Las campanas,
difusas, graves, lejanas,
se anuncian por los senderos.
Son hermanas
de los recios campaneros.
¡Amigos de la espiral
que hacia las alturas corre;
alpinistas de la torre
de la vieja Catedral!
¿Qué loca pasión de altura
agita vuestros desvelos?
calcando vais la figura
de vuestros padres y abuelos.
Aquella infantil mañana
en que una ilusión temprana
os elevó hasta la cumbre,
al pie de la gran campana,
sobre la piedra hecha lumbre
Campana en la torre
fechásteis vuestra conquista;
después terminó la lista
la fuerza de la costumbre.
Pero ¡qué ilusión de aurigas,
sin caballos y sin sendas
cuando empuñasteis las riendas
de estas sonoras cuadrigas!
Y os sentíais
Los señores feudales
de luengas tierras lejanas,
cuando os visteis
sentados en las almenas
de los amplios ventanales.
Un cielo de ensueño y seda
flamea en el horizonte;
la arboleda
lanzó su saludo al monte
con un vuelo de jilguero...
Tú también, mi campanero,
darás tu saludo al alma,
acariciando su calma
con un toque mañanero.
Campanero, dulce amigo,
enséñame a repicar.
Quiero ser también testigo
de cómo saben cantar
y como lloran a veces
las campanas, al tocar...
Campanero, dulce amigo...
Son las doce,
luce el sol...
Campanero, yo te digo
que Él solamente conoce
tu sublime vocación.
Los canónigos se alejan
y por un momento dejan
desierta la Catedral...
Tú, señor de tu castillo,
vuelve a tu dulce estribillo:
din, din, don; darán, dan, dan.
© Arévacos nº 36 (1951) © Campaners de la Catedral de València (2024) campaners@hotmail.com Actualización: 20-04-2024 |