Entre las obras arquitectónicas más relevantes de Cuba en el siglo XVII
se encuentra la Iglesia Parroquial Mayor de la villa del Espíritu Santo,
en la actualidad Sancti Spiritus, capital de la provincia central
homónima.
En la historia de la localidad, que en el 2014 cumplirá su medio
milenio de fundada por el Adelantado Diego Velázquez, el templo católico
realizó su papel en catequizar a la población indígena y en el sostén
de la fe de los conquistadores.
La primera ermita de adobe,
madera y guano se convirtió en el centro del desarrollo urbano, dando
paso con el tiempo a la catedral del presente.
En 1661, con la
primera visita episcopal, el Obispo Fray Alonso Enríquez de Almendáriz,
sugirió al Rey Felipe II reedificar la iglesia, porque resultaba poco
espaciosa. Así fue como el Sargento Don Ignacio de Valdivia costeó
prácticamente la nueva edificación, entre 1620 y 1680, incluida la casa
para el sacerdote.
Leyendas y tradiciones acompañan al templo en
sus más de tres siglos. En sus archivos se conservan datos del
enterramiento el 6 de julio de 1712 de Bartolomé Ortégano, con misa
cantada con vigilia de tres canciones.
Luego, con la visita del
Obispo Espada (1804), se prohíbieron los enterramientos dentro del
templo y se dispuso la construcción de un cementerio general.
Como recuerdo de aquellos ritos luctuosos se conserva una bóveda en la
antigua capilla del Rosario, hoy del Santísimo, con los restos del
Monseñor Pablo T. Noya Mínguez, quien fue durante 46 años párroco de
esta iglesia.
En 1665 un grupo de piratas violentó los archivos
de la parroquia y se llevó vasos sagrados, ornamentos litúrgicos y la
famosa paloma de oro -el Espíritu santo- donada por Don Pedro Pérez de
Corcha en 1612.
Sus legajos guardan también bautizos y
matrimonios ordenados a negros por esclavistas de la época, predominando
el apellido Angola, origen geográfico de estas personas.
El
campanario conserva sus cuatro carrillones fundidos en oro, plata y
bronce por artesanos cubanos en los años 1771,1835 y 1853.
La
torre que, en su época fue la mayor del país, conserva su primer reloj,
comprado en 1771 con 600 pesos reunidos por el pueblo para la
construcción del puente sobre el río Yayabo, otra de las joyas
históricas de la villa.
El edificio conserva sus techos de
original armadura, de signos arábigos, sus arcos de ladrillos, los
alfarjes de la nave principal y la cubierta abovedada de la Capilla del
Cristo de la Humanidad y la Paciencia.
Este conjunto
arquitectónico y sus tradiciones conforman uno de los inmuebles más
sobresalientes del centro histórico de Sancti Spíritus, el cual se
aspira que sea propuesto a la condición de Patrimonio Cultural de la
Humanidad.
Por más de tres
siglos el tañido de las campanas de la Parroquial Mayor o Templo del
Espíritu Santo convoca a diferentes horas del día o la noche a los
feligreses.
En las alegrías y en los sufrimientos el repique
alerta a los parroquianos, mientras cada media hora resuenan los toques
del reloj desde una campana fundida en el año 1771 en Inglaterra.
Por más de un siglo los badajos de las campanas han sido acariciados por las manos de una familia: los Pasamontes.
Desde los primeros años del siglo XIX, José Feliciano Pasamontes
Montes, de padre gallego -natural de Castilla la Vieja- y madre cubana,
remontaba los 103 escalones para llegar a la cúpula, a 30 metros y 45
centímetros de altura.
Entre las anécdotas relacionadas con este
campanero, se afirma que vivía más tiempo junto a los carrillones que
con su familia y que su prole lo acompañaba en los toques.
En la
actualidad su nieto, Alfonso Rafael Pasamontes Alfaro -más conocido por
Cuco Pasamontes-, con más de 70 años, sigue convocando a los
espirituanos con los repiques de campana.
Junto a él ya esta el
relevo, un nieto le saca las notas al campanario; así que continúa la
tradición Pasamontes en lo más alto de la torre del templo católico
espirituano.
Afirma Cuco que este arte se lo enseñó su abuelo.
Aprendí que cada tañido tiene un significado litúrgico, pero se puede
armonizar hasta con la música cubana y sus tradiciones.
Para
llamar a las misas se dan los repiques de campana; para los difuntos se
doblan, pero cuando ese toque es libre le sacamos música: ya sea rumba,
conga o bembé.
Por la muerte de un Papa son 24 repiques, añade;
mientras que por la de un hombre o de una mujer, son tres y dos,
respectivamente.
Cada domingo sube Pasamontes al campanario, da tres repiques y la rúbrica que es el cierre.
En su soledad, Cuco tiene la magia de hablar con las campanas. Yo las
entiendo y ellas a mí, dice. Son de bronce y fueron hechas por Enrique
Bonet (de la villa de Trinidad), menos la del reloj, que es inglesa.
El optimismo de Cuco, el campanero de La Mayor, supera todas las
expectativas y desea un buen repique cuando se muera, donde lo ritual se
una a la cubanía.
Y reitera: Como si recibiéramos un año nuevo o
festejáramos el 3 junio, víspera de la fundación de la villa de Sancti
Spíritus, próxima a cumplir su medio milenio.
GARCÍA ÁLVAREZ, Raúl
Corresponsal de Prensa Latina en Sancti Spíritus
Prensa Latina (29-04-2012)
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