752, de seis toneladas cada una. Todas son de cobre, bronce y estaño."

Ubicado en la torre derecha de Catedral, don Rafael traduce y diferencia la operación de cada toque. "Hay muchos repiques: de solemnidad, de fiesta, de echar las campanas al vuelo... Por ejemplo, para la misa principal dedicada a la Virgen, el 12 de diciembre, se hacen toques solemnes, posteriormente el diálogo entre Santa María de Guadalupe y Juan Diego. Cada una dice su ‘Ave María’ y luego hacemos el angelus, cuando anunciamos la encarnación de Cristo en María. Finalmente viene un repique de cinco minutos que recuerda la aparición de la Virgen a Juan Diego y luego la plegaria y rogativa con trece campanas en serie. Un grupo de ellas dice: ‘pan-pin-pan-pin-pan-pon... Rue-go-al-se-ñor-por-ti’. Y el otro responde: ‘pan-pon-pan-pin-pan-pon... Te-ro-ga-mos-se-ñor.’"

Caminamos entonces hacia el centro de la nave mayor y, previo suspiro, Rafael Parra gira para señalar con gestos sencillos, una a una, las huellas del tiempo. "Estamos en un lugar sísmico, por lo cual está prohibido caminar en bóvedas [ríe]... Así que hay que estarse quietos. Desde aquí se ven las tres culturas de México: la Prehispánica con el Templo Mayor, la Colonial con los Palacios del Centro Histórico y el Modernismo con el Paseo de la Reforma." Señala entonces la segunda torre: "Esa campana es Juan Diego, fue bendecida por el Papa Juan Pablo ii en su última visita. Es de un metro cincuenta de altura y pesa una tonelada. Su sonido es agudo y llega a más de diez kilómetros con ayuda del viento… Pero en medio está la campana mayor, Santa María, del año 1791. Es la más grande de Latinoamérica, con trece toneladas. Es grave y llega a hasta ocho kilómetros."

Orgulloso por su diaria actividad, el campanero narra su llegada a las alturas. "Llevo seis años tocando estas campanas. Es parte de un apostolado que estoy haciendo como estudiante de teología. Me podrían haber puesto a barrer allá abajo, pero me tocó este privilegio. Es algo único. Esto para mí es un don, una gracia de Dios de ponernos a cada uno en nuestro trabajo."

Cuestionado sobre el paso de los días en esta soledad, no duda en responder: "Lo importante es que todos los días sean nuevos... Yo cada día veo una ciudad diferente; montañas y climas diferentes... Siempre hablo con visitantes distintos. ¿Sabes?, el sonido de estos metales cambia con los fríos, los calores o las lluvias... Todo eso es halagador porque el sonido que sale de aquí es el que gobierna todo, tal y como desde comienzos del siglo xvi, cuando la gente se regía por las campanas."
ARREOLA, Alonso
Jornada Semanal (16-03-2003)
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    Actualización: 19-03-2024
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