Un joven campanero de Folgoso de la Ribera realiza uno de sus repiques. - Foto Vanessa FERNÁNDEZ
«Las campanas y el pendón del pueblo son», recoge el dicho popular leonés, y muy bien los saben en el pueblo de Santa Marina de Torre, que ayer celebró una nueva edición de su encuentro de campaneros con 24 participantes procedentes de diversos puntos de la geografía leonesa, de varios pueblos de Zamora y otros llegados de Madrid. La exhibición arrancó con una fuerte lluvia que obligó a los asistentes a refugiarse en el pórtico de la iglesia mientras uno de los campaneros, Pedro Delgado, hizo un toque de nube para espantar la tormenta. Y funcionó. Unos minutos después escampó y los campaneros continuaron con sus repiques de alborada, a fiesta, a concejo, 'molinera patatera', a Santa Bárbara, a fuego o 'tente nublao' durante más de dos horas.
Aunque para los oídos inexpertos todas las campanas parecen sonar iguales, los 'tocadores' de campanas aseguran que los bronces de cada pueblo tienen su timbre particular y que, aunque hay repiques comunes a todos los lugares la forma de tocarlos en cada localidad también es distinto. «Cada pueblo tiene su forma de tocar las campanas», explicó Blas Cubelos, de 28 años, del pueblo berciano de Campo, quien confesó que su afición le viene de pequeño. «En mi familia nadie las toca pero había gente mayor en mi pueblo que si las tocaba y cuando era pequeño me escapaba al campanario a ver como lo hacían», afirmó. La voz de las campanas ha servido durante siglos como medio de comunicación, no sólo para avisar del comienzo de la misa sino llamar a la reunión del concejo o movilizar a los vecinos ante un fuego. Cada repique tiene sus matices, por ejemplo, el de muerto comienza siempre igual pero después el número de campanadas varía según el fallecido sea hombre o mujer, apuntó Cubelos, quien subrayó que este toque es distinto cuando se trata de menores de diez años, entonces se toca a 'Gloria'. «Según la tradición cristiana los niños que morían iban directamente al cielo, por eso el toque es distinto, más alegre», explicó Blas Cubelos.
Hay varias técnicas para tocar las campanas. En los repiques, hay que hacer sonar los dos bronces, y algunos para hacerlo eligieron las cuerdas, que se enganchan al badajo, y otros, los palos, que se colocan en uno de los eslabones de la cadena que une los badajos de las dos campanas.
El pueblo de Santa Marina, a través de su asociación cultural La Carqueixa, inauguró el año pasado la nueva espadaña de su iglesia, restaurada gracias a la colaboración de los vecinos y con piedras traídas del templo de Santibáñez de Montes -deshabitado desde hace décadas. Los dos bronces de Santa Marina son de los años 1880 y 1881, uno propio de la parroquia y el otro pertenecía a la de Fonfría. Desde la rehabilitación, la espadaña cuenta con un tercera campana, que estaba en la conocida como casa del cura. Según los vecinos del pueblo, antes, el cura tocaba esa campana cuando salía de casa para avisar que iba hacía la iglesia. El oficio de campanero está en peligro de extinción, aunque en los últimos años hay esfuerzos notables para recuperar la tradición, como demuestra el conocido encuentro de Villabante, también en León.
Después de la exhibición, tuvo lugar una comida que reunió a más de 400 personas, para continuar con las actividades tradicionales por la tarde. Entre ellas, el baile del pendón, que es un símbolo del pueblo que consta de un mástil, de más de diez metros de altura, y una tela de damasco o seda en colores rojo y verde con bordados dorados entre franja y franja. Su peso puede ir de los 30 a los 40 kilogramos, y se sujeta sobre la bandolera y las cinchas que lleva el 'bailador' para sostenerlo.
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