SOLOMITA, Mariángel - Manos que dan vida

Manos que dan vida

El próximo viernes es la última posibilidad de ver el espectáculo de títeres para adultos Juan Moreira. Aquí una entrevista con su director Daniel Ovidio, sobre todo un titiritero.

Uruguay no tiene una tradición de títeres. El período de mayor continuidad comienza en 1960 cuando el teatro independiente -y El Galpón como institución - encontró en los muñecos un portador de mensajes, sobre todo como contestatarios políticos. No hay una escuela que forme a las nuevas generaciones. Sí hay talleres, incluso estatales. Muchos jóvenes se acercan a este lenguaje que ha evolucionado estéticamente y hoy toma riesgos investigando la forma, los contenidos y reinventando técnicas.

Al parecer en el siglo XVIII en la Plaza Matriz actuó el primer títere uruguayo, Misericordia Campana, un negro que se movía imitando rituales brasileños como el capoeira. Su vida estaba en manos de Ambrosio un descendiente de esclavos de Pernambuco que era el campanero de la Catedral. En los años `40 se podían ver titiriteros ambulantes que se detenían en las esquinas con una caja en la cabeza y hacían funciones, imagen que tomaron algunos tangos. Aquí se festeja el 15 de julio como el día de estos artistas, refiriendo a la primera vez que un diario, entre paréntesis, mencionó el oficio. Fue en una crónica policial, cuando se anunció el robo de la casa de Juan Camacho (mientras hacia una función de títeres en la plaza). "En su historia siempre fue un arte soslayado y sin embargo es muy antiguo y es eterno. No es una queja, es así: en cualquier lado es difícil que la gente conozca el nombre y la cara del que maneja al títere", dice Ovidio.

-¿El títere es la sombra del hombre, como decía Javier Villafañe?

- "Nació el primer amanecer cuando el hombre vio por primera vez su sombra, y por eso el títere vivirá y morirá con él". Sí, es una imagen fantástica porque el títere sos vos y no sos vos. La amistad con el títere es infinita en el juego de palabras: te tapás para destaparte, te ocultás para descubrirte...

-¿Qué se gana con la invisibilidad?

-Nos jugaba a favor en un sentido de poder decir cosas que el que tiene que decirlas no se anima, pero también nos jugó en contra en no ponerle la firma a las cosas. Yo lo vivo por ahí, por eso nos llamamos La Ovidio Titers Band, para poner la cara por mí y por el elenco que es joven y recién empieza. Me obsesiona ser responsables de lo que contamos.

-¿Por qué elegís puestas en escena que implican la manipulación a la vista?

-Me gusta que se vea el esfuerzo físico del titiritero. Quiero recuperar el valor personal: el poner el cuerpo personalmente para las cosas sin que alguien me defienda, sin que me convenga. Quiero que la gente vea eso, por ejemplo en las escenas de lucha en Juan Moreira. En Romeo y Julieta el rol del titiritero fue que él era el culpable de llevar al pequeño Romeo a la muerte. El final pudo ser diferente, en Moreira si el titiritero lo salva lo mata, si lo deja solo lo hace vivir para siempre, que es lo que pasó.

-¿Es posible lograr una unidad entre títere, titiritero y teatro?

-Vamos en ese camino, hay momentos en que se logra.Tenemos una escena en que hay tres titiriteros manejando un mismo títere, quiere decir que el talante de un mismo personaje, su energía, su forma de pensar y de moverse surge de tres cabezas. Hay todo un juego dramático de los cuerpos, de poder matar el entusiasmo. No el vigor, pero sí no gastar energía sino depositarla en el títere. El atrás me resulta sumamente dramático, hasta cuando sólo se ven las espaldas de los titiriteros. Me parece interesante el juego del todo y la parte, que en los títeres siempre está.

-¿Tu trabajo de director no se completa sin la sensibilidad de cada uno de ellos?

-Exacto. Sin la batalla de ellos. Es como una relación de pareja, no se debe perder el combate. El director es co-creador de la obra, debo lograr acuerdos con los que están actuando para lograr el lenguaje común, pero a mí me fascina que hagan hasta lo contrario, que elijan otros caminos, porque es como con los materiales: si los dominás demasiado no tiene gracia. Cuando empezamos la obra los actores son los dueños de todo. No es un riesgo, es una potencia fantástica; cuando empieza la función, ¿yo qué puedo hacer? Mi trabajo ya pasó.

