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© Diario de Córdoba (2011) © Campaners de la Catedral de València (2024) campaners@hotmail.com Actualización: 23-04-2024 |
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Ahora que las iglesias de Córdoba han recuperado las campanas y con sus tañidos al vuelo convocan a los fieles a participar en sus actos, me llama la atención cómo al oírlas, la mayoría de la gente sabe cuál es su naturaleza y significado. Las campanas llevan siglos haciendo su trabajo, es parte de la cultura popular y una vez más un simbolo adscrito y arrebatado para la cristiandad --supongo que el simil entre los musulmanes es la voz del almuecín desde el minarete--, ambos, desde estos símbolos, tienen un objetivo común, ser convocados.
En Córdoba queremos que los Patios sean un campanazo, o la voz del almuecín. Hoy por hoy nos empeñamos que la Fiesta llegue a todos los rincones del mundo, que se conozca y se reconozca, con ese ansiado nombramiento por la Unesco, como Patrimonio Intangible de la Humanidad. Y yo me pregunto ¿conocemos la ciudadanía cordobesa la Fiesta de los Patios, su naturaleza, quién convoca a quién, la fiesta o los patios? En los últimos años la Fiesta de Patios es sinónimo, para cordobeses y foráneos, de disfrute callejero y de aglomeración, también es una explosión de luz y color como todo el Mayo cordobés. Ambas cosas están muy bien, pero hay algo más, digo, debería haber muchos más.
¿Qué cordobés o cordobesa sabría definir la fiesta de los patios? Debe ser díficil pues los comités de Córdoba, de la Junta de Andalucía y del Ministerio de Cultura lo han intentado en formato papel, fotografía y audivisuales y han fracasado.
Pienso que no hay que desanimarse, quizás no sea el momento de dar el campanazo, ni que se alce su voz, los patios son una fiesta que sólo cuenta con 75 años, por tanto, es prematura respecto a los eventos que se han presentado ante la Unesco.
Mi opinión es favorable a que la hayan retirado, pienso que a la fiesta le hace falta madurar, buscar más alternativas a lo que ofrece, y que los Patios, por el tiempo que llevo viviendo en uno de ellos, más de veinte años, sean merecedores de un estudio y dossieres más profundos, de un antes y un después, en los que esa almagama de sentidos que puede disfrutar la ciudadanía durante la exposición se reconcilie con las personas moradoras de los patios y tanto una como otra tengan una traducción sincronizada, de futuro, de aporte de valores, y de preservar el conjunto histórico-artistíco de Córdoba, que de eso creo que se trata.
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