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Campana

Un regalo con historia

Aunque no existe constancia exacta del origen de las campanas, está documentado que los egipcios y los persas ya utilizaban pequeñas campanillas y en el Antiguo Testamento aparecen varias alusiones a ellas. Llamadas inicialmente "signum", en el siglo VI comienza a utilizarse en Italia el término "campana".

Tradicionalmente, su invención se atribuye a S. Paulino, Obispo de la localidad italiana de Nola, en la Campania, quien las introdujo en el culto divino hacia el año 412. En el resto de Europa, su aparición se sitÚa entre los siglos VII y VIII.

En su aspecto histórico, las campanas han sido una pieza muy importante en la vida de los pueblos, relacionada tanto con aspectos religiosos como civiles. Los monasterios fueron en un principio el gran vehículo para su difusión, generalizando su uso religioso a partir del siglo VII, con mÚltiples significados, como revela la inscripción que durante siglos se ha grabado en muchas campanas de las iglesias cristianas: "Funera plango, fulmina frango, sabbata pongo; excito lentos, dissipo ventos, paco cruentos" (Plaño en las exequias, quebranto los rayos, celebro los sábados; excito a los perezosos, disipo las tempestades, apaciguo las disputas sangrientas).

En el Renacimiento comienzan a utilizarse con fines profanos, sobre todo para avisar a la población de guerras y catástrofes, y pasan a convertirse también en un importante elemento artístico, fundamentalmente desde el siglo XV, cuando los fundidores empiezan a introducir en su trabajo adornos y grabados.

La evolución socioeconómica del siglo XVI contribuyó a extender su utilidad y pasaron a convertirse en el medio de comunicación más frecuente, sustituyendo en gran parte a los antiguos pregones. Fue entonces cuando la industria campanera alcanzó su máximo desarrollo.

El arte de fundir campanas en Cantabria

La fabricación de campanas en Cantabria es una tradición que se remonta a la Edad Media. La comarca de Trasmiera fue la cuna de los más prestigiosos fundidores, cuya fama se extendió por toda España, parte de Europa y América. El auge que alcanzaron estos artesanos fue tal que son varios los estudiosos que aseguran que no existe en España una catedral, basílica o iglesia que no tenga o haya tenido en sus campanarios la huella de algÚn fundidor cántabro.

Dentro de Trasmiera, el oficio se desarrolló fundamentalmente en la Junta de Siete Villas, formada por los pueblos de Ajo, Arnuero, Bareyo, Castillo, Güemes, Isla, Meruelo, Noja y Soano. De todos ellos, Arnuero y Meruelo destacaron como los nÚcleos donde el oficio de campanero se convirtió en el tradicional del lugar. A pesar de su escasa población, en Meruelo llegó a haber hasta cinco talleres de fundición de campanas.

Dado que el origen de esta tradición en Cantabria no está demasiado claro, existen varias teorías que lo relacionan con distintos hechos históricos:
1. La llegada de artesanos especializados en esta profesión procedentes de los Países Bajos, que acompañaron a Carlos V en su desembarco en Laredo y se instalaron en las costas trasmeranas.
2. La intensa vida monástica que se desarrolló en la región desde los primeros siglos de su cristianización y que propició un importante desarrollo de los oficios y las artes, atrayendo a numerosos artesanos.
3. El Camino de Santiago por la costa, utilizado por muchos peregrinos procedentes del norte de Europa que buscaban seguridad durante la invasión musulmana. Una de las vías utilizadas era la de Cicero, siguiendo una antigua calzada romana que pasaba por Heras, que atrajo a algunos monjes del norte europeo, donde la industria campanera estaba más desarrollada, que enseñaron el oficio a los habitantes del lugar que les daban cobijo en su peregrinación.
4.El papel de Cantabria como puerto de comunicación del comercio entre Castilla y Flandes, que generó una importante actividad mercantil en los puertos cántabros, los cuales dieron acceso a muchos artesanos que pudieron intercambiar sus conocimientos con los habitantes de estas zonas.

