ARAZO, Mª Ángeles - Por las benditas almas

Por las benditas almas

Allá, a finales de la década de 1950, aunque en los teatros se representaba Don Juan Tenorio, el apuesto galán que seducía a Doña Inés, la monjita joven y pura; aunque también se tomaban como postre los huesecillos de santo, de rico mazapán y canela, los colegiales de centros religiosos no se libraban de las tres misas -tres-, que cada sacerdote tenía el privilegio de rezar para ayudar a las benditas almas del Purgatorio. La liturgia se respetaba al máximo mientras ardían los velones delante de las imágenes, especialmente en la capilla de la Virgen del Carmen, que gracias al escapulario sacaba de entre las llamas a quien lo llevaba. Ni que decir tiene que ese día todos lo colgábamos del cuello y la genuflexión era ostentosa ante el cúmulo cubierto con terciopelo negro, entre candelabros. Con certeza nunca se sabía si tanto rezo era pasaporte celestial para los familiares muertos, cuyos nombres se recomendaban a los ayudantes de San Pedro. Aquellos ángeles contables que imaginábamos ante ua caja registradora metálica, de color plata que funcionaba gracias a una manivela.

¡Ay, las almas del Purgatorio! que, como el río Guadiana, desaparece y aparece, según portavoces del Vaticano. Ahora se habla otra vez de él, cuando ya se borró el escenario incandescente y dado libertad a las almas, que andarían vagando con la esperanza de no ser reclutadas de nuevo.

El día 2 de noviembre era una jornada de semiluto, porque el día 1 ya se celebró la festividad de Todos los Santos, la de los buenos que gozaban en la gloria . Día de semiluto y de oportunidad para los del Purgatorio a ver si sumando misas y misas les perdonaban las locuras de la vida.

Fechas en que siempre alguien contaba hechos "del otro mundo", de aparecidos que quemaban la mano o el brazo que cogían para certificar que no había duda sobre las llamas. Menos mal que también se recordaba a los viejos campaneros que tocaban tocando a muerto toda la noche en pueblos huertanos, y pedían limosna para la cena en la torre, pidiendo de casa en casa: "¡Per al quixalet podrit..., per al quixalet podrit". Y el miedo desaparecía ante el humor negro, popular. Y sobre las 3 misas, borrón y cuenta nueva.

ARAZO, Mª Ángeles
Las Provincias (02-11-2008)
  • Campaneros: Bibliografía

     

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