FRAILE, Mª José - "Intuíamos que el Arzobispo iba a visitarnos"
Francesc Llop, presidente de la Asociación de Campaneros:
"Intuíamos que el Arzobispo iba a visitarnos"
La Asociación de campaneros ofreció a don Carlos la posibilidad de tocar la campana más antigua de la Catedral - Foto Manuel GUALLART
“Teníamos la intuición de que, posiblemente, el señor Arzobispo nos haría una visita porque el día anterior, el vicario episcopal, don Juan Moncho me llamó para preguntarme por la hora a la que íbamos a tocar, algo que sabe de sobra”, explica Francesc Llop, presidente de la Asociación de Campaneros de la Catedral de Valencia.
El pasado sábado, día 9, el arzobispo de Valencia, monseñor Carlos Osoro, subió por sorpresa a la torre del Miguelete para presenciar los toques manuales de campana que estaban efectuando miembros de la Asociación con motivo de la festividad de la Virgen de los Desamparados.
“Tras el último volteo de las doce, llegó una persona a la sala de campanas anunciando “¡que viene, que viene!”, narra Francesc mientras recuerda que sólo le dio tiempo a bajar tres escalones antes de encontrarse de frente con don Carlos.
En clave de humor, el presidente de la Asociación de Campaneros de la Catedral ofreció a don Carlos un toque especial, “el de subida del Arzobispo a la sala de campanas” comenta Francesc, “cosa que le hizo mucha gracia”. Los campaneros hicieron un volteo general de las 5 grandes campanas de la Seo valentina. Además de poder tocar la “Caterina”, la campana más antigua de la Catedral, fundida en 1305, don Carlos firmó en el libro de oro de la Asociación “y subió 50 peldaños más, completando así los 203 que tiene la torre, para contemplar una panorámica de la capital del Turia, acompañado por Juan, de 14 años; Marcos de 21 y Javier de 40, en representación de todos nosotros”.
Francesc Llop agradeció al Arzobispo, en nombre de todos los campaneros, su “visita sorpresa” y ha manifestado “la emoción y la alegría profunda de los campaneros por este gesto del prelado, y lo que tiene de reconocimiento hacia nuestra labor”. “Antes de despedirle”, recuerda con una amplia sonrisa, “un campanero ofreció a don Carlos unos pasteles que había comprado casualmente. Y el prelado, tras agradecerle el detalle, nos comentó que ese mismo día se los ofrecería al obispo de Lima, con quien iba a comer”.
