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© El Periódico Mediterráneo (2010) © Campaners de la Catedral de València (2024) campaners@hotmail.com Actualización: 19-04-2024 |
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A mediados del año 1772 el navarro Fermín de Argos ofrecía sus servicios a la villa de Castellón. Poco tiempo antes lo había hecho el turolense Francisco Manuel de la Calleja. Y también lo hizo Pasqual Roses. Los tres eran fundidores de campanas.
El motivo de su ofrecimiento se debía a que en la torre campanario de Castellón una de las campanas, concretamente la conocida como Jaume, estaba rota y era necesario hacerla de nuevo. Todos ellos eran profesionales solventes y estaban avalados por sus trabajos.
Su oficio les obligaba a ir de un lugar a otro, como auténticos nómadas, allí donde se requirieran sus servicios. Argos, lejos de su tierra por entonces, acaba de construir la campana mayor de la iglesia de Càlig.
Con sus moldes, martillos, limas, tenazas y punzones, cuando los contrataban en un lugar se establecían en él hasta que el trabajo estaba terminado. El proceso era costoso y laborioso ya que, entre otras cosas, era necesario preparar un horno para la fundición, así como diseñar previamente, en arcilla, los moldes para las campanas que luego había que enterrar bajo tierra.
Eran especialistas en la aleación y el vaciado de metales. También debían ser capaces de valorar las características arquitectónicas y la resistencia de los lugares para los que iba destinado su trabajo. Sin olvidar, por supuesto, su punto de músicos.
Por lo que hace a la Jaume, se bendijo y recolocó el día san Juan del año 1774. Finalmente el artífice fue Roses y hubo mucha fiesta.
Pero cualquiera de los tres podía haberla hecho porque todos conocían el secreto del lenguaje universal de las campanas.
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