Los campaneros trasmeranos realizaban su trabajo de forma temporal, principalmente entre los meses de marzo y noviembre, e itinerante, ya que se trasladaban allí donde recibían encargos para realizar la fundición "a pie de torre", contribuyendo así a la difusión del oficio. En su deseo de continuidad, este arte no sólo transmitía de padres a hijos, sino que cuando un fundidor llegaba a tener renombre ea requerido como maestro. En muchas ocasiones llegaron a formar auténticos clanes familiares, entre los que figuran por ejemplo los Villanueva y sus primos los Carredano, los Güemes, Venero, Quintana, Ballesteros, Menezo, Munar...

Además y al ser su trabajo itinerante, los maestros de Cantabria difundieron sus conocimientos por toda la geografía española, Francia, Portugal y Sudamérica, donde hoy se conservan campanas con nombres como Setién, Vega o Naveda en las principales catedrales de países como México y PerÚ.

Gregorio Marañón, que fue presidente de la Agrupación Española de Amigos de las Campanas, recuerda que "cuando le nacía un hijo a nuestros reyes replicaban las campanas de Hispanoamérica, y cuando nacía una ciudad en América repicaban jubilosas las de España".

La primera campana que llegó a América fue precisamente un trabajo de estos artífices trasmeranos. En 1519, Hernán Cortés encargó a su confesor, Juan Díez, su realización con destino a la iglesia mexicana de Atlihuetzia. También fueron los autores de "La Cantabria", fundida en 1797 para la catedral de Lima.

Entre todas su creaciones, la más conocida es "La Mayor", firmada por el que está considerado el mejor campanero de la historia de Cantabria, Alejandro Gorgollo, de Arnuero, y fundido en 1753, por encargo del Cardenal Infante de España, D. Luis Antonio de Borbón, para la catedral de Toledo. Con un peso de 22.000 kilos, esta campana es la más grande de España y en su fabricación el equipo de artesanos de Arenuero invirtió dos años de trabajo. Cuando se estrenó, su sonido provocó la ruptura de los cristales de Toledo, lo que obligó a agujerearla para amortiguar el volumen de sus tañidos.

Por las características de su oficio, estos artesanos eran verdaderos especialistas en varias profesiones, ya que además de conocer todos los secretos de la aleación y fundición de metales tenían conocimientos de mÚsica, de la resistencia de los materiales en las torres que tenían que albergar las campanas, etc. De ahí que muchos no se quedaron sólo en fundidores de campanas. Por sus conocimientos, fueron muy solicitados en momentos de guerra para fabricar cañones y todo tipo de munición. Algunos de ellos fueron los que prepararon todo lo necesario, por ejemplo, para la conquista de Granada. Asimismo, está documentada su participación en las fábricas de cañones de Medina, Baza y Málaga, en el siglo XVI.

Las campanas han tenido además una notable presencia en las obras literarias de autores de Cantabria, como Manuel Llano, quien escribió: "Las campanas hablan a los sentidos trasmitiendo mensajes del cielo, noticias humanas, en una palabra emociones y sentimientos, porque su lenguaje es universal, al igual que lo es la mÚsica y el silencio".

Los maestros fundidores Portilla Badia

Abel y Marcos Portilla Bedia, con obrador en Gajano, junto con su tío Mario Portilla Matanza, instalado en Muriedas, son de los Últimos maestros fundidores oriundos de Siete Villas que siguen ejerciendo el viejo arte de fabricar campanas siguiendo el secular método artesano.

Herederos de esta tradición histórica y familiar, su primer ascendiente conocido como maestro en este arte fue Marcos de linares, natural de Bareyo, fallecido en 1732. Desde esa fecha, la saga familiar ha mantenido vivo el oficio de fundir campanas en Cantabria hasta nuestros días.

La campana "Virgen Bien Aparecida"

La significación histórica y artística de las campanas y, sobre todo, la importante tradición que el arte de fabricarlas ha tenido en Cantabria a lo largo de los siglos hablan sido las razones de su elección como regalo institucional a Su Alteza Real el Príncipe de Asturias y Doña Letizia Ortiz con motivo de su boda. La campana "Virgen Bien Aparecida" constituye por ello un presente que no sólo representa una de las tradiciones más antiguas y arraigadas del pueblo cántabro, sino que además nos brinda la oportunidad de dar a conocer y poner en valor un oficio histórico que hoy en día se encuentra en vías de desaparición.

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"Radiorabel.com" (05-03-2004)
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