-¿Hay quien escriba específicamente para títeres en Uruguay?

-Acá no, en el mundo hay poco. Ese es uno de nuestros grandes problemas, porque quienes escriben desde el teatro siempre hay algo que falla,o se escribe pero para sí mismo, para su propia forma de ver los títeres. Digamos que el paradigma en esta zona es Federico García Lorca, que también era titiritero. Algunas obras son casi clásicos de los títeres y tienen una estructura dramática tan sólida que la podés hacer donde sea.

-¿Es un teatro mucho más esencial y extremista?

-Es mucho más esencial sí, y mira mucho más al espectador, depende mucho más de él. Es muy simple: el público primero debe hacer que el títere exista, que es tu vía de comunicación. La gente siempre se pregunta por qué el títere tiene esa fuerza y la respuesta está en ellos mismos: son ellos los que creen. Los titiriteros es poco lo que podemos hacer, tenemos un poco más de fe que el que mira.

-¿El titiritero siempre es un actor?

-Sí.

-¿Se mete en la piel del títere?

-Hay que dejar al títere caminar solo. Al principio uno cree que maneja los títeres y se preocupa mucho de la técnica, de aprender a manejarlo, después de un tiempo empieza a funcionar solo. Uno tiene que estar entrenado para no interrumpir esa comunicación. Y no tiene que ver con la locura (risas) simplemente que vos podés intervenir poco en ese personaje que está armado. Una vez que conecta con el público querés meter cosas tuyas pero la inteligencia generalmente se corta.

-¿La corta el títere?

-Sí, y creo que el público también, debe sentir que algo pasó ahí.

-¿Es infinito?

-Siempre, y eso es un riesgo porque todo puede ser un títere pero a la vez no cualquier cosa puede serlo.Depende de esa obsesión inherente del ser humano por los objetos, la sensación de que las cosas tienen poder, significar su ser y su pensar. El éxito del espectáculo es la segunda historia. Si no logramos que el títere esté vivo no logramos nada, es como tocar una guitarra sin cuerdas.

-¿Cuándo está vivo?

-No se sabe, tenés que estar pronto para la función y rezar que pase.

-¿Cómo fue la primera vez que tuviste un títere vivo en tus manos?

-Tenía 18 años, en un ensayo me dieron unas pautas y yo sentí un enojo personal y me sentí muy bien. Me asusté porque no lo pude controlar, yo no sé qué hice para que saliera bien, y sabía que no iba a poder repetir esa fórmula.

-¿Qué expresan de vos los títeres?

-No lo sé. Es un enamoramiento, como un virus que no te podés sacar. No se me ocurre hacer otra cosa y no puedo pensar en los títeres porque es como una parte mía, y viste que no podés pensar en lo que te hace pensar.

-¿Es una relación conflictiva?

-Sí (risas), son un poco invasivos. Para el titiritero solitario que va de pueblo en pueblo, que yo lo hago aún, los títeres son sus brazos, son amigos de camino. Algunos me hicieron ganarme la vida y tengo un agradecimiento muy fuerte. Pero también es muy andariego el titiritero...se parece a la gente de circo, viajás mucho, tenés muchas horas de espera, trabajos mal pagos, es sacrificado y se carga con los títeres, entonces a veces no está eso de agarrarlo y mimarlo...

-¿La muerte es un tema propio de lo títeres?

-Sí, tendemos a reflexionar mucho porque estás todo el tiempo jugando a que viven cosas que están muertas. Es un juego tremendo que no tiene nada de inocente. Se le llama también el "Teatro de la muerte". Se vende como inocente pero es un conflicto constante: vida y muerte, manipulación o no, quién es el títere y quién el titiritero, ¿se cierra la valija y están muertos? Cuando viajás vos vas en el asiento y ellos en el depósito, y ahí pasa una cosa rara, ¿no tendría que ser al revés?

SOLOMITA, Mariángel

El País (20-11-2010)

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